La disputa que comenzó en la diócesis de San Rafael junto con el retorno de la celebración de la misa el 13 de junio en medio del aislamiento social por el coronavirus, pero con la premisa de suministrar la comunión únicamente en la mano, generó un revuelo de tal magnitud en el clero y la feligresía que terminó por explotar pero en el lugar menos pensado: en el cierre del seminario diocesano Santa María Madre de Dios.
“Discutíamos donde colocar la pileta de natación y se terminó derrumbando la casa”, fue la frase que utilizó un fiel para graficar la situación que por estos días se vive en la diócesis del Sur mendocino. La decisión fue informada por el obispado, paradójicamente, junto con el nombramiento del nuevo rector, el padre Víctor Torres Jordán. “Siguiendo precisas instrucciones emanadas de la Santa Sede, ha tomado la decisión de cerrar el seminario a fin de este año, una vez terminado el ciclo lectivo de estudios del presente semestre”, indicaron.
Los problemas internos en la diócesis se profundizaron con la implementación del protocolo sanitario que se impuso para que retornaran las celebraciones litúrgicas en la provincia. Monseñor Taussig junto al arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, aprobaron que, como medida precautoria, se administrara la comunión solamente en la mano.
Esta decisión generó reacciones en la comunidad católica en el Sur, que solicitaban tener la libertad de recibir la comunión en la boca según lo establece la Iglesia. Hubo manifestaciones públicas pidiendo revertir la medida e incluso hay quienes pusieron de ejemplo al recientemente asumido obispo de San Luis, Gabriel Barba, quien en su primera misa suministró la comunión en la boca pero desinfectando sus dedos introduciéndolos en un recipiente con alcohol antes de darla a cada fiel.
El padre José Antonio Álvarez, vocero del obispado, explicó que la decisión del cierre del seminario “no se le ocurrió al obispo sino que es bajo instrucciones de la Santa Sede”. El sacerdote sostuvo que “dada la trascendencia internacional que ha tenido la desobediencia” de una gran parte del clero que son egresados de la institución religiosa y además varios son formadores o profesores actualmente, tomó intervención Roma y “como primera, no única medida, la Santa Sede entiende que debe ser cerrado el seminario y los seminaristas, reubicados para verse libres de esa influencia y formarse debidamente para el sacerdocio”.
“No es desobediencia a la Iglesia ya que la Iglesia universal permite que el fiel reciba la comunión en la boca o en la mano; es su derecho y no se le puede negar. Y hay formas de cumplir con la parte sanitaria sin socavar ese derecho, si no es estar en contra de una ocurrencia de él (por el obispo)”, sostuvo un presbítero que pidió que su nombre quedara en reserva.
Una determinación de tamaña trascendencia e impacto tomó por sorpresa a más de uno y no se comprende que un seminario que es el más populoso de Argentina, actualmente hay 39 seminaristas, con la mayor cantidad de sacerdotes ordenados desde que se fundó en 1984, con curas repartidos en todo el país y el mundo (actualmente tienen una misión en Cuba y atienden tres parroquias) y el índice de deserción más bajo (sólo un sacerdote colgó la sotana en los últimos 15 años) deba cerrar sus puertas para siempre.
Por ahora la decisión está tomada y en este semestre se irá ordenado cómo serán reubicados los seminaristas en los distintos institutos en el país. “Hay que ir hablando para ver qué disponibilidad tienen lo seminarios. Además se buscará el que el obispo crea más conveniente y esté aprobado por la congregación del clero. Es algo que se va a ir haciendo en este semestre, no está definido”, indicó el vocero del obispado.
En cuanto al seminario menor, donde asisten jóvenes en edad de escuela secundaria, el padre Álvarez informó que continuará funcionando normalmente.