Hasta finales de la década de los ‘80, ir al cine casi todas las semanas era una de las actividades preferidas de chicos, adolescentes y adultos. Y después de la función, ir a comer una pizza en los famosos locales cercanos para charlar sobre la película que recién terminaban de ver era prácticamente un ritual. La calle Lavalle era en ese entonces el kilómetro cero comercial del Centro y las salas de cine y teatro, los principales puntos de atracción del público.
Entre avenida San Martín y San Juan estaban el Ópera, el Lavalle y el Cóndor y, tres cuadras más al Este, estaba el cine América, el más moderno. La competencia cinéfila continuaba por calle Buenos Aires y los carteles del Gran Rex y Roxy iluminaban la noche sobre el lado Sur.
Sobre calle San Juan, el cine teatro Mendoza, el más antiguo, logró sobrevivir gracias a la gestión del municipio capitalino. Los otros cines sufrieron fuertes transformaciones y se convirtieron en patios de comida, playas de estacionamiento y locales comerciales.
Hasta hace unos años, en la ex sala del Cóndor, funcionó el Cine Universidad hasta su traslado definitivo al Parque Central. Hoy sólo quedan vagos recuerdos de aquella zona de películas, donde se estrenaron famosos filmes como El Exorcista y Odisea del Espacio 2001. O los episodios IV, V y VI de Star Wars e Indiana Jones. Y desde La naranja mecánica hasta Amadeus.
Un recorrido por calle Lavalle permite ver que aquella arteria de los cines desapareció por completo. Algunos nombres de los comercios de la zona, como Manhattan, Ficción, The Factory, de alguna manera hacen referencia al pasado fílmico del lugar.
Las pizzerías de la zona quedan como testigos de aquellas tertulias y siguen convocando al público mendocino casi por tradición. Y en una de ellas, todavía se reúnen algunos cinéfilos para charlar sobre tal o cual estreno, entre una porción de muzzarella y un chop de cerveza.
Proyector a la vista
Del lado Norte de Lavalle, al 60, el frente del cine Ópera sirve de carta de presentación de una gran playa de estacionamiento. Enfrente, al 57, otra playa y una pizzería llamada Napoléon funcionan en el ex cine Lavalle. Al ingresar al sitio de comidas, los mozos invitan a subir a ver “la reliquia”.
Basta subir una escalerita para encontrarse con una colección de afiches y fotos de antiguas películas y personajes del cine y la música. Imágenes de Frank Sinatra, Sofía Loren o de Marlon Brando en el personaje de Vito Corleone reciben a los visitantes que llegan hasta el primer descanso, antes de acceder al pullman, en la segunda planta de cine.
Junto a las mesas de la pizzería, instaladas frente a las escaleras de mármol se pueden ver los afiches de Dirty Dancing y de Volver al futuro. En las escaleras se puede apreciar el gigantesco proyector Victoria, el alma del cine. Y en el segundo descanso, una gran pantalla blanca. Se trata de un viaje al pasado que, de alguna manera, recrea el sitio.
“El antiguo cine, que data de fines de los años ‘40, fue dividido en tres partes. Por un lado está la playa de estacionamiento, donde todavía uno escucha el ruido que genera el piso de madera de la sala. Y por otro, nuestro local, que es un restaurante temático, pero también queda el sector del pullman”, explica a Los Andes Juan Pablo Di Pietro, un joven emprendedor amante del cine que “le encontró la vuelta” a este maridaje que combina el séptimo arte con la gastronomía popular argentina.
“Pizza y cine es una costumbre muy mendocina que queremos mantener en este lugar clásico del cine. Hoy este lugar es una fusión entre pizzas, empanadas e historias”, añade.
El antiguo y gran proyector sirve sólo de exposición pero, detrás de la pantalla, en la parte superior hay otro más moderno que está dispuesto para funciones de cine a pedido de los clientes. “La idea es que la gente venga y proponga qué películas quiere ver o también escuchar música”, reitera Di Pietro. Y comenta que uno de sus proyectos es habilitar el pullman y generar reuniones cinéfilas más importantes.
Daniel Lizán, a cargo de la caja, está ilusionado con esta movida que le recuerda a sus primeros años de la infancia: “Vivía en la calle República de Siria, y veníamos acá los sábados generalmente. Era parte de nuestras vidas el cine. Íbamos al colegio Maristas, hacíamos en ese entonces rugby, y veníamos al cine cada vez que cambiaba la cartelera. Con zapatos y ropa de vestir íbamos al Lavalle, al Cóndor, Rex y al Ópera. También al América”.
Recuperación del espacio
Sobre la recuperación del espacio, Di Pietro indica que ya se contactó con funcionarios del municipio y que existe el consenso de reactivar esta zona. Es que la calle todavía conserva un gran movimiento, pero con el cierre de las salas perdió una actividad fundamental. A eso se sumó en los ‘90 la inauguración de la peatonal Sarmiento, que “traccionó” el movimiento comercial unos metros más hacia el Sur del microcentro.
“Cuando llegamos acá, me enamoré del lugar y ahí mismo empezó el proceso de recuperación del cine, al menos de una parte de lo que fue. Nos dimos cuenta de que estábamos en un edificio que tiene pisos de mármol, que tenía las venecitas italianas originales, la carpintería también era la del antiguo cine. Y así empezó, por un lado, la puesta del negocio pero la recuperación de todos estos elementos que le dan una identidad”, cuenta Di Pietro entusiasmado.
Una gran sorpresa se llevaron cuando observaron que el edificio todavía contaba con los dos proyectores y así pidieron permiso a los propietarios para exponer uno de ellos. “También descubrimos que los baños originales estaban intactos y los habilitamos”, acota este apasionado de la arquitectura y el arte.
El periodista Miguel Títiro señala que los cines fueron expresiones de buena arquitectura, como el Lavalle, proyecto de Jorge Iñarra Iraegui, y el América, de Juan Brugiavini. Comenta que, de acuerdo a lo que mencionó el arquitecto e investigador Jorge Ricardo Ponte, el Ópera, Cóndor y Gran Rex son expresiones de art decó, propio de los años ‘30 y ‘40.
Otro símbolo arquitectónico fue el cine Avenida, ubicado en avenida San Martín al 1400, proyectado y construido por Daniel Ramos Correas y Emilio López Frugoni. Fue demolido en 2006 y en la actualidad es sede de una cadena de electrodomésticos y artículos del hogar. Por otra parte, destaca los cines de barrio, que en gran parte fueron reconvertidos en supermercados o locales comerciales.
Di Pietro cuenta que los cines de barrio son otras historias que merecen ser contadas y rescatadas por las nuevas generaciones. Y sobre su proyecto de reflotar el cine junto a la gastronomía, cierra: “Esto es parte de un gran sueño, que comenzó hace muchos años cuando le prometí a mi abuela Yaya que íbamos a tener un restaurante de comida italiana. He recibido muchas ofertas y decidí continuar con este proyecto en la que invertí todo lo que tengo: tiempo y dinero”.