Pablo Massarutti, nació en Mendoza, tiene 30 años y fue papá hace un mes. Desde muy chico tenía claro que se quería dedicar a la gastronomía y a sus 18 años comenzó a dar sus primeros pasos como cocinero.
El joven trabajó durante dos años ayudando en la cocina de un restaurante, que tiempo después cerró sus puertas y se transformó en una pizzería, lugar donde Pablo sin saber cómo hacerlas, arrancó como pizzero.
“En mi primer día tuve que hacer 100 pizzas y lo más gracioso es que no sabía cómo”, comentó Pablo entre risas a Los Andes.
Luego de estar tres años trabajando en el nuevo lugar, fanatizado con el mundo de las pizzas se propuso una nueva meta: llegar a Italia y aprender de los mejores.
De Los Andes a los Apeninos
Con su sueño entre ceja y ceja, Pablo armó las valijas y se fue a trabajar a una pizzería de Buenos Aires, para juntar más dinero y poder irse tal como lo había proyectado.
Luego de cuatro años de intenso trabajo, en diferentes pizzerías y hamburgueserías porteñas, el joven logró cumplir su meta y viajó al país europeo.
El joven pizzero no desaprovechó ni un minuto, recorrió durante un mes todos los lugares que tenía planeado, para luego instalarse en un molino y perfeccionarse en lo que más le gustaba. “Hice un curso de pizza napolitana y pizza romana. Desde que arranqué en la primera pizzería quería viajar para aprender más. Fue un sueño cumplido”, agregó.
Con todos los conocimientos el joven volvió a Buenos Aires para seguir trabajando pero, lo cierto es que llevaba muchos años fuera de su casa y necesitaba volver a su provincia para disfrutar de su familia y amigos.
El regreso
Meses después de proyectar su vuelta a casa, Pablo armó nuevamente las valijas y llegó a la provincia de Mendoza.
Sin un trabajo fijo, utilizó todos sus conocimientos y empezó a trabajar de forma independiente capacitando personal de diferentes pizzerías como también ayudando a crear el menú. Hasta que un día decidió contactar a un viejo compañero y amigo y comentarle sus ganas de emprender y hacer algo nuevo. “Me junté con un viejo cocinero, él fue el que me enseñó cómo agarrar un cuchillo cuando recién arrancaba en la cocina. Y juntos nos planteamos la idea de armar una hamburguesería”, comentó el joven.
Así es como Pablo dejó de lado su pasión por las pizzas y entró en un nuevo mundo gastronómico: el de las hamburguesas. Luego de buscar durante mucho tiempo, lograron dar con un local que cumplía con todos los requisitos que ellos querían. Desafortunadamente, al poco tiempo comenzó la pandemia por coronavirus, por lo que se vieron obligados a frenar su proyecto por unos meses.
“Ya teníamos la hamburguesería medio armada, aguantamos unos meses has cuando se pudo abrirla. Pero también se nos ocurrió la idea de hacer pan y venderlo”. Pablo y su socio salían dos o tres veces por semana para vender sus panes de hamburguesas y llevarlos a los domicilios de quienes les encargaban. Tal fue su éxito, que ahora armaron su propia panificadora y le venden sus productos a muchos restaurantes mendocinos.
Una vez que se fueron liberando las restricciones, el 10 de diciembre inauguraron su hamburguesería llamada “Burger Bar y Café” ubicada en calle Colón.
A pesar de todas las trabas que tuvieron en el camino, Pablo y su compañero están felices de haber cumplido su meta y más felices aún por el éxito que han tenido.
“Estamos con dos proyectos más, queremos ver si podemos llegar a la temporada de verano. No te puedo contar mucho más pero va a estar muy bueno”, concluyó Massarutti, ilusionado con sus nuevas ideas gastronómicas.
