El impacto del cambio climático genera innumerables problemas y modifica hábitos o conductas a fin de sobrellevar una situación compleja para la humanidad. En Mendoza, los árboles no son ajenos a este fenómeno y lo sufren en el agua que necesitan para vivir. Por ello, especies forestales que requieren poco riego han empezado a ser plantadas para añadir ejemplares o reemplazar los que, en parte debido al fenómeno global, terminan cayendo.
Desde la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial de Mendoza vienen trabajando en lo que se conoce como Censo de Arbolado Público, el cual se hace a través de una herramienta tecnológica única en Latinoamérica.
Pero, más allá del recuento de forestales, su especie y condición, hay un dato que preocupa y es la crisis hídrica en la que se encuentra nuestra provincia. El contexto se agrava con el paso del tiempo y golpea de lleno a los forestales en todo Mendoza.
El propio secretario de Ambiente, Humberto Mignorance, entiende que hay una relación –no directa pero relación al fin- entre esta problemática y los árboles, que requieren del agua para subsistir. De hecho, en algunos municipios, en Ciudad y Godoy Cruz por ejemplo, se están colocando forestales que requieran menor cantidad de agua.
Especies como las acacias y fresnos europeos, tipas y moreras híbridas son de fácil adaptación al suelo provincial en tiempos de crisis hídrica. No así casos como olmos o paraísos, que requieren mayor cantidad de riego.
Según especialistas, un árbol necesita agua desde el momento en el que le salen hojas y todo dependerá de las condiciones meteorológicas, del tipo de árbol, del tamaño que se ha plantado y de las condiciones del lugar para que afiance sus raíces y se mantenga saludable.
Las consecuencias que trae el cambio climático a los forestales generan lo que se conoce “estrés por déficit hídrico”, debido a la escasez de agua en el ambiente, disminución de las defensas y, por tanto, la proliferación de toda una serie de organismos dañinos para la salud del árbol como hongos, virus, defoliadores y perforadores, entre otros.
La acción del Zonda
En Mendoza y en Cuyo en general, el viento Zonda es un fenómeno característico de la zona. En los últimos años, las ráfagas han generado situaciones extremas para la población y para los árboles en particular.
Hace algunas semanas, el viento sopló con fuerza en el Norte de la provincia y provocó una masiva caída de árboles y ramas en diferentes departamentos. “Viento Zonda siempre hubo en Mendoza, pero hemos notado cómo las fuertes ráfagas, porque baja como lenguas y no parejo, han destruido árboles sanos, por ejemplo”, expresó Mignorance. También reconoció que los municipios, al poder acceder al sistema de Mi Árbol, “pueden realizar su relevamiento y reconocer qué especie de árbol fue afectada por el Zonda, para así efectuar las tareas correspondientes”.
Números del censo
En la Casa de Gobierno, Humberto Mignorance y demás autoridades provinciales, dieron a conocer ayer los nuevos números del Censo de Arbolado Público, el cual comenzó el año pasado.
En esta etapa del relevamiento de forestales de los municipios del Gran Mendoza, sumado Lavalle, se conoció que fueron censados 653.000 árboles pertenecientes a la vía pública, incluidos los del parque General San Martín. En la presentación anterior, que fue dada a conocer en diciembre pasado, los forestales censados habían sido 615.000.
En cuanto al total de kilómetros recorridos, también hubo una variación respecto al relevamiento anterior, ya que fueron 3.300 en total. El área del vuelo fotogramétrico fue de 2.000 kilómetros cuadrados.
Sobre la aplicación Mi Árbol, la misma dispone de una versión de acceso especial para técnicos municipales responsables de las áreas de arbolado de sus municipios y otra de acceso general de la ciudadanía. Fue concebida para acceder a múltiples capas de información: árboles según especie, estado vital, tocones o nichos vacíos. Cuenta con una cámara 360° y una cámara Lidar y se adquirió mediante una adjudicación contractual de un millón de dólares.
Esta herramienta permitirá a las áreas de arbolado municipales implementar mejoras en la gestión de reclamos, planificar el manejo o dar de alta sitios nuevos. “Cuidar nuestro bosque urbano es de alto valor ambiental y garantía de calidad de vida. Implica un avance para nuestro ambiente. Estamos honrando la cultura del árbol heredada que transformó el paisaje árido a través del riego y del bosque urbano como ejemplo histórico de resiliencia. Y hacia el futuro, porque es afrontar los desafíos del cambio climático y la expansión urbana”, explicó Mignorance tras una conferencia de prensa.
Los beneficios de tener árboles
Argentina es un país que cuenta con enormes áreas verdes, a las que se suelen llamar bosques urbanos. Todos estos conjuntos de árboles son parte de la vida en el planeta y presentan grandes beneficios para la sociedad.
Entre sus múltiples cualidades, los árboles se encargan de refrescar la ciudad hasta aproximadamente 10 grados, absorben todo el carbono (CO2), que es el causante principal del calentamiento global, almacenando y removiendo el dióxido de carbono, mientras al mismo tiempo liberan oxígeno hacia el aire.
Los forestales también generan oxígeno y, por ejemplo, una sola hectárea de árboles tiene la capacidad de proporcionar oxígeno para unas 10 personas aproximadamente.
La sombra de cada ejemplar es importante para disminuir la evaporación del agua en el césped. En su mayoría, los árboles que están recién plantados requieren sólo de 60 litros de agua a la semana en la primavera. Cuando los árboles transpiran, se incrementa la humedad en la atmósfera.
Por otro lado, se sabe que los forestales amortiguan el impacto de los fenómenos naturales ya que disminuyen el escurrimiento del agua, atrapando así el líquido que proviene de las lluvias y permiten que fluya por todo el tronco, así como también hacia la tierra que se encuentra debajo de los árboles, evitando que el agua de lluvia se lleve los contaminantes hasta los ríos. También actúan como una “esponja”, que se encargan de filtrar el líquido y la usan como alimento para el suministro de agua subterránea.
Además, los bosques urbanos protegen y recuperan los suelos. Hacia las laderas de las montañas, las pendientes de los ríos y de los arroyos, los árboles son de gran ayuda para mantener la escorrentía. Es así que mantienen el terreno en su lugar, formando una barrera natural contra las inundaciones o contra los desbordes de los cauces.