Pascual Porco hijo, y al mismo tiempo padre, recibe a Los Andes en la sucursal de Arístides Villanueva al 471. En la entrada del local hay una enorme fotografía del primer barbero de la familia, un inmigrante italiano que llegó a Argentina tras la Segunda Guerra Mundial.
Además de tijeras, peines, máquinas y navajas, esta peluquería está repleta de objetos curiosos y antigüedades. Desde un pequeño cañón de hierro hasta armaduras medievales.
“¿Qué nos vamos a hacer?”, me pregunta el dueño al verme parada en la entrada del local. Me doy cuenta rápidamente que me ha confundido con una cliente. Tras la aclaración nos sentamos en una pequeña mesa del salón.
Pascual sonríe con calidez al tiempo que cuenta los detalles del Campeonato Mundial de Peluqueros, Barberos y Maquilladores. Uno de sus hijos, también peluquero, se acerca a saludar y ofrece un café.
Estoy hablando con el presidente de la Confederación Mundial Libre de Peluqueros, Pascual Porco, el hijo del barbero Pascual Porco y el padre del peluquero Pascual Porco.
–Contame de tu papá ¿Cómo llega a convertirse en barbero?
–Mi papá estuvo en la Primera Guerra Mundial. Cuando terminó, por cómo habían quedado las cosas, sabían que iba a haber otra guerra. Todos los chicos iban a instrucción militar. En Alemania, en Italia, en Francia, en España y en todos lados. Iba dos o tres veces por semana y para poder llegar tenía que salir del campo. Desde donde él estaba, entre las montañas, podía ver la ciudad. Él no quería trabajar en la tierra, como había trabajado toda su familia.
En la entrada del pueblo había una peluquería de hombres, una barbería. Él se quedaba afuera mirando y los muchachos que estaban ahí, que no querían competencia, lo corrían.
Entonces, ¿qué es lo que hacía? Les llevaba una bolsa de verdura y fruta y les decía “yo les traigo esto cada vez que venga y ustedes me dejan mirar desde afuera”. Le dijeron que sí y estuvo como un año y medio o dos así.
–¿Cuántos años tenía?
–Tenía entre 10 y 11 años. Cuando él ya tenía 16 años, 17, estalla la Segunda Guerra. Él ya cortaba el pelo y hacía algunas cositas. Pasaron por el pueblo, lo levantaron y se lo llevaron a él y a su hermano. Durante la guerra estuvo prisionero en dos campos de concentración. Del primero salió porque Mussolini se había aliado con Hitler, pero como después asesinaron a Mussolini, los alemanes tomaron a los italianos para que no se volvieran en contra y ahí lo mandaron a Auschwitz. Ahí ya se quedó hasta el día que terminó la guerra. Cuando llegaron los americanos fueron y le preguntaron si querían ir con ellos o se quería ir a su casa y mi papá dijo: “No, me quiero ir a mi casa”.
Durante la guerra, a él le habían hablado mucho de un país que estaba en el Sur de América y que era muy rico. Era el granero del mundo, como le decían a la Argentina. Empezó a indagar y encontró un lugar en Villa Jovita, en Mendoza, y se vino para acá.
–¿Vino solo?
–Vino solo, trabajó y al año se trajo a toda la familia: a las hermanas, a la madre y al padre. Todos tenían un trabajo diferente. Él hacía peluquería, al papá de él le puso un corralón, les compró una vaca con un toro y pusieron un tambo y las mujeres cosían para The Sportsman. Un día, una mujer le dijo que tenía una sobrina muy linda en Italia, le mostró una foto y le preguntó si se quería casar con ella y se casaron. Ella allá y él acá. Un sobrino representaba a mi papá allá y una tía de mi mamá la representaba a ella acá. Después mi mamá se vino en barco teniendo 16 años y estuvieron juntos hasta que fueron viejitos.
–¿Cuántos hijos tuvieron?
