Emanuel Bertola tenía 9 años cuando su visión quedó reducida a raíz de una intervención de alta complejidad causada por un tumor en la hipófisis. Las secuelas afectaron su campo visual, y si bien siempre logró cierta autonomía, inició una etapa difícil en su vida, signada, a veces, por los obstáculos propios que deben sobrellevar las personas con discapacidad.
Tras cursar la primaria y la secundaria en establecimientos comunes -aunque con apoyo- en su Coronel Charlone natal, partido de General Villegas, provincia de Buenos Aires, a la hora de proyectar un futuro en Mendoza pensó en una carrera que lo tocara bien de cerca: Profesor Terapeuta de Grado Universitario en Discapacidad Visual, en la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cuyo.
Se trata de una carrera universitaria dedicada especialmente al estudio de la visión y sus alteraciones y que exige una formación profesional multidisciplinar: pedagógica, psicológica, biológica y social.
Hoy, a cinco años de aquel inolvidable atardecer en que le entregaron el diploma en el Teatro Plaza de Godoy Cruz, Emanuel, que tiene 38, se desempeña en el staff docente de la escuela 2-006 Hellen Keller, establecimiento primario para niños ciegos y con discapacidad visual.
“Fue muy emocionante recibir mi título porque los escollos siempre están y fue un logro. Recuerdo que debieron guiarme al escenario y que mis padres estaban muy orgullosos”, rememora.
“Todo mi proceso en la facultad fue enriquecedor y me siento muy agradecido. Desde el día en que me inscribí recibí el apoyo de profesores, directivos y compañeros”, recuerda.
Emanuel agrega que existió desde siempre excelente predisposición y que con el correr de los años se fueron incorporando herramientas fundamentales para facilitar su estudio, como su inseparable notebook.
“Más allá de esto, valoro el factor humano de los docentes, el hecho de haberme permitido en muchos casos rendir exámenes orales en lugar de escritos para no desgastar la vista y el haber estado atentos a mis consultas”, evoca. Y agrega el fundamental apoyo familiar para concluir sus estudios.
“Hoy –resume el docente- en el aula entiendo la importancia de las prácticas, que fueron sumamente enriquecedoras. Me dieron gran sustento y hoy las conservo en mi cabeza con gran nitidez”.
Emanuel se mudó a Mendoza cuando finalizó la secundaria y en un primer momento pensó en estudiar Derecho. Pero por entonces la carrera no contaba con la accesibilidad que necesitaba y así fue que desistió.
Tras estudiar el sistema Braille y perfeccionarlo en la Casa del Discapacitado de Mendoza, una docente le propuso la idea de seguir la carrera de Profesor en Deficientes Visuales.
“Me interesó enseguida porque, de hecho, ya venía intentando mejorar las situaciones y los obstáculos que padece un discapacitado visual y que yo vivía en carne propia desde los 9 años”, recuerda.
Programa inclusivo
Así, ya en la facultad, se entusiasmó de inmediato y le llamó poderosamente la atención la parte terapéutica y de rehabilitación, incluso más que la pedagogía propiamente dicha.
En forma paralela comenzó a trabajar en un call center, donde diseñó un proyecto de inclusión laboral. “Lo presenté, tuvo mucha aceptación y lo fui perfeccionando hasta hacerlo más integral porque, a decir verdad, la inclusión nunca suele ser de un 100 por ciento”, advierte.
Más tarde, gracias al programa que creó, ingresó a CMR Falabella –la parte crediticia de la firma—y así continuó profundizando ese proyecto al que denominó Pidevi (Programa Inclusivo sobre Deficiencia Visual), totalmente integral y abocado a la búsqueda de puestos de trabajo, inclusión, capacitación y accesibilidad, entre otros puntos.
Hoy, Emanuel se convirtió casi en un experto en la materia y su misión no se detiene, ya que intenta volcar su formación académica y su experiencia de vida a sus alumnos de la escuela Helen Keller, en Godoy Cruz, el establecimiento que le brindó una rápida salida laboral.