Menos de 6 horas son necesarias para llegar desde Mendoza a Santiago de Chile por tierra, pero esos 320 kilómetros fueron los que separaron, por más de 20 años, a Max Gregorcic de los miles de ahorristas mendocinos que perdieron su dinero. Un domingo de noviembre del año 2006 Los Andes mostró al hombre viviendo en la residencial zona de Vitacura en el Gran Santiago y solo horas después firmó una carta a un amigo donde en una docena de páginas trataba de explicar no solo su presente, sino, principalmente, su pasado.
Fue hace 14 años cuando terminó una búsqueda (que la justicia no pudo concretar con varios pedidos de extradición) y empezó otra historia, la del gran embaucador. Aquí algunos de los párrafos más destacados de aquel escrito firmado por el propio Max (a las 4.30 del 27 de noviembre de 2006), es decir, apenas apareció la nota por Internet.
Tras la cordillera
Este hombre nació el 19 de febrero de 1950 en la Capital Federal y llegó a Chile el 15 de febrero de 1970, a días de cumplir 20 años, con la idea de empezar una empresa de márketing publicitario para “controlar” los medios de comunicación de TV, radio, revistas y diarios, más vía pública en “una forma por demás novedosa para Chile...”.
En ese tiempo Max hizo importantes negocios con algunos medios, como El Mercurio y TV Nacional, mientras dormía “escondido” en las escaleras de los edificios “porque no podía pagar un hotel...”
Pero cuando llegaron las elecciones del 4 de setiembre de 1970 “todo cambio en Chile”, haciendo un escueto relato sobre lo que ocurrió en el vecino país que abandonó el 26 de octubre de ese mismo año porque “me habían cortado las manos”, aunque con la intención de “volver 6 años después del periodo de Allende y 2 años más por los despelotes que este dejaría luego de terminar la presidencia...”.
En Mendoza
Con libros “prestados” por un profesor de Contabilidad del Colegio Murialdo, Max dice que “en 7 días estudié los 5 tomos de contabilidad para optar algo mercantil, mientras me recibí de dactilógrafo en un curso acelerado en el Instituto Cervantes...”, con lo que obtuvo su primer trabajo en la empresa Hulytego SA., tras lo cual pasó por Bodegas Filippini en el año 1973, donde llegó a ocupar el cargo de gerente de finanzas. También, en ese tiempo, dice haber conocido a los Greco, porque “hacíamos contratos de traslado de vino por millones y millones de dólares que transamos en el mercado de valores y en los bancos, armando una bicicleta bancaria...”
Muerto Allende, Max decidió, como había prometido, volver a cruzar la cordillera y lo hizo el mismo día en que acá moría Juan Domingo Perón (1 de julio de 1974) y al “cabo de 3 años”, con una inflación del 25 al 30 por ciento llegó a facturar 100.000 dólares mensuales. Asegura haber comprado departamentos y parcelas de terreno, además de viajar a Europa o Estados Unidos cada 6 meses. Agrega textualmente: “En ese tiempo, gané prestigio, monopolio, cartera con las 80 mejores y mayores empresas de Chile, hasta que llegó 1982 y empezó el crash financiero, lo que provocó el quiebre de varios bancos y decidí regresar a Mendoza”.
Volver otra vez
Después de “pensar” qué hacer durante algunos años, al poco tiempo del terremoto de 1985 que sacudió a la provincia, Max comenzó a comentar los movimientos de la bolsa por LV 10 Radio de Cuyo, en un micro de 10 minutos en el programa de López Pájaro (h), sumando al poco tiempo otros espacios en la mañana, la tarde y la noche. Más adelante su imagen se hizo popular en Canal 7 junto al periodista Marcelo Romanello. “Y así -relata el hombre- llegaron amigos y amigas a los que aconsejaba comprar o vender dólares o acciones y, como las cosas se iban cumpliendo paso a paso, hora por hora, la gente empezó a volcarse como remolino hacia mi favor, porque se encontraron con un tipo que les había enseñado a especular, ganar plata en forma gratis y sin pedirle nada a cambio...”.
También este hombre entró en el negocio “productivo”, por lo que se involucró en todo tipo de transacciones como la siembra y cosecha de ajos, vinos, soja y azúcar, hasta creó una “fundación”.
En febrero del ’87, abrió una suntuosa oficina en el ex edificio del cine Avenida y del Banco Santander. Max atendía personalmente a los ahorristas que llegaban con el dinero y se retiraban con un cheque del Banco Alas (ubicada sobre calle Espejo).
Inauguró una oficina en Nueva York ubicada en las Torres Gemelas en pleno corazón de Manhattan, poniendo al frente a Carlos Cangemi, un ex policía de la Federal y que me terminó “robando todo lo que pudo”. Fue a mediados de febrero de 1987.
Adolf Hitler
En su relato también habla de un “tal Valenzuela”, del que dice “no recordar el nombre” (se trata de Primo Abdón Valenzuela, (a) el “loco del vaquero”, muerto en el 2002), que le ofreció un “cuadro pintado por Hitler”, que además había vivido con su esposa (Eva Braun) en el Este mendocino y cuyos cuerpos se encontraban sepultados en el cementerio de Palmira. “Era material para un libro -recuerda Max- por lo que hice un contrato por los derechos y empecé a darle una prima de mil o dos mil dólares mensuales a cuenta de las ganancias...”.
La noticia convocó a periodistas de Univisiòn, de Londres y los Estados Unidos “pero todo resultó una mentira...”
Y mientras la provincia vivía la Vendimia de 1987 y comenzaron a ser rechazados por faltas de fondo los cheques firmados por Max, el Senado de Mendoza le dio una orden de arraigo. Sin embargo, Gregorcic solo con 80 dólares en el bolsillo -según él- escapó a Chile, logrando mantenerse oculto casi 20 años. Después de ser “descubierto” por Los Andes fue vinculado a un par de estafas por librar cheques sin fondo y terminó detenido por un par de días, mientras que acá sus causas prescribieron.
Sobre sus acciones en Mendoza vale recordar una frase suya: ”La gente no fue que perdió, sino que dejó de ganar, que es distinto”.