–Tres varones. Los tres barberos.
¿Y a vos te gustaba la peluquería?
Al principio no, porque era como algo obligado. Mi carrera frustrada fue Derecho, pero era muy complicada. Así que mi papi empezó a joderme a joderme desde muy chiquitito. Lo que más me gustaba era cuando me hacía limpiar los espejos los vidrios de afuera todas esas cositas, yo tenía nueve o diez años.
–¿En la peluquería de Villa Jovita?
–No, ya se había cambiado al local de calle Europa, que hoy se llama Renato Della Santa. Y ahí él me hacía limpiar. Entonces un día me vio que yo estaba jugando con la tijera y empezó a enseñarme a cortar el pelo y a pasar la navaja. Como en mi casa se hacía vino, salsa, jamón y había carneos, después de carnear había que sacar los pelos del animal. Se sacaban con agua caliente en una bolsa de arpillera. Todos los pelitos que le quedaban al chancho, mi papá me los hacía afeitar y así practicaba con eso. Con 11 años ya me subía a un cajoncito de gaseosa y les marcaba toda la nuca a los clientes de mi padre. Hasta que me fui largando y les marcaba las patillas, los costados...
–¿ Y así arrancaste?
–Ahí empieza lo mío. Un día una señora que vivía a dos o tres cuadras de mi casa, venía llorando y le dice a mi papá “¡Don Pascual, se murió mi papá! ¿Usted no lo puede ir a afeitar y a cortarle el pelo?”. Entonces mi papá me mira y me dice: “Agarré las cositas para afeitar y para cortar el pelo y vaya”.
–¡Qué fuerte!
–Fueron dos cuadras caminando con esa mujer que nunca voy a olvidar. Cuando llegué a la casa, el hombre estaba acostado en la cama y con los ojos abiertos. Me quería morir, me quedé congelado. Pero lo tuve que hacer porque si no me cascaban en casa. Cuando volví y mi papá vio que hice eso, me puso a cortarles el pelo a los chicos que venían y así me fui largando.
–¿Cuándo empezaste a cortarle el pelo a las mujeres?
–Mi señora empieza a indagar con el tema de la colorimetría. Se me ocurre indagar a mí también en la parte femenina, después de 15 a 20 años de carrera. Tenía 30 años. Me llamó mucho la atención y me cautivó un poco más. Un día fuimos sin querer a un evento en Buenos Aires. Yo era técnico de una marca. Teníamos que hacer un show con un peluquero muy conocido en una feria muy grande, que se hacía también el Campeonato Argentino, y mi señora me dice “¿Por qué no competís?”. Pedí una tijera, un peine, encontré un chico. Me pusieron en una punta, me veía todo el mundo. Yo tenía terror, me quedé congelado. Un muchacho de La Pampa, que era jurado, me vio y se dio cuenta que estaba nervioso. Me dijo que mirara a los demás para inspirarme y que “robara” las cosas que me gusten. Así tomé algo de cada uno y en el bolsito que yo tenía llevaba un aerosol dorado, así que cuando terminé le levanté el jopo y le tiré el aerosol dorado. Cuando vinieron los jurados empezaron a discutir si estaba o no permitido usar aerosol. Al otro día, en la entrega de premios, el entonces presidente de la Cámara de Peluqueros se sorprendió al escuchar que llamaban al representante de Mendoza y subieron conmigo y me dijeron “¿de dónde saliste vos?”. Ahí empecé a indagar en la Asociación de Peluqueros. Después de eso fui presidente de la Asociación, hicimos una institución nueva. Desde el 98 tenemos la Asociación Cuyana de Peinadores y Peluqueros. Hemos creado cinco asociaciones más, la FAPAYB y Confederación Mundial Libre, donde me eligieron presidente.
–¿Cómo llegás a peinar a las reinas?
