El 23 de abril es una fecha especial en Cataluña, donde se celebra Sant Jordi, un día lleno de tradiciones arraigadas en la historia y la mitología. La costumbre más destacada es el intercambio de regalos: libros y rosas.
Esta práctica, que se mantiene año tras año, tiene sus raíces en relatos antiguos y datos históricos que se entrelazan en una festividad única.
Según la leyenda, durante la Edad Media, un temible dragón aterrorizaba al pueblo de Montblanc, en Cataluña, devorando su ganado y amenazando con destruir la población. Para apaciguar al monstruo, los habitantes comenzaron a alimentarlo con sus propios animales.
Sin embargo, cuando se agotaron las provisiones, el dragón exigió sacrificios humanos. La elección de las víctimas se hacía al azar, hasta que un día salió el nombre de la princesa.
A pesar de las súplicas del rey, los ciudadanos se negaron a ceder, prefiriendo enfrentarse al destino que había cobrado otras vidas antes que la de la princesa.
Históricamente, en el siglo XV, se celebraba en el Palau de la Generalitat de Barcelona una Feria de Rosas por Sant Jordi, donde las parejas próximas a casarse participaban.
Los motivos que lo unen con el Día del Libro
La relación entre Sant Jordi y el Día del Libro surgió en el siglo XX. Inicialmente, se propuso celebrar el 7 de octubre en honor al nacimiento de Cervantes, pero en 1930 se cambió al 23 de abril. Esta fecha coincide simbólicamente con la muerte de Cervantes y Shakespeare, además de con la festividad de Sant Jordi.
Aunque la celebración del 23 de abril como Día del Libro se popularizó en muchos países, fue en 1995 cuando la Unión Internacional de Editores propuso a la UNESCO convertirlo en una celebración internacional.
Sant Jordi sigue siendo una festividad única, donde las calles se llenan de puestos de libros y rosas, y las personas intercambian estos regalos como muestra de afecto y cultura. Una tradición que perdura, recordando historias de valentía y celebrando la literatura en su máximo esplendor.