¿Por qué la gente se resiste a que haya nuevas restricciones por la pandemia?

La sugerencia del toque de queda del gobierno nacional y la posibilidad de nuevos confinamientos no son aceptados tan dócilmente como en el inicio de los contagios de Covid-19. Hay razones que explican ese rechazo.

¿Por qué la gente se resiste a que haya nuevas restricciones por la pandemia?
Un gran número de la población parece resistirse a que prohíban las salidas y la sociabilización / Nicolás Ríos

Positivos, hisopados, reporte diario, camas UTI, certificado de circulación, salidas por DNI, sonrisas por pantallas, la oficina en casa, las noches entre cuatro paredes. Todo es parte del escenario que se vivió en 2020, tras la llegada del virus Sars CoV -2, que puso las vidas “patas arriba”, trastocó la forma de ver y vivir el mundo, cómo nos vinculamos y hasta cómo nos acercamos. Muchas de las medidas que se disponen para atenuar los contagios tienen que ver con restricciones a la circulación y la libertad de movimientos que son vividas por muchas personas como una gran carga.

Por eso, tras un pequeño respiro, los casos volvieron a subir y ya se piensa en nuevos límites. La mera posibilidad de regresar a esa situación ya despertó intensos rechazos, incluso muchos cargados de furia. La resistencia es fuerte.

Es que volver parece insostenible para una amplia proporción de la población, en particular para quienes por ello ven afectados sus ingresos. Esto incluye amplios sectores y desde esa perspectiva se comprende el embate. También pesa la posibilidad de no poder acompañar a los seres queridos.

“No nos gusta que limiten nuestras libertades, tenemos una situación y necesitamos adaptarnos, para lo cual se requiere tiempo, y eso es algo individual, que no a todos les lleva lo mismo”, explicó la licenciada en Psicología Tamara Lanza.

Los resultados dependen de qué tan rápido nos adaptamos. Pero, claro, es inevitable la referencia a los efectos de “la cuarentena más larga del mundo”, algo sobre lo que ya se ha advertido. Justamente el agotamiento de la gente en este plano es en lo que se han sustentado las autoridades del gobierno provincial para decidir habilitar y sostener aperturas: saben que ya no es tan fácil que la gente adhiera.

Percepción de riesgo

El desconocimiento sobre aquello que se debía afrontar y hasta el miedo pueden haber sido favorables a la adhesión de las restricciones a partir la disposición del aislamiento el 20 de marzo pasado. Sin embargo, con los meses los cuidados se fueron relajando y fue cada vez más difícil sostener las limitaciones.

La psicóloga consultada dijo que el miedo es una de las emociones por excelencia y puede favorecer ante ciertas respuestas y coartarnos para no actuar. Pero no cree que en el caso del Covid-19 se haya perdido.

En tanto, para el doctor Sergio Saracco, director del Observatorio de Salud Pública de la facultad Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo, lo que se ha perdido es la “percepción de riesgo”.

“Es clave tener una correcta información, porque mientras más tenga la gente, habrá más percepción de riesgo y en ese sentido es importante dar información con la verdad”, remarcó.

Demasiada información no necesariamente es buena y ya se ha hablado de la infodemia: el exceso que además va acompañado de datos erróneos y falsos.

Esta sobrecarga de noticias sobre el coronavirus ha terminado por cansar a muchos y generado el efecto contrario: agobio y desinterés.

“La estrategia a trabajar es reforzar la percepción de riesgo. Llegar a la idea de que me cuido porque tengo la convicción de que tengo que hacerlo”, subrayó.

Y luego agregó que cuando se toman medidas, a veces se terminan discutiendo otras cosas: “Se pone toque de queda a las 23, pero los pibes están toda la tarde amontonados en una pileta”, advirtió.

En tanto, el epidemiólogo Hugo Pizzi consideró que gran parte de la gente ha comprendido la gravedad de la situación y ha adoptado sugerencias y disposiciones. Por el contrario, cree que hay un grupo que descree de la situación y de las vacunas y son los que no adhieren.

Mencionó un estudio hecho recientemente en Buenos Aires en el que se determinó que 65% de la población se encontraban en el primer segmento.

A ellos se suman 25% de jóvenes: “Son los que circulan, es el mismo grupo que ha incomodado en los cinco continentes, el joven nunca le tuvo miedo y se sintió invulnerable”, consideró. “Se completa el 100 % con los grupos desafiantes que son antivacunas o que no creen en esto, son los que queman barbijos, por ejemplo. Pero los que se niegan cuando se enferma un familiar acuden desesperados al sistema olvidándose de todo lo anterior; tienen actitud desafiante cuando están sanos, pero cuando están en estado calamitoso están como ovejitas y piden los mejores especialistas”, señaló.

“Una vivencia que ya te marcó te limita un poco para aceptarlo otra vez. El imaginario se hace presente: no se quiere volver a pasar por esto, ninguno quiere dejar de tener contactos y la posibilidad de que esto vuelva genera tensión, miedo, ansiedad, expectativas por no saber qué va a pasar”, señaló Tamara Lanza en cuanto a la resistencia a un nuevo confinamiento.

“La cuarentena fue extensa y empezó temprano. Las personas necesitamos planificar, organizarnos con amigos y familia; esto nos llevó a pensar sólo en el presente, que sea un día a día, aceptar cosas que no están bajo nuestro control: puedo modificar mi presente, la rutina de mi casa, pero no lo demás”, señaló la profesional al advertir que eso cuesta mucho.

Destacó que la situación afecta aspectos sociales, económicos y los vínculos: “Dejamos de tener contacto directo con nuestros allegados, uno puede ser refugio en muchas ocasiones como ser reflexivo, buscar la paz interior pero el ser humano necesita contacto con el otro para sentirse vivo y durante la cuarentena el contacto se reemplazó por pantallas”.

Dijo que la otra cuestión es lo que pasa en el plano de la salud, que es innegable que hay un aumento de casos y gente que se relajó en los cuidados. Por lo tanto, es inevitable tener que afrontar esta realidad.

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