Las escuelas de sectores vulnerables ven que cada vez son más los chicos que llegan sin comer, sin merienda, sin útiles. Una campera que falta, zapatillas demasiado andadas, un ausente que no tuvo qué ponerse o cómo pagar el colectivo para llegar a clase.
La escuela, y quienes las hacen posible entre recreos, bancos y pizarrones, hacen mucho más que enseñar. Entre tantas otras cosas, son un termómetro social, saben de la historias con las que los chicos llegan a cuestas al aula, pueden ver sus necesidades, sus cambios y hasta su sufrimiento.
La golpeada economía argentina ha sido devastadora para muchas familias, y los docentes y directivos de zonas más vulnerables ven el impacto.
“Desde fines de abril se observa que más cantidad de niños toman merienda y piden leche del jardín, algunos no traen nada desde su casa, o traen solo algunos días. La mayoría de los días las meriendas que da el jardín se terminan y los niños nos piden más”, contó una docente de Nivel Inicial de Guaymallén
“Respecto al año 2023 se ha observado un aumento de la demanda de alimentos. Desde fines de abril piden más merienda y dicen no haber desayunado en sus hogares”, apuntó una docente de cuarto grado.
Contó que desde el inicio de la jornada los chicos manifiestan deseos de merendar, incluso antes de comenzar con las actividades propias de la sala.
La compleja realidad social no puede quedar en la puerta de la escuela y por eso, muchos alumnos la traspasan quizás con las únicas zapatillas que tienen, las mismas con las que juegan el resto del día y que vienen con el deterioro propio del largo esfuerzo al que han sido sometidas. También hay chicos que llegan con poco abrigo o quizás siempre con la misma ropa, incluso algunos no van porque no tienen ni esas zapatillas, según relatos de las docentes. Por eso, otro fenómeno que están viendo en aquellos colegios con una comunidad más golpeada, es un incremento del ausentismo: quizás no van porque no tenían qué ponerse, porque no pudieron llevarlos, porque no había plata para el colectivo.
Los relatos se reiteran en varios colegios, más chicos piden merienda, llegan a buscar algo calentito para una panza que llegó vacía y se repiten la ración de merienda. En este contexto, a veces hay que hacer malabares para “multiplicar los panes”.
Hambre que duele
Si es habitual hablar de “estirar la plata”, en este caso también hay que hablar de estirar la comida.
Patricia, docente de segundo grado en Maipú contó que este año, el gobierno escolar redujo a la mitad la cantidad de viandas que enviaba para el almuerzo de jornada extendida, el fortalecimiento de trayectoria con doble jornada para aquellos alumnos que requieren apoyo académico.
“Los papás te dicen hoy va sin comer, el año pasado teníamos un pequeño excedente de viandas que luego se repartía entre los chicos, este año cuando pasa eso salis a buscar a ver qué ha quedado en la cocina y al menos les damos unas tortitas”. Es que las buenas intenciones tropiezan con la escasez y entonces llega el tiempo de hacer magia.
“Hemos tenido que pedir a la DGE el aumento de las raciones, porque vemos que los niños vienen con mucha hambre, comen con muchas ganas y a veces quieren repetirse. Tal vez la comidita que les damos acá en la escuela, es la única que reciben en el día”, contó Cristina Brunetti, directora de una escuela de El Borbollón, en Las Heras.
“Lo que sobra del almuerzo de fortalecimiento, lo estamos repartiendo en el turno tarde, a los niños chiquitos, en los grados que alcancen a comer también comen su platito caliente de almuerzo. A veces son las mamás las que vienen a preguntar si los chicos pueden comer, ‘hoy mi hijo no comió, por favor si le podés dar algo en la escuela’, te dicen. Cuando nos ha quedado de fortalecimiento podemos racionarlo para los más chiquitos, unos días a unos grados, otro día a otros, entonces tal vez una vez a la semana o dos, ese niño recibe también un platito de comida caliente”, relató.
“Realmente comen con mucha hambre, vemos que ha habido un deterioro importante en los chicos. Yo lo que veo no es pobreza, sino indigencia acá en esta zona, en el Borbollón”, agregó.
Otros, la mayoría, no dicen nada, pero docentes y directores saben, y les guardan un plato para recibirlos. “No piden comida”, aseguró Daniela, docente en zonas rurales de Guaymallén.
