Mateo Cruz tiene 10 años y vive en Purmamarca, Jujuy, desde siempre quiso aprender a tocar el bandoneón, instrumento que sus padres no pudieron comprarle, por lo que improvisó uno de cartón y con ese practicaba todos los días. Así, hasta que un día un grupo de luthiers le ayudó a cumplir su sueño, con la ayuda de la empatía de todas las personas que participaron del sorteo.
“Con su papá quisimos comprarle uno y nos fue imposible por el costo”, contó su mamá en diálogo con Infobae.
Cuando Mateo tenía 8 años se asomó por la ventana de la escuelita de música de Purmamarca, donde se preparaba para su clase de sicu, cuando de pronto un sonido que nunca antes había escuchado conquistó toda su atención. Al asomarse vio a un niño tocando el bandoneón, por lo que quedó fascinado. Sobre la misma agarró coraje y se animó a entrar y pedirle al profesor que le explicara qué era eso y cómo se tocaba.
El profesor accedió a su pedido, le contó que se trataba de un instrumento que llegó al norte argentino a principios del siglo pasado y sin miedo a nada, Mateo se sentó en una sillita y sobre sus piernitas por primera vez sintió los fuelles del despampanante instrumento.
Aunque seguía practicando en las clases de la escuela, le era poco para poder aprender a tocar como él esperaba. Sumado a eso llegó la pandemia y debió dejar de lado las clases que le enseñaba su profesor Alexzander Cruz, miembro de la Orquesta Siete Colores de Purmamarca que tiene clases en la Escuela N° 21 “Pedro Goyena” de la ciudad.
“Mateo había empezado a estudiarlo unos meses antes de la cuarentena, lo que nos obligó a adaptarnos y aprender sobre la tecnología para seguir enseñando a la distancia. Incluso les enseñé a armar un bandoneón con cajas de tetrabrik y de zapatos para que no perdieran la digitación aprendida”, explicó el profesor al mismo medio.
La historia de Mateo
Mateo nació en 2012 el paraje Chalala, en Purmamarca, Jujuy. Desde pequeño participa con su familia de las peregrinaciones que se hacen a Punta Corral en la que honran a la Virgen con música y pronto le llamaron la atención los instrumentos de viento hechos de caña, como el sicus y la quena, que suelen ser los más tocados por los niños en esas procesiones.
“Yo les prestaba a los niños mi bandoneón y lo íbamos rotando para que todos pudieran estudiar tocando el instrumento que, a diferencia de Buenos Aires, no se lo ejecuta para tocar tango sino nuestra música como el carnavalito, la zamba, el bailecito, el gato y la chacarera”, aclara el profesor. Para Mateo, como para sus compañeros, la llegada de la cuarentena lo cambió todo.
La escuela en la que estudia Mateo suele prestarles los instrumentos a sus alumnos para que sigan practicando en sus casas, pero el problema es que el bandoneón no forma parte de ellos, y el único que había pertenece al profesor Alexzander.
“Cuando hubo que comenzar con las clases virtuales en el NOA había muchas familias sin WiFi, sin smartphones y de las que contaban con ello, varias no sabían cómo usar las plataformas o sus teléfonos no contaban con los suficientes datos para tener una clase completa. Fue muy difícil”, explicó el profesor.
Y agregó: “Ello y no tener el instrumento complicó todo más, por eso les grabé un video mostrando cómo hacer un bandoneón con cartones y otros videos con las clases así no tenían que salir en busca de conexión a internet”.
Sueño cumplido
Pero hace unas semanas todo cambió, cuando el profesor Cruz se enteró que el Taller Galván organizaba el sorteo de un bandoneón, se trata de jóvenes luthiers que habían decido hacerlo a través de las redes con la votación de los usuarios.
Fue entonces que el docente le pidió permiso a Verónica para postular a Mateo junto a Federico Mendoza, de la orquesta de Maimará, para participar por “Bendecido”, el bandoneón que el grupo de luthieres reparó para ser donado. En total se presentaron seis candidatos para el sorteo.
El sorteo fue el lunes 10 de enero al mediodía, luego de que decenas de usuarios votaran a través de Instagram. Sin embargo, muchos allegados a Mateo no usaban esa app, por lo que debieron convencerlos para poder participar.
Pedro Galván, el mentor de la iniciativa, cuenta que la idea de sortear dos bandoneones nació a partir de su propia experiencia. “Conozco el costo económico que tienen y lo que ello implica: mucho trabajo y en muchos casos el desánimo por no lograrlo. Desde que lanzamos la campaña en nuestras redes, nuestros seguidores demostraron que hacerlo era importante y, sobre todo, necesario”.
Gracias a la gran ayuda del profesor Cruz, los vecinos y familiares que se sumaron a votar y la empatía de los luthiers, el gran deseo de Mateo se cumplió.
“Está inmensamente feliz y ansioso por la llegada de su bandoneón. No ve la hora de tocar y compartirlo con Federico Mendoza, el otro nene de la Orquesta de Maimara que participó del concurso pero no llegó a la final”, cerró Verónica.