Organizó su fiesta de cumpleaños, pidió dinero en lugar de regalos y lo donó a tres instituciones

Gabriela Aveiro dice que no le sobra nada y, sin embargo, tiene todo lo que necesita para ser feliz. Por eso, en lugar de regalos, pidió dinero en efectivo (y anónimo) que repartió generosamente entre instituciones de ayuda al prójimo.

Organizó su fiesta de cumpleaños, pidió dinero en lugar de regalos y lo donó a tres instituciones
Gabriela Aveiro

Gabriela Aveiro, de flamantes 50 años, es cocinera, madre y abuela. Se define como una persona desapegada de lo material y convencida de que la salud y la familia representan los tesoros más importantes de la vida. Creció en el seno de un hogar humilde y numeroso donde las carencias económicas jamás opacaron la unión y la felicidad.

Fue su padre quien, según relata, en diálogo con Los Andes, le marcó el camino de la generosidad, la honestidad y el trabajo: apenas podían llegar a fin de mes y, sin embargo, jamás hubo una queja. Juan Aveiro, así se llamaba, supo mantener durante años El Rosedal del Parque San Martín y siempre llegaba a su casa con una sonrisa diciendo, a quien quisiera oírlo, que trabajaba en uno de los sitios más bellos del mundo para disfrutar de las flores y la naturaleza.

Los años fueron pasando y jamás le sobró nada. Eso sí: afectos tiene a montones y su gran familia, su madre, esposo, hijos, nietos, hermanos y sobrinos forman un verdadero clan al que se suman numerosos amigos de fierro y grandes compañeros de trabajo.

En los años en que “Gabi” se desempeñó como empleada doméstica supo cosechar el cariño de sus empleadores y hoy lo sigue haciendo desde el centro educativo donde trabaja como cocinera y también entre sus muchos clientes del emprendimiento gastronómico que armó junto a su familia.

Por lo tanto, a la hora de pensar en su cumpleaños número 50, que siempre soñó con festejarlo a lo grande, anotó en la lista a 150 invitados y puso manos a la obra cocinando los días previos, sin descanso, junto a su madre y su hermana, con quienes forma un equipo indestructible.

En esa cocina pequeña del barrio popular Democracia, en El Plumerillo, Las Heras, comenzó a pergeñar una fiesta divertida y repleta de gente querida. Sin embargo, pensó en una fiesta con una condición: sin regalos para ella.

“No necesito nada. Tengo todo: salud, familia, techo, ropa y comida. No dije nada a nadie y unos días antes del evento, que se hizo el sábado 27 de julio, pedí que si pensaban en un regalo llevaran el importe en efectivo y de manera anónima, porque también entiendo que la crisis afecta a todos y que muchos tal vez no podían llevar nada”, evoca.

Sin embargo, en ese momento prefirió no comentar el destino del dinero que recaudaría. “Simplemente aclaré que no me llevaran nada, ropa, botellas de vino, cremas corporales, ni nada de lo que se suele obsequiar para un cumpleaños. No necesitaba y no necesito nada”, reitera.

En forma paralela pensó en tres instituciones que ella conoce bien y que sabe de sus muchas necesidades. Por un lado, la escuelita de fútbol Don Fernando, situada en cercanías de su casa, donde se les brinda a los chicos contención y una merienda para alejarlos de la calle. También en un grupo de una iglesia católica que elabora alimentos para las personas en situación de calle y, finalmente, pensó en La Casita de Guadalupe, que brinda ayuda alimentaria y escolar a niños y adolescentes.

Gabriela Aveiro junto a su familia en el cumpleaños solidario
Gabriela Aveiro junto a su familia en el cumpleaños solidario

Lo cierto es que la fiesta comenzó puntual y nadie faltó a la cita. Gabriela colocó un cofre en la entrada al salón, situado en El Algarrobal y enseguida se largó la comida y el baile. “Había 50 variedades de tartas y tortas, una por cada año de mi vida. También empanadas, pernil, lentejas, locro y fiambres. Fue muy loco y muy hermoso todo”, enumera.

No fue hasta la mitad de la noche en que decidió hacer el anuncio, para sorpresa de todos, incluso de su esposo y de sus cuatro hijos. “Muchos creyeron que el dinero sería para un viaje o para algo personal. Creo que fue muy lindo, todos reaccionaron muy bien”, señala.

El domingo contó billete por billete. Sumó 300 mil pesos, de los cuales la mitad fue destinado a leche y azúcar para la escuela de fútbol y el resto a carne molida para la gente de la calle e insumos para el taller de pastelería que se dicta en La Casita de Guadalupe.

El lunes ya estaba todo repartido y yo feliz. Pienso que si todos hiciéramos algo de esto sería más fácil y habría más igualdad. Hace unos días trabajé en un evento de gente muy adinerada y todos los regalos consistían en vinos costosos. Creo que allí fue cuando se me ocurrió la idea de convertir los regalos en dinero para el que no lo necesite”, reflexiona.

Sin embargo, los gestos humanos y solidarios no aparecieron ahora en la vida de Gabriela. Siempre que puede colabora con entidades barriales o, simplemente, con la gente que pasa por su casa pidiendo o vendiendo “chucherías”.

Siempre algo les doy y algo compro. Porque pienso en lo abatida que puede llegar una persona a su casa cuando lo hace con las manos vacías”, ejemplifica, para recordar el caso de una vendedora ambulante de Salta, cuya historia se viralizó días atrás.

“Vi a la chica en el noticiero. Era flaquita, menudita y vendía chicles. Mencionaron su alias de Mercado Pago, lo anoté y, claro, yo solo tenía algo de mil pesos, que los transferí inmediatamente. Me quedé triste con su historia. Dos días después apareció de nuevo en la televisión: había reunido 10 millones de pesos. Me puse a llorar de felicidad y sentí que fui parte de esa gran historia”, recuerda emocionada.

Jamás le esquiva a cada colecta o campaña que pasa por delante de sus ojos y mucho menos ahora en que la crisis se hace sentir, sobre todo en su barrio.

Suelo ver cosas muy graves, situaciones de salud difíciles, gente enferma. Y siempre soy una agradecida de tenerlo todo”, repite.

Gabriela Marchesini, docente y compañera de trabajo de Gabriela Aveiro en el Instituto Hermanas Murialdinas de San José, resumió de manera clara y concisa el gesto de su amiga:En la humildad en la que vive, su corazón generoso nos conmovió muchísimo y fue un mensaje lleno de esperanza”, dijo.

El ejemplo y la herencia

De su padre, Gabriela no heredó nada material, pero sí la enseñanza más hermosa: la del trabajo, la familia y la alegría de vivir. “Murió hace 14 años pero está entre nosotros. Era una persona muy especial que se alegraba con el solo hecho de comprar un asadito e invitar a sus hijos. Esa unión sigue intacta. Tengo un hermano que vive en Canadá y el día de mi cumpleaños estuvo presente”, grafica.

“Trabajaba en el parque y también hacía changas. En una oportunidad se fracturó y andaba con un yeso. Mi mamá estaba por tener familia y así, enyesado como estaba, salió pedaleando en su bicicleta a buscar una ambulancia. Tengo esa imagen grabada en mi memoria”, concluye.

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