La de Silvana Lardet parece una historia típica argentina, una sucesión de episodios que definen al país. El inicio de este cuento de nunca acabar se dio el 2 de mayo de 2012 cuando en el cruce del carril Maza y Alsina, en Luzuriaga, Maipú, sufrió un accidente con su moto. Pasaron ya 10 años y nunca imaginó todas las peripecias que iba a atravesar a partir de ese día: desde retrasos en la obra social, vaivenes económicos, coletazos por la pandemia, crisis de anestesistas y ahora falta de insumos médicos y de precios.
Silvana debe ser sometida a un reemplazo de cadera en el hospital Central, pero no solamente no ha podido operarse sino que las consecuencias fueron mucho más profundas de lo imaginado. Como madre y sostén de hogar, esta mujer que era empleada doméstica quedó desempleada y discapacitada. En el medio, padeció y aún padece una serie de conflictos sin fin, todos relacionados con la burocracia argentina.
Lo cierto es que ahora su obra social, Incluir Salud, que es nacional y le descuenta un dinero todos los meses, prometió una solución para estos días, aunque hasta ahora no hay nada. “La cirugía inicial estaba prevista para el 3 de mayo de 2021. Es casi un chiste. Pasaron más de dos años y necesito el reemplazo de cadera porque el dolor es insoportable y vivo medicada, amén de otros problemas que me trajo, como depresión. Tuve que trasladar mi cama al comedor porque, de lo contrario, quedaba aislada en mi cuarto”, relató a Los Andes.
“Parece una maldición, pero sé que ahora el país sufre otro tipo de problemas: falta de importación, falta de precios, de insumos médicos. Esto es una rueda que nunca termina de dar vueltas”, puntualizó la mujer.
“Desde la obra social, que antes se llamaba Profe, me dijeron que se cambió de proveedor y que la prótesis, que no se fabrica en el país, iba a estar. Pero nada. Nadie me ha llamado, entonces opté por un reclamo judicial. Si en un mes no tengo una respuesta haré una denuncia por abandono de persona”, advirtió.
Silvana comentó que hasta su traumatólogo está al tanto de este caso y a la espera de que la ortopedia asignada se expida sobre la llegada del insumo. “Mi último reclamo fue el 7 de agosto, estoy cansada. Voy a esperar un mes y, mientras tanto, jamás dejo de reclamar. Ya no sé a qué responden las demoras porque a esta altura en el país sucede de todo”, opinó.
Vivir aislada
Hasta antes de mayo de 2021 al menos Silvana podía moverse en colectivo, pero ya ni eso. “Ahora no, estoy en casa, no salgo a trabajar ni a tomar aire a una plaza porque eso implica tomar un taxi o un remís y son valores que no puedo afrontar, que prefiero conservar para cuando debo trasladarme a una consulta médica o al hospital a retirar la medicación”, amplió.
Si bien sigue con la misma medicación, las dosis van modificándose, incluso los horarios. También debe tomar para la artritis y para su salud mental, que se vio severamente afectada a partir de lo sucedido.
Entonces repasa aquel accidente en el que milagrosamente, a pesar de las consecuencias, salvó su vida. “Estuve desde que ingresé al hospital, el 2 de mayo de 2012, hasta el 15 de agosto de ese año internada y me fui de alta con catéter y medicación endovenosa cada ocho horas. Dos de mis tres hijos, en ese entonces muy pequeños, se encargaban de preparar la medicación para pasarla al suero y colocarlo en el catéter. Mi único hijo varón salió a trabajar para colaborar en la casa”, recordó.
A partir de allí, en distintas fechas fue nuevamente internada para limpiezas quirúrgicas y retiro de material. “Salí en silla de ruedas y estuve alrededor de un año en ese modo. Desde entonces con andador y había momentos en los que podía dejarlo y subir al colectivo, pero ya hace dos años que solamente salgo de casa para ir al médico o, muy rara vez, a visitar a alguien porque para todo hay que pagar un taxi y en este momento cuesta para mis recorridos algo de 1.600 pesos. Entonces directamente opté por no darme más ese lujo”, repasó.
Una historia sin fin
Silvana tiene 45 años, vive en Las Heras y el dolor más insoportable lo siente en el fémur derecho. Recuerda con tristeza aquel episodio que le cambió la vida, pero también con agradecimiento al hospital Central: “Los médicos me armaron de nuevo”, graficó.
Tras años de reponerse y volver al quirófano, la fecha estipulada para reemplazar su cadera era el 3 de mayo de 2021. Pero sucedió un conflicto gremial con los anestesistas y la operación tuvo que suspenderse. En aquel momento se postergaron numerosas cirugías y se aprobó la emergencia en el rubro. El calvario empezó ese día.
Silvana había logrado que Profe -así se llamaba la obra social ese año- le otorgara la prótesis, que había llegado dos semanas antes. También se había realizado todos los estudios prequirúrgicos de rigor.
“Se me hace insoportable convivir con el dolor, pero también entiendo a los profesionales que luchan por su salario. Yo misma estuve meses internada en el Central cuando sufrí el accidente y viví en carne propia el trabajo a pulmón de los médicos, a quienes, en muchos casos, les faltaban insumos”, dijo a este diarioen ese momento.
“Ojo, todo esto que estoy viviendo es terrible, pero al menos puedo contarlo. Pudo haber sido peor pero llevaba colocado el casco”, expresó. De todos modos, las complicaciones se fueron sumando día a día. Además de no poder seguir trabajando, a Silvana le quedó una discapacidad motriz (no puede doblar la rodilla derecha), obesidad mórbida, hipertensión, artrosis y, en los primeros tiempos, líquido en los pulmones y una gran depresión.
“Permanecí 14 días en terapia intensiva y tres meses internada. Fueron tiempos muy duros y resultó mucho peor todo lo que vino después”, relató la angustiada mujer.
Lo cierto es que la artrosis, que avanzó a pasos agigantados, hizo estragos en su cuerpo, al punto de necesitar de manera imprescindible una prótesis. Rambién debe solucionar otro tema a través de una nueva intervención, ya que su muñeca izquierda perdió rigidez.
Entre el desánimo y la resignación
En la anterior entrevista con Los Andes, cuando todavía tenía esperanzas, había dicho: “Me considero una buena paciente en el amplio sentido de la palabra. Soy una persona que sabe esperar. Esto no me va a desanimar, estoy dispuesta a tener paciencia y quedarme tranquila hasta que se resuelva el conflicto”.
“En cierto modo entiendo que un médico trabaja con la vida de un enfermo y tiene que cobrar como tal. Más allá de que esta situación me afecta en forma directa, creo que el Gobierno no se está portando como corresponde con los anestesistas”, agregó, sin imaginar que en agosto de 2023 todavía el problema iba a seguir sin resolverse.
También asumió que gran parte de su condición actual es el resultado de no haber cumplido estrictamente con la rehabilitación que se le indicó desde un primer momento. “Fue tan grande el impacto emocional que no quedé en condiciones de hacer lo que correspondía. Estaba muy deprimida. Fue pasando el tiempo y los músculos se atrofiaron, así que esto me genera un dolor importante en la ingle porque los huesos rozan por la pérdida de líquido”, confesó.
Hoy los días de Silvana son parecidos, rutinarios y sin proyectos. “¿Las responsabilidades? Ya ni sé a quién corresponden. Sólo sé lo que yo estoy pasando y no se lo deseo a nadie”, concluyó resignada.