Desde el jueves 12 de mayo, momento en que llegaron al Santuario de Elefantes de Mato Grosso (Brasil) hasta hoy, lunes 23 de mayo, pasaron exactamente 11 días. Claro que si se tiene en cuenta que las elefantas asiáticas Pocha (65) y Guillermina (23) recién dejaron los contenedores en que viajaron -y a los que habían entrado el 7 de mayo en el Ecoparque de Mendoza- y volvieron a encontrarse cara a cara en uno de los patios de entrada del predio brasileño ya durante la medianoche del viernes 13, este lunes están cumpliendo entonces sus primeros 10 días instaladas y activas en el lugar.
Al llegar a este décimo día de su nueva vida, Pocha y Guille ya parecen haberse adaptado a la perfección al lugar. Las elefantas ya abandonaron los patios reducidos donde estuvieron durante los primeros días, de a poco han ido viendo cómo se acercaban algunas de las otras 5 hembras asiáticas que las esperan para sumarlas a su manada en el sector y hasta han interactuado con situaciones que jamás habían vivido. Pocha y Guille comienzan a adentrarse –de a poco y con mucha atención- en la inmensidad del santuario.
Ya la semana pasada, mientras todavía las dos elefantas que llegaron de Mendoza estaban en uno de los patios delanteros, Lady (la elefanta más antigua del lugar) se acercó para “curiosear” a sus nuevas vecinas e ir dándoles la bienvenida, con vallas de por medio. Sin embargo, ya fuera de estos patios y mientras Pocha y Guille van conociendo y explorando todo el lugar, esta mañana merodeó por la zona otras de las inquilinas (Maia). Las “ele” –como les llaman cariñosamente- comienzan a sentirse cómodas en su nuevo vecindario y van adaptándose al lugar donde vivirán dignamente lo que reste de sus vidas.
Guillermina “conoció” un árbol
Debería ser un momento rutinario y simple, como tantos otros. Pero lo inédito de la situación no hace más que confirmar, por un lado, las terribles condiciones en que las paquidermas vivieron durante décadas. Y es recién a sus 23 años, Guille pudo tener por primera vez en su vida un árbol delante de ella. La joven elefanta refregó su trompa una y otra vez en el tronco, y jugó con él como si se tratara de algo ajeno y atípico a su vida y su rutina. Pocha, en tanto, también disfrutó –con nostalgia y melancolía- de poder volver a palpar un árbol, algo que no hacía desde muy jovencita.
A este episodio se sumó la alegría y el entusiasmo con que el responsable del Santuario (Scott Blais) las encontró cuando se topó con ellas mientras se daban un “baño de barro” en el lugar (algo que tampoco podían hacer durante su cautiverio en el ex Zoo y actual Ecoparque de Mendoza y que Guille tampoco había experimentado jamás).
Mientras exploran rincón por rincón, árbol por árbol, lodazal por lodazal el lugar, las elefantas –además- comienzan a comunicarse. Tras años enteros de silencio y traumas, los encargados del Santuario de Elefantes de Brasil confirmaron además que es cada vez más común escucharlas barritar (así se conoce al sonido que emiten). De hecho, es como si intentaran comunicarse con las otras elefantas del lugar y conectar con el resto del entorno. Esa constante “vocalización” que se ve en las nuevas habitantes del lugar no hace más que evidenciar el buen ánimo y la adaptación que están teniendo.
Guille, la valiente
Mientras ambas elefantas vivieron en el ex Zoo y actual Ecoparque de Mendoza, Guillermina siempre se mostró a la sobra de su mamá, Pocha. De hecho, quien tomó la iniciativa para comenzar a ingresar a los contenedores en los preparativos previos al viaje fue la elefanta “viejita”, mientras que Guille la seguía.
Pero en esta nueva vida, Guillermina parece dispuesta a ser más protagonista. Ya durante la tarde el 12 de mayo, cuando llegaron a Brasil, fue la elefanta joven la primera en salir del compartimiento y pisar el suelo del santuario. Una vez que su hija estuvo acomodada, Pocha abandonó su contenedor y la siguió.
Esta actitud se mantiene por estos días e Guille, y es ella quien arranca con las caminatas exploradoras y donde dan rienda suelta a la curiosidad. Mientras la más joven toma la posta, su madre –ya experimentada- la va siguiendo.
Ya sea desde los perfiles de Facebook, Instagram y Twitter del Santuario de Elefantes de Brasil (donde suelen hacer transmisiones en vivo), así como desde las páginas de otras comunidades –como por ejemplo “Proyecto Ele” o “Elefantes Unidos del Sur”- suelen compartir diariamente fotos y videos del minuto a minuto de Pocha y Guille, las vecinas más famosas del Santuario de Mato Grosso por estos días.
Y es que estos 10 días han significado algo totalmente distinto a lo que las elefantas vivieron durante gran parte de sus vidas. Son 10 días de un entorno de libertad, 10 días sin estar al fondo de una fosa de piedras y cemento, donde solamente podían ver en el horizonte muros de piedras, y más piedras. Son 10 días que madre e hija llevan vividos en el santuario ubicado en el medio de la selva y con abundante vegetación a su alrededor, algo que debería ser totalmente normal para animales silvestres. Pero que en la realidad no lo es.