Quizás para ellos es una situación nueva, ya se sabe del nuevo fenómeno del trabajador pobre por los magros salarios. Tal cual publicó Los Andes, la pobreza infantil en el Gran Mendoza llegó al 65% en el segundo semestre de 2023, más de 6 de cada 10 no alcanza a cubrir sus necesidades básicas. Se sumaron 14.000 mil niños en un año, alcanzando a 155.153 chicos.
Es de imaginarse que con el deterioro de las condiciones socioeconómicas de 2024, hoy sean muchos más. Por lo mismo, los comedores barriales, que buscan paliar el hambre, al menos algunos días a la semana, están recibiendo muchas menos donaciones, hay días que no pueden abrir e incluso cierran, pese a que ven que cada vez llega más gente hasta su puerta.
“Hemos notado también que ha disminuido un poquito el ausentismo, porque realmente los chicos saben que acá van a tener un platito de comida”, dijo Brunetti. Es que reconocen que en muchos casos hay falta de valoración de la educación y buscan que sean los chicos los que quieran ir
Quizás el hecho de que no pidan hace que en la Dirección General de Escuelas aseguren que no han tenido mucho incremento en las raciones que entregan. Según informaron las raciones diarias de meriendas pasaron de 236.790 en marzo, a 232.745 en abril y 239.192 en mayo.
Franco Pulido, director de Alimentación Escolar dijo que además hoy se entregan 63.000 raciones diarias para la jornada extendida contra unas 60.000 del año. Esto abarca a todo el sistema, con sus diferentes niveles, que involucra unos 500.000 alumnos. Agregó que el programa de jornada extendida, que llega a 200 escuelas, no tiene como condición tener dificultades académicas y permanecen 7 horas con almuerzo.
Aprender como se puede
Y así llegan para intentar aprender, como pueden. Los docentes reconocen que para quienes llegan en las condiciones más críticas, que presten atención es un desafío casi inútil, hay otra necesidad más importante para ese niño ¿Cómo pensar en otra cosa cuando te hace ruido la panza o tenés frío? Pero sin llegar a los extremos, aseguran que para los chicos con necesidades insatisfechas el impacto en el aprendizaje es casi seguro. De hecho, sostienen una buena proporción de quienes van a doble jornada por trayectorias débiles, suelen tener también débiles estas otras patas que sostienen su vida.
“A nosotras se nos parte el corazón de que un niño puede no tener un abriguito, porque al final lo que nosotros sentimos es que la maestra es como otra madre”, dijo Daniela.
“Este contexto es muy humilde pero al incio de clases siempre se preparan con entusiasmo y traen su lapicito y su cuadernito, este inicio de clases hubo chicos que no trajeron nada y luego tampoco lo mandaron, quizás los adultos no han tenido el ánimo, no tienen la cultura de venir a la escuela pero siempre se ha esperado el primer dia de clases”, contó Patricia. El asunto es que a veces los chicos que vienen sin mochila se sienten mal y no quieren entrar al aula, agregó.
Otro fenómeno que ven es que aumenta la falta de higiene. “Quizás no tienen otra cosa para ponerse, vienen siempre con lo mismo y ahora en invierno la ropa no se les seca entonces no la lavan, o están con las mismas zapatillas todo el tiempo”, reconoció Brunetti.
“Muchas de las familias de nuestra comunidad trabajan en el basural, así que eso también se ve en la ropita, en las manos sucias, hay todo un trabajo de hábitos de higiene de las señoritas con los niños. La calefacción a leña en las zonas, en las casitas más humildes, es común y vienen con este olor a humo”, relató. La escuela contiene en la voz de la directora o el abrazo de la seño: “Siempre les digo: ‘qué lindo que han venido, van a estar en el aula calentitos’, para incentivarlos a venir a la escuela”, dijo la directiva.
Cuentan algo que ya se sabe, a veces son las mismas docentes las que imprimen o compran materiales para que los chicos puedan trabajar. A veces hacen colectas para ayudar a una familia con alimento y en una escuela contaron que tienen un guardarropas que van llenado con lo que dejan de usar sus hijos y al que apelan para “abrazar” al que tiene frío.
Otro aumento notorio que han recibidos el de la demanda de abonos gratuitos para el colectivo. También comentan que hay mucho cambio de domicilio, quizás ya no pudieron pagar el alquiler, buscan otro lugar o se trasladan a la casa de familiares. Es ahí que surge el hacinamiento.