Cuando en la cama hay más de 30 puntos de diferencia, tal vez no sea tan bueno como en el truco. La brecha de edad entre los integrantes de la pareja, sobre todo cuando supera dos o tres décadas, puede tener algunas características particulares y que sean buenas o malas depende exclusivamente de la forma en que se construyó esa pareja desde el inicio.
Uno de los estudios más famosos referente al tema, elaborado por Andrew Francis y Hugo Mialon, profesores de la Universidad Emory en Atlanta, reveló que si la diferencia de edad es sólo de 1 año, tiene un 3% de posibilidad de divorciarse, para las que se llevan 5 años el porcentaje asciende a 18%, con 10 años de diferencia el porcentaje es de 39% y de 20 años o más, según estos investigadores la probabilidad de que tu relación no funcione es de un 98%.
“No hay una cuestión unívoca de lo que se considera pareja, sobre todo ahora que estamos redefiniendo el concepto” comienza a explicar el doctor especialista en sexología Miguel Palmieri.
Puntualmente en el caso donde el hombre es mayor, comienza a jugarse una competencia con él mismo, ya que por un lado suele ser visto como un “ganador” por sus pares, mientras que en la intimidad puede sentirse presionado por alcanzar los estándares sexuales de sus años de juventud.
“El hombre que llega a la consulta es el que se pone muy celoso, que nota que tenía buena sexualidad al inicio de la relación y de pronto no la tiene” explica el especialista.
Cuando esto ocurre, el hombre puede comenzar a tener algunas dificultades físicas “disfunciones erectivas que no responden al viagra, empieza una competencia consigo mismo (si no ha hecho una maduración del yo) y siente que todo hombre más joven pasa a ser una amenaza” dice Palmieri y agrega que en estas circunstancias, si el hombre no se encuentra seguro de sí mismo puede comenzar a ser posesivo bajo el argumento de la protección: “lo único que logra que ella se aleje porque se cansa, no porque quiera engañarlo”.
Otro punto en contra puede estar relacionado con el cambio en la energía sexual del hombre por la edad. Si bien es cierto que es mejor amante porque se dedica a complacer a la mujer y sabe cómo hacerlo, también hay otros aspectos menos excitantes como el hecho de que se quede dormido luego de cada orgasmo y los encuentros sexuales sean más esporádicos, tal vez le interesa más ver televisión que tener un encuentro sexual, mientras la mujer joven necesita mayor frecuencia e intensidad.
“En la etapa de conquista es probable que hayan tenido sintonía pero pasado un tiempo la frecuencia cambia, el estilo cambia”, completa Palmieri.
Cuando la mujer se deserotiza
Pero a veces las dificultades de la pareja se presentan porque ella se siente insegura o porque su libido baja. “En algunos casos la mujer comienza a tener un síndrome de celos excesivo porque piensa que él puede hacer lo mismo que hizo con ella, (conquistar a otras mujeres) dependiendo de cómo se armó el estilo de pareja”, explica el sexólogo.
También puede haber un descenso en el deseo sexual de ella por la rutina o simplemente porque lo que era excitante al principio y que tenía que ver con lo prohibido, deja de serlo una vez que la pareja se hace pública. “Puede pasar que la mujer se niegue a ser parte de una fantasía cuando pasa a ser parte de una pareja estable”, dice el médico y agrega “pero también porque empieza a envejecer el vínculo. Lo que antes era chispa y diversión, comienza a tener un choque de culturas que deserotiza. No siempre predomina el buen humor y la sexualidad no suplanta al buen humor”, aclara.
En cualquier caso, lo aconsejable es hablarlo: primero con la pareja para intentar acercar posturas y luego, si fuera necesario, con un especialista. “Si ese proceso se cierra sin haberlo conversado o tratado en terapia el pronóstico no es bueno, porque hay un sometimiento de dejar cosas de lado, sea porque ella se la banca o porque él niega lo que está pasando”, explica Miguel Palmieri.
La fantasía del cazador cazado
En general, el hombre que no quiere establecer una relación duradera, tiende a buscar mujeres más jóvenes con quienes disfrutar el momento. Esto también está íntimamente ligado a la mirada de los otros, ya que su autoestima se mantiene alta al sentir la aprobación del grupo de amigos o colegas que lo “felicitan” por su nueva conquista. En estas circunstancias, el hombre está más cerca de ser un Sugar Daddy que una potencial pareja, ya que entran en juego cuestiones como el estatus, el dinero, el poder y el sexo.
A este homo erectus, que pasea con el pecho inflado en autos deportivos último modelo, aquellos que lo felicitan de frente suelen descalificarlo a espaldas, evitan vincularlo a reuniones familiares (sobre todo si hay mujeres jóvenes) y es lo que socialmente se ha generalizado como “cazador”. Este estereotipo jamás es “atrapado” por una mujer, a menos que sienta llegar el final de sus días y no tenga herederos.
“El hombre simple que se enamora, pierde la cabeza”, explica Palmieri, y relata situaciones en las que hombres mayores terminan cruzándose con algún nieto en un telo. “Hace cosas que ponen en riesgo su salud mental y a lo mejor para ellos eso que era un amor termina siendo una cuestión erótico sexual pero vivida con un sufrimiento muy importante”.
Porque aunque parezca que ellos siempre ganan, lo cierto es que el hombre que comienza una relación con una mujer joven se juega muchas cosas a nivel psíquico, emocional, de tranquilidad y hasta económico. “A veces se juegan todos los boletos y sienten que perdieron todos, otras veces sienten que se ganaron el premio mayor y otras, que, cuando pasaron los años, les quitaron el premio”, concluye el especialista.