–Hace como 28 años. Recién abría la sucursal de la peatonal. Una persona del Ministerio de Cultura le preguntó a uno de los chicos que trabajaba en la peluquería si queríamos peinar a las reinas. Yo creía que era ir y peinar a una chica o que la peinaba el último día. ¡No, nada que ver! Son dos o tres semanas metidos en el hotel peinando a todas las chicas a las 5 o 6 de la mañana, al mediodía, a la mediatarde, a la noche. Es un laburo heavy, te estresa porque querés que todo salga bien.
–¿Un equipo de cuantas personas necesitás?
–No somos tantos. Quienes ponemos coronas somos tres, a veces cuatro. No es fácil. A veces veo los peinados de la primera Vendimia y digo “¡qué caradura que fui!” (risas). Por ahí veo lo mismo en chicos que están empezando y bueno, no decís nada porque en los inicios a todos nos costó. Hoy en el equipo está mi hijo, que pone corona. Ahora lo suelen elegir más a él que a mí, y a otra chica de Lavalle, que es de la institución. Después hay otro chico que fue alumno mío, Juanpi, y mi señora.
–Pocas cosas tan mendocinas como la Vendimia...
–Eso fue lo que cada vez me atrajo más. Ser parte de un evento tan grande que está ubicado en el mundo como uno de los principales eventos al aire libre. Que todo el mundo conoce y quiere venir a ver.
–¿Vos dirías que la peluquería que fundó tu padre es la más antigua de Mendoza?
–Y, llevamos 91 años. Funcionando actualmente creo que puede ser la más antigua o una de las más antiguas.
–¿Creés que Pascual Porco está para 100 años más?
–Según me ha dicho mi hijo, el más grande, le gustaría llegar a cumplir los 100 años. Y a lo mejor él dejar de hacerlo y hacer otra cosa o manejar las peluquerías de otra manera. Pero bueno, lo va a respetar hasta que cumpla 100 años la firma.
–¿Y los tres mostraron interés de chicos por este oficio?
–Yo quería que estudiaran. Pascual estudió hasta 2° año de Derecho y dejó para dedicarse a la peluquería, que fue lo que más me dolió. No debería haberlo hecho, pero bueno. Nicolino dejó Arquitectura en 2° año y el más chico terminó la secundaria y directamente arrancó en la peluquería. Es lo que eligieron y se los respeto.
Cortito y al ras
- A qué edad te convertiste en barbero: Mi historia empezó a los 11 años.
- A qué edad arrancaste con la peluquería femenina: A los 30.
- Una profesión que no sea barbero: Mi carrera frustrada es Derecho.
- Cantidad de hijos: Tres. Y los tres barberos.
- Una famosa que peinaste: Mirtha Legrand, muchas veces.
Cuyo marca presencia en el Mundial de Peluquería
El mismo día que hacemos esta entrevista con Pascual Porco, un equipo de colaboradores -peluqueros de Mendoza y de San Juan- se preparan para viajar a Brasil, donde participarán del Campeonato Mundial de Peluqueros, Barberos y Maquilladores.
El evento, que promete reunir a decenas de miles de personas, comenzó el 9 de noviembre y culminará el lunes 11 en el parque de exposiciones FENAC, en Porto Alegre.
“El Mundial de peluquería está desde hace 60 o 70 años”, explica Pascual, dando cuenta de que existe un universo para muchos desconocido.
“Hay tres organizaciones mundiales que son confederaciones; las confederaciones afilian a federaciones y las federaciones afilian a asociaciones”, explica el mendocino. Pascual es presidente de la CML una de las tres confederaciones mundiales
“Este año va mi hijo mayor (el otro Pascual Porco). Va a participar como jurado y también va a hacer un show para una marca brasileña”, cuenta. Peinado Glamour Mundial, Barbería, Corte Desvanecido libre, Corte Femenino, Disputa de Barberos, Drag Queen y Alta Fantasía, son algunas de las categorías que compiten este año en Brasil.