En el último tramo antes del inicio de la actividad escolar de un ciclo lectivo que, al igual que el anterior, estará marcado por la pandemia de Covid19, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, estuvo en Mendoza para dialogar con las autoridades locales sobre cómo implementarlo.
En ese marco, el funcionario nacional concedió una entrevista a Los Andes en la que hizo un análisis amplio y más allá de lo inminente.
¿Qué criterios cambiaron respecto del año anterior en relación a la escuela y la pandemia?
-Es importante que seamos conscientes de lo que fue el proceso de construcción de la evidencia, de la incertidumbre que tenía no sólo Argentina sino el mundo en marzo del año pasado, cuando más de 90% de los países tomaron la decisión de suspender la presencialidad. Mendoza manifestaba constantemente su voluntad de regreso a la presencialidad pero era algo de una complejidad enorme. Recién sobre la finalización del año se pudo llegar a algunas instancias de presencialidad, que fueron experiencias no trascendentes en la cantidad de estudiantes pero sí en la confirmación de la posibilidad de tener una presencialidad cuidada en nuestras escuelas. Tenemos que priorizar el compromiso del Estado nacional, de las jurisdicciones, de toda la comunidad educativa para avanzar en ese sentido.
-¿Este año las decisiones serán más territoriales, a diferencia del año pasado cuando la Nación centralizó las disposiciones?
-Los protocolos que definimos el 2 de julio fueron aprobados por unanimidad por las 24 jurisdicciones y en esa normativa se establece que la decisión de la presencialidad será de la jurisdicción. El regreso a ella al final del ciclo lectivo lo decidió el Gobierno de Mendoza en base a un protocolo que se construyó de manera federal y en forma unánime. Se estableció que tenía que haber muy poco nivel de contagio y eso no podía cumplirse, sobre todo en muchas ciudades. La realidad epidemiológica nos permitió avanzar en términos objetivos, porque los gobiernos nos planteaban que en las grandes ciudades nunca se iba a dar ese ‘muy bajo nivel de circulación’ y eso permitió un mayor despliegue hacia la presencialidad Siete u ocho volvieron.
-La tendencia a territorializar es notoria. En Mendoza también la Dirección General de Escuelas va dejando en manos de las instituciones y los docentes la implementación de las actividades ¿Esto puede implicar una sobrecarga para los docentes que además tendrán que evaluar, nivelar y afrontar la bimodalidad?
-Todo sobre los hombros de nuestra comunidad educativa y nuestras familias también porque hay que reconocer el compromiso de las familias mendocinas en este año tan difícil. Es la realidad que nos toca transitar. Creo que somos conscientes del desafío que tenemos por delante en una Argentina que venía golpeada, dañada. La pandemia lo que hizo fue iluminar esa profunda desigualdad y todos los desafíos que tenía nuestra escuela. La pobreza no nació con el Covid, era preexistente. Por supuesto que se ha agravado la desigualdad. Es la responsabilidad que tienen todos los educadores. No ha sido un 2020 fácil, pero ha sido de mucho amor y mucho compromiso. Tampoco va a ser un 2021 sencillo, pero ése es el aprendizaje de toda la sociedad: tenemos que convivir responsablemente con el Covid, recuperar los aprendizajes que quedaron pendientes y sumar las miradas de todos.
-Hay quienes hablan de una especie de cohorte perdida con imposibilidad de recuperar los aprendizajes y las brechas ¿Qué cree al respecto?
-Me niego a pensar eso. Creo que es un análisis mediocre, injusto, que desconoce la realidad. Injusto porque no ve el esfuerzo de nuestros niños y niñas, de nuestras familias, de nuestros docentes. Los papás saben el esfuerzo que han hecho. Se ve lo que hacen en zonas con derechos de vulnerados. Por supuesto que el Covid ha hecho todo más cuesta arriba y ha implicado un fuerte impacto educativo, pero la desigualdad es preexistente. El desafío de nuestra escuela es enfrentar la profunda desigualdad. Ésa es la tragedia. Si llegamos a tener una generación perdida no es responsabilidad de la escuela; es de la política que no le da las herramientas para enfrentar el desafío. Es lo que nos debe avergonzar a los políticos, más allá de la responsabilidad que tengamos.
-¿Puede la gestión del gobierno acortar las brechas al interior del sistema educativo?
-Por supuesto que no tenemos la capacidad de resolver mágicamente los desafíos que tenemos. Pero lo que es imperdonable en cualquier proceso político y social es no ir trazando objetivos que vayan permitiendo una mejora en cada uno de los pasos que se tienen que dar. En eso hemos trabajado en 2020, Estado nacional y provincias más allá del color político, con nuestras diferencias, inclusive en diálogos intensos con los sindicatos. La continuidad educativa en Argentina se logró por el compromiso de los maestros y el despliegue de políticas.
No se resuelve la desigualdad de base porque hay que lograr que la Argentina comience a crecer nuevamente con distribución y que permita el despliegue de la mejor política social de un país, que es la creación de empleo de calidad, porque lo que ocurre en la cocina de nuestros hogares impacta en el aprendizaje de nuestros niños. Una de las grandes responsabilidades que tiene nuestra escuela es romper la herencia intergeneracional de pobreza, está para eso y para formar una sociedad libre.
-¿Puede el sistema educativo, con las condiciones y concepciones actuales, reducir estas inequidades?
-En eso estamos trabajando, pero eso implica consensos. Argentina tuvo un horizonte de consensos para robustecer la capacidad de respuesta de la escuela: la ley de Educación Nacional, la ley de Financiamiento Educativo, la ley de Educación Técnica. Pero desde 2016 a 2019 hubo una caída marcada de la inversión educativa, en la gestión de Macri, y lo digo en términos objetivos. Se dejaron de distribuir computadoras. Conectar Igualdad hoy es un pasivo que paga nuestra sociedad: hoy faltan 4 millones de computadoras porque hubo un gobierno que tuvo la decisión de interrumpir un programa. Lo que quiero decir es que tenemos que generar un consenso para que, aunque cambien los gobiernos, se sostenga el compromiso de ‘a la escuela siempre más, nunca menos’.
-¿Es necesario un cambio de mirada dentro del sistema respecto de cómo se vincula con los chicos? ¿Los alumnos sienten que la escuela les está dando lo que necesitan?
-Creo que ése es un gran desafío. La escolarización temprana es fundamental. Este año ha crecido 709% la inversión para la construcción de nuevos jardines en todo el país. Cuanto antes un niño se escolariza, y más si es de un sector vulnerado, antes puede acceder a derechos que en su casa no tiene. Eso en un país tan desigual es una obligación y no se resuelve de un día para el otro.
Lo que no podemos es pensar la revolución educativa, que nunca llega, y no los pasos concretos que tenemos que ir dando. El segundo desafío es en secundaria. La mitad de los chicos no termina en el tiempo correspondiente y es porque se tienen que sentir interpelados. Pero no hay resolución en cuatro años. Los resultados se ven después de un lustro. Hay que sembrar para cosechar pero no puede haber vaivenes.