“Lo llevo en la sangre, es algo de familia. Mi abuelo, chofer de camiones de YPF, y mi papá, chofer de larga distancia. ¡Y yo siempre quise serlo”! Nina Álvarez tiene 33 años, trabaja en Andesmar hace dos años y hace poco más de un año se desempeña como chofer de larga distancia.
“He averiguado y, hasta donde sé, soy la única conductora de larga distancia en el país” cuenta, siempre sonriente, con simpleza y mucho carisma. Y deja bien en claro que los prejuicios existen justamente para ser derribados, desmitificados. Y muchas veces, esos prejuicios están en uno mismo. O en una misma.
Nina vive en Maipú y, por lo general, los fines de semana debe salir a la ruta. Buenos Aires (hasta ahora, el destino más alejado que ha tenido que completar), Neuquén, Rosario, San Juan o San Luis son los distintos viajes que suele cumplir. Y a los que también se le suman otros internos, como por ejemplo San Rafael y General Alvear.
Sin abandonar la humildad en ningún momento, la joven tiene en claro que la mejor manera de ganarse el respeto de sus pares es demostrando por qué ha llegado hasta ese lugar. Y lo hace a diario, aun cuando escucha y observa cómo -a su alrededor- cualquier persona que la ve manejando en la calle intenta explicarle cómo doblar o maniobrar. Personas que, incluso, jamás siquiera estuvieron en el asiento de conductor de un colectivo.
MANEJO YO
Si bien Nina siempre quiso ser conductora de colectivos de larga distancia, en más de una ocasión se topó con una limitación clave: el temor propio.
Nina Álvarez ya perdió la cuenta de la cantidad de viajes largos y kilómetros recorridos que acumula. Sin embargo, hasta hace un tiempo y cuando empezaba a darle vueltas en su cabeza a la idea de presentarse y postularse para ser conductora de larga distancia, se sentía invadida por una inexplicable inseguridad.
En su familia, con el gen rutero imborrable en el ADN, siempre la acompañaron; tanto en las oportunidades en que no se animó, como en aquella en que tomó coraje y valor; hizo de tripas, corazón; y fue al frente.
“Me costó un poquito al principio, porque pensaba mucho en el prejuicio. Hacía casi 2 años le venía dando vueltas, pero cuando me presenté, lo hice estando muy segura. Además, me había pasado de ir y ver en otras empresas que estaba la idea de: ‘hombres, en los colectivos, mujeres solo en la parte administrativa’”, describe Nina. “Pero yo siempre tuve muy firme mi propósito, ¡vine acá a aprender!”, detalla.
El 12 de septiembre de 2023, Nina Álvarez hizo su primer viaje de larga distancia como chofer. Fue acompañada por otro chofer, quien ya tenía amplia experiencia. Ella misma destaca que en ese primer viaje se ocupó de ir tomando todos sus consejos referidos sobre la ruta y todos los movimientos.
Cuando completó ese primer viaje, la sensación fue indescriptible en palabras. Una especie de decirse a sí misma ‘¡Llegué!’, mezclada con una gran satisfacción personal, y con una marcada dosis de alivio, todo en simultáneo.
“Hice todos los trámites para empezar a desempeñarme como conductora de larga distancia a mediados de 2022, y a fines de ese año empecé a trabajar en Andesmar. Al principio trabajaba en las combis que iban a la destilería y después me fui capacitando. Pasé por 3 estudios distintos, tenía el carnet profesional y un día me animé a proponerme para que me dieran la posibilidad de hacer larga distancia. Es algo que quería desde el principio”, rememora,
DECONSTRUCCIÓN
Asociar la conducción profesional a los hombres es algo arcaico, prehistórico y prácticamente inconcebible a esta altura. O, al menos debería serlo. Ni hablar en rubros como el transporte de pasajeros o de carga.
En ese sentido, la primera chofer de larga distancia del país -orgullosamente mendocina- se sincera y confiesa que en la ruta no suele encontrarse con situaciones de discriminación o machismo ilustrado.
“Con los camioneros es más bien todo lo contrario, hay muy buena onda y simpatía. Pero en la parte urbana, de la ciudad es más difícil. Una vez tuve que hacer muchas maniobras para poder doblar en un espacio muy reducido. Y, desde abajo, unos varones que estaban mirándome, me decían que no hacían falta tantas maniobras, que yo no tenía muñeca”, destaca entre risas la joven.
Esas risas, inevitables, salen desde adentro cuando ella misma entiende que quienes le daban esas explicaciones eran personas que, evidentemente, jamás habían estado frente al volante de un colectivo. Pero se sentían en la obligación de “mansplaininear”, de creerse con autoridad para explicar algo que jamás habían hecho por el simple hecho de ser varones y estar hablándole a una mujer.
“Yo me quedé callada, pero se notaba que hablaban sin conocer las dimensiones de un colectivo ni la situación, ¡porque realmente se necesitaban todas esas maniobras!”, agrega sin dejar de sonreír.
Como en aquella ocasión, Nina siempre intenta hacerle ver a los demás y explicarles -si es necesario- el porqué de sus decisiones, de sus actos. Porque salen de su conocimiento, humilde, pero empírico. Y no son meros caprichos o corazonadas.
La misma actitud suele adoptar la conductora con lo referido a las críticas. Si son críticas constructivas, con buena intención y de las que siente que puede tomar y aprender algo, las escucha y agradece. Pero si nacen del espíritu “hater” (odiador) y del prejuicio, simplemente sonríe y las mira (o escucha) pasar.
La paciencia es otra de las virtudes de Nina Álvarez, algo que no suele abundar en cualquier persona cuando se sienta frente al volante (incluso, ocurre hasta en las personas más tranquilas y pacíficas). La chofer reconoce que durante los embotellamientos es cuando suele aflorar el costado más primitivo de las personas.
“Como en todo, siempre me manejo con paciencia, tanto por el tráfico como por la gente que va en el colectivo. Mantenerse tranquila y mantener el buen trato con el pasajero simplifica mucho las cosas, para todos”, piensa en voz alta.
APRENDIZAJE Y CONSEJOS
La ruta tiene sus secretos, sus mañas -como suele decirse-, y Nina tiene bien en claro que nunca hay que subestimarla. Por eso le cuesta concebir que haya transportistas de carga que, durante un día de mucha lluvia, circulen a entre 80 y 90 km/h.
Para la joven, el manejo defensivo es la clave principal y que nunca, nadie, jamás, debería desatender.
“Todavía no me han tocado los caracoles de la ruta a Chile, pero sí he hecho los de Cacheuta y los del Cerro de la Gloria. La primera vez que hice el Cerro de la Gloria fue un desafío, pero -como en todo- resulta clave mantenerse siempre tranquila”, recuerda.
Ya para el cierre del recorrido, Nina Álvarez hasta se anima a dejarle un consejo a otras mujeres que, tal vez como ella, sueñan con ser conductoras de larga distancia.
“¡Hay que animarse, siempre! El prejuicio no debería ser algo que te limite. Y así como fui yo, puede ser cualquier otra mujer o persona quien siempre pueda demostrar que se puede”, cierra.