A mediados de marzo del año pasado -y en el inicio del brote de la pandemia de coronavirus-, las clases presenciales fueron suspendidas en todo el país. Como ocurrió con muchas de las restricciones y medidas que se implementaron en ese momento en Argentina, en un principio estaba previsto que la suspensión se extendiera durante 14 días. Pero la pandemia fue recrudeciendo y las clases presenciales no retornaron en todo el 2020, por lo que la educación viró hacia la virtualidad. Incluso, durante gran parte del 2021 tampoco hubo clases presenciales en el país y en Mendoza, una de las provincias en que primero se regresó de forma física a las aulas, el regreso de todos los niveles recién se dio en la segunda mitad de este año.
Entre el 16 de marzo del 2020 y la primera semana de agosto de este año pasaron más de 16 meses, casi un año y medio (en calendario, aunque prácticamente dos ciclos lectivos) en que no hubo clases presenciales -plena- en Mendoza. Y en la provincia, más allá de los avances de la virtualidad y del esfuerzo de docentes, padres y alumnos, hubo un grupo de cerca de 30.000 estudiantes que quedó en un sitio de mayor vulnerabilidad ante esta situación: aquellos que en 2020 comenzaron primer grado de la Primaria y están terminando de transitar el segundo grado para pasar a tercero en el ciclo 2022.
Aprendizajes básicos como leer y escribir quedaron fuera de la plena presencialidad educativa -aunque ya a fines de la sala de 5 se comienza a abordar la temática- y bajo la responsabilidad de clases virtuales y del acompañamiento de sus padres y la familia. “Hablando con docentes de grado, nos hemos dado cuenta de que el deterioro ha sido grande. Cada papá enseñó como pudo a leer y a escribir, pero en la escuela la alfabetización se da por la parte fonética también y es clave que los docentes estén con los chicos. Los padres hicieron lo que pudieron, algunos docentes enviaban audios y pedían que se mandaran audios y videos. Pero la realidad es que se nota mucho la diferencia entre quienes debieron empezar a leer y a escribir durante la pandemia y la virtualidad”, destacó Vanina Avellaneda, quien es docente de primaria y se desempeña en el área de Acompañamiento a Niños con Trayectorias Débiles en una escuela de Las Heras. Desde el 20 de setiembre, la docente está trabajando con niños y niñas que están en vías de completar el segundo grado.
La directora de Planificación de Calidad Educativa de la DGE, Silvina Del Poppolo, destacó que desde hace un tiempo comenzó a implementarse en Mendoza el programa de alfabetización Queremos Aprender y que ha permitido integrar a la sala de 5, primero y segundo grado de la primaria como una fuerte unidad académica. “Con este programa se vino a desinstalar la idea de que se alfabetiza únicamente en primer grado. De hecho, se comienza fuertemente en sala de 5. Y si se detectan trayectorias disímiles en segundo grado, se dan plazos más largos para la alfabetización y que incluyan tercer grado si es necesario”, detalló la funcionaria escolar.
Del Poppolo señaló que al tomar parte de la sala de 5, primero y segundo grado como una unidad pedagógica, los objetivos se trabajan de forma integral en ese período y no divididos específicamente por años o grados. “Entendiendo que la alfabetización se trata de un proceso continuo, se trabaja con el objetivo de que los chicos cierren esta unidad sabiendo leer”, se explayó.
En 2022, el Censo de Fluidez Lectora se tomará en chicos que se encuentren en tercer grado -precisamente quienes comenzaron primero con la pandemia- y que es, además, el último año del primer ciclo de la Primaria. “Cuando se hace en el chico una evaluación leyendo en voz alta en tercer grado, sirve para evaluar lo que se logró en primero y segundo. Como parte de Queremos Aprender, además, se avanzó mucho en la formación de casi 2.000 docentes por año en 2019 y 2020 para que puedan acompañar a los chicos en el proceso”, detalló Del Poppolo. Además, la directora de Planificación de Calidad Educativa indicó que la importancia de este proyecto es que está basado en evidencia científica y en educación emocional.
La necesidad de refuerzos
Lorena es comerciante y, además, está estudiando. En 2020, su hija Delfina debió cursar todo el primer grado de primaria de la escuela Presidente Quintana (Ciudad) en la virtualidad, mientras que este año transitó gran parte del segundo también a la distancia. Recién el 23 de agosto Delfi -quien tiene actualmente 7 años- regresó a las aulas.
“Realmente la virtualidad fue muy difícil, porque uno no tiene las técnicas como para explicarle bien a los chicos. En el jardín ya nos habían dado algunas técnicas para enseñar las letras y a leer, mientras durante todo el año pasado –el primer grado de Delfina- las seños nos mandaban audios sobre cómo enseñar a leer a los niños. Nos daban tips y recomendaciones sobre cómo mover la boca y cómo hacer sonidos para que identifiquen letras y palabras”, destacó Lorena.
