Francisco “Pancho” Pinol todavía recuerda nítida la tarde-noche del 2 de mayo de 2012, cuando llegó a Agua Escondida, población de 450 habitantes en pleno departamento de Malargüe, donde había decidido volcar su pasión por la medicina rural y de familia.
Fue en micro y sorteó en interminables horas los 460 kilómetros que lo separaban de Mendoza. Llegó a destino en la más absoluta oscuridad. Tanto, que se pasó de largo y debió llegar caminando hasta la sala médica del pueblo. Ni la luna lo ayudaba.
“Justo en ese momento había un niño que estaba siendo atendido por una enfermera y a punto de ser derivado al hospital más cercano. Todo un trastorno. Mi debut en el pueblo fue bueno porque resolví el problema del paciente sin trasladarlo y empezó mi carrera en ese lugar al que siento que le debo todo”, recuerda el galeno.
Francisco nació en Santiago de Chile el 9 de abril de 1975 y a los seis meses su familia se radicó en Mendoza. Estudió Medicina en la Universidad Nacional de Cuyo y siempre se inclinó por la medicina rural.
Por eso ya recibido partió rumbo a Las Coloradas, en Neuquén, donde ofició como único médico en una población de 1.500 habitantes.
Aquel trabajo en territorio le permitió aprender muchísimo, al punto que cuando decidió regresar a su provincia ya tenía experiencia ganada en el medio de la nada.
“Siempre digo que, más allá del estudio y de todas las especializaciones que se puedan hacer, nuestro mejor maestro es el paciente. Su problema y su dolor son nuestras enseñanzas y así nos proyectamos para resolver otras consultas”, reflexiona.
El vínculo con los pacientes
A casi 10 años de aquella primera visita a Agua Escondida, Pancho cuenta que hoy cumple funciones diferentes: es coordinador del área sanitaria de Malargüe. Toda su experiencia, dice, lo hizo crecer y valorar a los habitantes de esta región inhóspita.
“La crianza de chivos es el único medio de sustento. El modo de comunicar las novedades del pueblo se da a través de una radio, por eso uno se entera de todo: si alguien recibe visitas, si una mujer está por parir o si hay algún animal a la venta”, enumera.
El agua, cuenta el médico, es un bien tan valioso que el simple hecho de ofrecer o recibir un mate implica un aprecio importante hacia el otro. El saludo demuestra educación, por eso jamás debe faltar.
“Llegué y me enamoré de inmediato. Las visitas a los puestos son inolvidables y a veces capturamos imágenes para retenerlas en la memoria”, asegura Pancho. Y agrega: “La conectividad es deficiente y los caminos, intransitables. Mi autito quedó destruido hasta que me di cuenta de que necesitaba una camioneta”.
La medicina rural implica una forma diferente de trabajar. “A mí me ha dado todo: posibilidades y enriquecimiento personal y profesional”, sintetiza.
El mejor aprendizaje se da cuando el médico debe resolver un amplio espectro: todo tipo de patologías, derivaciones, análisis, placas y hasta consultas psicológicas. “Todo esto, con recursos limitados en una sala médica y casi sin internet. Por eso valoro a los agentes sanitarios, que cumplen un rol esencial como nexo con los pacientes. Ellos, verdaderamente, conocen cada historia de vida”, resume este mendocino por adopción.
Las cifras de pobladores de Malargüe están a la vista, advierte Pancho, para agregar que se trata del territorio más extenso de Mendoza pero el menos densamente poblado, con 0,7 habitantes por kilómetro cuadrado. “Capital o Godoy Cruz tienen 1.400, una diferencia abismal”, compara y añade que su tarea le permite realizar un seguimiento permanente de cada paciente.
“Esto sucede mucho en la zona rural, donde, por ejemplo, un solo médico detecta un embarazo y luego realiza el seguimiento de la madre y también del niño. Eso es, incluso, lo mágico porque entra en juego la confianza total que depositan en uno”, agrega el galeno.
Por eso, Pancho asegura que le debe su profesión a los propios enfermos. “Cuando todo sale bien y hay logros es una felicidad inmensa, de la misma magnitud que la tristeza que siento cuando las cosas no salen. Porque somos humanos. Muchas veces me he preguntado si realmente di todo”, cuestiona.
Experiencias y aprendizajes
El profesional contó que en Malargüe se vienen realizado desde 2015 capacitaciones en salud rural a estudiantes argentinos, chilenos y hasta españoles. “Para nosotros es apasionante y nos emociona enseñar la medicina rural. Comenzamos con la Universidad Nacional de Cuyo, luego empezamos a recibir estudiantes de las universidades de Buenos Aires y Rosario, también de Mendoza y Córdoba”, comentó Pinol.
En este caso son residentes de familia del último año que eligen por hacer como optativa la medicina rural. “Residentes de Familia que eligen medicina rural se han contactado de España para no perderse esta experiencia y en estos casos el período es de un mes”, agregó.
En Malargüe aprenden el trabajo territorial dentro de atención primaria de la salud. “Al ser una práctica optativa dentro de la carrera nos ha sorprendido la cantidad de personas que se inscriben. Para tener una idea, ya tenemos completos los cupos de diciembre 2021 y enero y febrero de 2022”, anticipó Francisco.
Esta rotación tiene una duración de dos semanas de capacitación y el municipio brinda alojamiento gratuito a los futuros médicos y especialistas.