Por la crisis, tres de cada 10 ex prostitutas volvieron a las calles en Mendoza

Las necesidades económicas y el desempleo forzaron a trabajadoras sexuales a volver a las calles. Organizaciones dedicadas a contenerlas notan un incremento en la oferta.

Durante la pandemia la cifra de quienes ejercen la prostitución se incrementó por las difíciles condiciones económicas. Es difícil cuantificar porque muchas se ofrecen en las redes sociales. Foto: Los Andes
Durante la pandemia la cifra de quienes ejercen la prostitución se incrementó por las difíciles condiciones económicas. Es difícil cuantificar porque muchas se ofrecen en las redes sociales. Foto: Los Andes

Miles de mujeres en todo el mundo se han visto obligadas a volcarse o reincidir a la prostitución en estos tiempos de crisis económica y creciente desempleo. Mendoza no es la excepción, de acuerdo con dos organizaciones que trabajan, cada cual por su lado, para erradicar este flagelo ligado al delito, la mafia y la trata de personas.

Por un lado, lo corrobora la Pastoral Guadalupe, dependiente del Arzobispado de Mendoza. Por otro, el Comité Ejecutivo de Lucha contra la Trata, que depende de la Jefatura de Gabinete de Ministros de Nación y que posee una delegación local.

El padre Daniel Forconesi, de la Pastoral Guadalupe, admitió que la prostitución se incrementa de manera significativa en estos tiempos, aunque no precisó datos estadísticos. Sin embargo, su red de voluntarios maneja cifras elocuentes, aunque únicamente referidas a quienes trabajan a la vista, ya que es difícil determinar la franja que lo hace a través de redes sociales, hoteles o departamentos.

De este modo, sostienen que en distintos puntos del Gran Mendoza una de cada 10 prostitutas es nueva y tres de cada 10 se vieron obligadas a reincidir pese a haber logrado dejar la calle durante un tiempo.

“Hay mujeres que han salido a la calle, ya sea reincidiendo o iniciándose, para buscar su sustento para sus hijos”, admitió el padre Daniel, para agregar: “Fue y sigue siendo difícil de cuantificar”.

Los voluntarios de esta agrupación trabajan de manera anónima para preservarse de los riesgos que conlleva su labor, basada en contener a trabajadoras sexuales a través del acompañamiento profesional.

Se las acompaña en lo educativo, psicológico, médico y laboral, utilizando herramientas como charlas, talleres laborales y apoyo a microemprendimientos.

El sacerdote insistió en que se multiplican las jóvenes y menores de edad que encuentran en la prostitución una manera rápida de ingresos en medio de esta crisis que se inició, incluso, antes de marzo de 2020.

Voluntarios en zonas rojas

Los voluntarios se ocupan durante las noches de recorrer las calles y abordar a las personas en situación de prostitución. Lo hacen de distintas maneras, acercándoles café y mercadería, asistiendo a quienes se encuentran aisladas por Covid-19 y, fundamentalmente, a través del diálogo.

Las zonas más comprometidas son las del carril Rodríguez Peña, el Acceso Sur, la Cuarta Sección y las calles José Federico Moreno, Salta y Montecaseros de Ciudad, además de la ruta 7 camino a San Martín y de la Costanera, desde la terminal de ómnibus hasta el aeropuerto. En la mayoría de estos sectores llegan camiones provenientes de países limítrofes constituyéndose sus conductores en los principales “clientes”.

Pobreza y desesperación

En diálogo con Los Andes, el político y activista Gustavo Vera, a cargo del Comité Nacional de Lucha Contra la Trata y máxima autoridad de La Alameda, una organización que trabaja contra la explotación infantil, el narcotráfico y la prostitución, aseguró que este último flagelo “crece debido a la vulnerabilidad que genera la pobreza que se vive”.

“La desesperación lleva cada vez a más jóvenes y adolescentes a conseguir dinero fácil y rápido”, indicó. Vera destacó el rol que cumple el ámbito virtual, que abre las puertas a la clandestinidad y a ofertas engañosas.

En definitiva, concluyó, la oferta sexual se incrementa en este contexto dramático alentada por las nuevas tecnologías.

Clara Fox, mendocina radicada en Buenos Aires, activista y conocida referente de mujeres trans, admitió la reincidencia de “muchísimas compañeras” debido a los coletazos de la pandemia.

Aseguró que se advierte a simple vista. “Casa Roja, en Constitución, donde acuden las prostitutas como lugar de encuentro frente a la violencia y el hostigamiento, está cada vez más concurrida”, alertó a Los Andes.

“Se puede salir y ganar dinero de otro modo”

Martina ríe y llora con la misma facilidad cuando se remonta a su pasado y recuerda la primera vez que salió a la calle a trabajar como prostituta. Tenía 17 años y un hijito de 2.

Hoy tiene 43 años, es abuela y sonríe cuando trae a la memoria el primer trabajo que logró cuando salió de aquel mundo que prefiere “bloquear” de su mente: era bachera de eventos, se la pasaba lavando platos pero con una felicidad indescriptible.

Sin embargo, se quiebra cuando vuelve a vivir las lluvias y las noches heladas que soportaba, siempre en la misma esquina céntrica, con el firme objetivo de volver a casa con unos pesos y abrazar al puñado de hijitos que la esperaba.

Durante años realizó un trabajo que rechazaba. Para ella el dinero que se gana no es fácil, como muchos opinan. La vida de la calle es “durísima y dolorosa”, asegura, sobre todo para mujeres como ella, que era consciente de que debía regresar sana y salva cada noche.

En esos años nacieron sus tres hijos mayores, todos de parejas distintas e inestables que se alejaban apenas quedaba embarazada. Hasta que conoció al papá de su última nena, hoy de 9 años, quien la alentó a salir de ese oscuro mundillo. Ya no están juntos, pero Martina le debe la vida.

La gratitud hacia aquel hombre del que se enamoró a primera vista es la misma que siente hacia la Pastoral Guadalupe, agrupación que no ve a la prostitución como un trabajo sino como una violación a los derechos y una salida para mantener a la familia.

Es que Martina fue “tierra fértil” para esos voluntarios que la aconsejaron y la siguieron de cerca: al poco tiempo se insertó como empleada doméstica, se capacitó en peluquería y, como si fuera poco, se sumó al equipo que recorre las calles para asistir a chicas en vulnerabilidad. “Todas chicas como lo fui yo”, ejemplifica. “Jamás volvería -advierte-. Doy fe de que se puede ganar dinero de otro modo”.

Con valentía, tiempo atrás les confesó a sus hijos, ya adultos, cómo se las había arreglado para sobrevivir. “No podía guardármelo, agradezco haberles contado, supieron entender”, reflexiona. En su primera charla sobre su pasado después de años de haber borrado aquella vida de la que se enorgullece sentirse alejada, Martina se define como una mujer feliz. El costo fue alto, pero lo logró. “No me arrepiento, fue por mis hijos. Y demostré que mi lucha tuvo sentido”, concluye.

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