Vanina Avellaneda está trabajando en el área de Trayectorias Débiles de la escuela Sargento Cabral, de Las Heras. Y si bien la maestra hizo hincapié en lo que es la alfabetización básica, aclaró que en Matemática también se evidencian distintas dificultades con los chicos por estos días. En ese sentido -sostuvo- esta realidad tiene que ver también con el hecho de que quienes cursaron primer grado y gran parte de segundo en la virtualidad y sin estar con sus docentes, también evidencian complicaciones en las operaciones más básicas de la matemática como son la suma y la resta.
“Los acompañamientos a las trayectorias débiles empezaron el 20 de setiembre pasado. Consiste justamente en hacer un acompañamiento a todos los alumnos que han tenido complicaciones en el aprendizaje y han faltado mucho a clases (incluso a las virtuales). El hecho de que, por la pandemia, se haya empezado con los acompañamientos a partir de fines de setiembre y no desde principios de año es otro problema. Porque, ya de por si los aprendizajes han sido escasos durante la virtualidad y se piden exigencias básicas. Dentro de eso, durante el acompañamiento de trayectorias débiles se enseña y hace hincapié en la resolución de operaciones y problemas (en Matemática) y en velocidad y comprensión lectora (en Lengua). Pero todo lo demás sigue sin seguirse de cerca”, destacó Avellaneda, basándose en su experiencia en el área.
Para la docente, las consecuencias de estos casi dos años de virtualidad y sin un acompañamiento presencial permanente a los niños que comenzaron la primaria en este período se van a evidenciar y acrecentar con el paso de los años. “Lamentablemente es probable que no tengamos buenos profesionales a futuro, pero es algo que se va a dar en general. Muchos chicos de séptimo grado, por ejemplo, están saliendo con pocos conocimientos y se les exige cada vez menos. De esta manera, ellos van a estar peor preparados para enfrentar el secundario y, necesariamente, va a ser menos exigente. Todo esto se ha agudizado con la pandemia, es como una especie de bola de nieve”, destacó la maestra.
Como propuesta para intentar contrarrestar esta realidad, la maestra indicó que sería positivo que este espacio (de Acompañamiento a las Trayectorias Débiles) se mantenga durante los próximos años, indiferentemente a las pandemias. “Sería bueno que se institucionalice, con espacios curriculares y físicos, por ejemplo”, destacó.
Padres y madres hacen lo que pueden
Delfina completó todo el primer grado en la virtualidad y está terminando segundo grado luego de un año con modalidad semipresencial (hasta setiembre tuvo clases virtuales, mientras que la última parte es presencial). Su mamá, Lorena, hizo de todo -y más- para que esta etapa de aprendizajes claves sea fructífera y no queden secuelas en su aprendizaje.
“Las propias maestras de Delfi y otra docente que es amiga mía me recomendó enseñarle a juntar letras y sonidos a Delfina para que las reconozca. Y yo le dediqué mucho tiempo de estar sentada con ella, de buscar algunas alternativas para que pueda hacer los ejercicios o la tarea e, incluso, una mamá me recomendó un libro. En base a eso empezamos a unir letras y leer palabras cortas para que las reconociera”, destacó Lorena.
La joven madre destacó que el proceso que debió recorrer con su hija fue largo e, incluso, muchas veces difícil ya que no sabía cómo hacer para que su hija entendiera. “Había que buscar mil formas. Costaba incluso mucho que se siente a estudiar, a hacer tareas; porque empezó una etapa que no incluía tanto juego como era en el Jardín. Pero íbamos poniendo pequeñas metas, la seño me daba algunos tips también y eso ayudó”, rememoró.
También en el regreso físico al aula, la niña tuvo algunas complicaciones. Y es que luego de casi dos años con su madre constantemente al lado para hacer y explicar las tareas y ejercicios, Delfi se encontró de un día para el otro sentada sola en el banco. “Incluso, no tenía ejercitado lo de mirar al pizarrón y escribir lo que allí escribía la señorita, por lo que durante el primer mes no alcanzaba a copiar todo. Fue todo una adaptación”, se sinceró la madre.
Sin embargo, Lorena bien sabe que -a diferencia de Delfina- hay otros chicos y chicas que también pasaron por los primeros dos años de Primaria durante la pandemia y que, por desgracia, no pudieron contar con la compañía permanente de sus padres. “Conozco a otras mamás a quienes les costó más, con chicos chiquitos que se enojaban y no querían sentarse a hacer las tareas. La pandemia ha sido difícil, pero la seño nos pedía que le mandáramos videítos y audios de la lectura, para que ella pudiese seguir a los chicos”, cerró Lorena.