¿A quién no le ha pasado? Una charla un momento a la intemperie un día de frío y la vista que se nubla. No es vapor, no es neblina, no es el viento Zonda, son las lágrimas que brotan de los ojos. Aunque no puede descartarse alguna emoción producto del diálogo que se mantiene, lo cierto es que es habitual que los ojos lagrimean en invierno. ¿A qué se debe?
El doctor Guillermo Hernández Gauna, del Servicio de Oftalmología del hospital Italiano de Buenos Aires, le dio respuesta al interrogante. Se trata de una especie de mecanismo de defensa, una estrategia del ojo para protegerse de un posible daño.
El especialista explicó que los ojos están estratégicamente ubicados dentro de una cavidad ósea llamada órbita, que les brinda protección y que los párpados también crean una barrera física contra agentes externos como el polvo y la luz. Estos además distribuyen las lágrimas de manera uniforme. “Dado que los ojos están constantemente expuestos al medio ambiente y son más sensibles que la piel, son más vulnerables a sufrir traumas, cambios ambientales y condiciones climáticas adversas”, advierte.
Explica que las lágrimas desempeñan un papel crucial al mantener la superficie del ojo húmeda y lubricada, lo cual es esencial para la nutrición, la defensa contra microorganismos y la protección contra partículas extrañas ya que ayuda a eliminarlas. “La lubricación permite un movimiento suave del párpado sobre la córnea, reduciendo la fricción durante el parpadeo.
Sin embargo, la acumulación excesiva de lágrimas en la superficie del ojo y su caída por la mejilla generan un síntoma muy molesto conocido como lagrimeo”, apunta.
Y es entonces que va al punto y da respuesta al interrogante. Señala que una causa común de consulta en invierno es el lagrimeo reflejo o reactivo. “Esto ocurre cuando se está expuesto prolongadamente al frío. El clima frío, el viento y los ambientes calefaccionados típicos de esta estación aumentan la sequedad en la superficie ocular haciendo que la humedad natural del ojo se evapore, lo que activa un mecanismo reflejo que incrementa la producción de lágrimas por parte de las glándulas lagrimales”, detalla.
El oftalmólogo señala que se trata de una respuesta natural para mantener el ojo en buenas condiciones. En tanto, el lagrimeo se detiene cuando cesa la exposición a las condiciones ambientales que lo provocaron: “Es decir, cuando la temperatura ambiente es muy baja el organismo ordena a las glándulas lagrimales que produzcan más cantidad de lágrimas para evitar que ese aire seco y frío seque la superficie ocular y acabe produciendo daños en la córnea”.
Y agrega: “A este lagrimeo reactivo debemos diferenciarlo del lagrimeo basal, que es el que preserva la humedad de la superficie ocular de manera constante y en el que colaboran unas glándulas pequeñas accesorias a la glándula lagrimal principal, y diferenciar también del lagrimeo emocional que se produce cuando estamos muy tristes o muy alegres”.
Cómo evitar el lagrimeo en invierno
Algunos consejos para evitar el lagrimeo reactivo durante el invierno:
- Utilizar lubricantes, como lágrimas artificiales, para mantener húmeda la superficie ocular.
- Usar anteojos que protejan los ojos del viento y de partículas que puedan entrar en contacto con ellos.
- Emplear humidificadores en ambientes calefaccionados.
- Aumentar el parpadeo.
Es importante aclarar que en invierno también aumentan los casos de gripe y enfermedades virales, las cuales a menudo van acompañadas de conjuntivitis provocadas por los mismos virus.
Por otro lado, en estaciones más cálidas y húmedas, puede haber un lagrimeo constante debido a enfermedades de la superficie ocular como conjuntivitis o queratitis, obstrucciones del conducto lagrimal o alteraciones en la posición de los párpados.
Por ello, el profesional recomienda que si se presentan síntomas como enrojecimiento, inflamación de los párpados, secreción, fotofobia, lagrimeo excesivo o visión borrosa, lo más recomendable es consultar con un oftalmólogo. Este especialista podrá evaluar el daño y determinar el tratamiento más adecuado, que puede ser médico o incluso quirúrgico.