La gente está viviendo más tiempo, aunque no aún con una mejor salud
En el siglo XIX y principios del XX, la morfología, fisiología y psicología del cerebro constituían áreas de estudio cuya metodología y objetivos diferían significativamente. De hecho, el cerebro era considerado como una ‘caja negra’ donde sólo la entrada y salida eran conocidos pero no el funcionamiento interno.
En las últimas décadas, la investigación científica y tecnológica, desde niveles moleculares hasta conductuales, han dado un profundo salto en la comprensión del cerebro humano permitiendo descubrir grandes misterios sobre su anatomía y funciones. Sin embargo, la convergencia interdisciplinaria entre las diferentes áreas aún constituye uno de los mayores desafíos para el corriente milenio.
Hipócrates lo sabía entonces. El cerebro humano es ‘uno de los órganos más complejos y enigmáticos y, al mismo tiempo, una de las más perfectas creaciones en el universo’. Es que el cerebro podría definirse como el “administrador” que controla y regula la mayoría de las funciones corporales y cerebrales: desde funciones vitales como la respiración hasta otras funciones como el hambre o la sed, y finalmente funciones superiores como el razonamiento, la atención y la memoria. El cerebro es responsable de garantizar que todas estas funciones conscientes y subconscientes sean llevadas a cabo correctamente.
Desde una perspectiva más compleja, el cerebro, junto con la médula espinal, forma parte del sistema nervioso central cuya acción conjunta asegura el procesamiento de la información sensorial y del envío de señales para la acción. Este sistema, absolutamente crítico para nuestra subsistencia, es uno de los más aislados y protegidos del cuerpo humano. Se comunica en gran medida mediante el envío de señales eléctricas a través de las células nerviosas individuales que forman los componentes básicos del sistema nervioso: las llamadas neuronas. La función adecuada del sistema nervioso central requiere una regulación altamente selectiva y eficiente que sea capaz de facilitar el transporte de nutrientes hacia el cerebro pero que actúe a su vez como una barrera que impida el ingreso de sustancias potencialmente tóxicas.
El desarrollo del sistema nervioso central es un proceso prolongado que comienza aproximadamente a las dos semanas después de la concepción y continúa hasta la edad adulta joven, 20 años después. El desarrollo cerebral que ocurre durante los meses prenatales está en gran medida bajo control genético, aunque claramente el ambiente puede desempeñar un importante papel. Por ejemplo, la falta de nutrición (ácido fólico) y la presencia de toxinas (alcohol) pueden influir negativamente en el desarrollo del cerebro. Por el contrario, gran parte del desarrollo cerebral que ocurre después del nacimiento depende de la experiencia y está definido por las interacciones genético-ambientales.
Numerosos estudios científicos han revelado que la senescencia o envejecimiento, tanto en modelos animales como en humanos, comienza con cambios subclínicos a nivel molecular y celular. Estos cambios conducen a una disminución gradual de la capacidad física y mental generando a su vez un mayor riesgo de enfermedad. El envejecimiento fisiológico del cerebro comienza después de los 60 años. Sin embargo, los cambios que se producen no son lineales ni consistentes. De hecho, aunque el factor genético influye en la senescencia de las personas, el entorno físico y social también contribuye de manera significativa. Mantener comportamientos saludables, como por ejemplo comer una dieta equilibrada, realizar actividad física regularmente y abstenerse del consumo de tabaco, son algunos factores que contribuyen a mejorar la capacidad física, mental e intelectual.
En las últimas décadas, el envejecimiento saludable se ha convertido en un tema popular en muchos países. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como el proceso de desarrollar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la edad avanzada.
En este sentido, la creciente capacidad de la medicina moderna para prevenir la muerte ha extendido considerablemente la esperanza de vida. Este significativo avance ha generado sin embargo un impacto desmedido en el envejecimiento de las poblaciones a nivel mundial aumentando la prevalencia de muchas afecciones no transmisibles, crónicas y progresivas, incluidas enfermedades neurológicas relacionadas con la edad tales como Alzheimer, demencia y Parkinson.
Llamativamente, la prevalencia de estos trastornos neurológicos ha pasado seriamente inadvertida por la epidemiología y la salud tradicionales ya que son métodos estadísticos que tienen en cuenta las tasas de mortalidad pero no las tasas de discapacidad.
No obstante, la ciencia y la medicina han logrado impredecibles avances en el campo de la neurobiología en torno a favorecer el desarrollo de nuevos y efectivos tratamientos. Sin embargo, en comparación con otras áreas de enfermedad, las tasas de fracaso en los ensayos clínicos son desproporcionadamente altas para las enfermedades neurológicas y psiquiátricas basadas, en parte, en la inherente complejidad del cerebro humano, en la dificultad de examinarlo directamente y en la limitación de modelos animales para predecir la eficacia de tratamientos farmacológicos.
Aunque los desafíos científicos para la investigación en neurociencia transnacional junto con los riesgos financieros han desalentado la inversión para el desarrollo de tratamientos neurológicos, el impacto de estos trastornos constituye una de las mayores amenazas para la salud pública en el futuro.
En este contexto, la OMS ha tomado una posición activa en respuesta al desafío planteado por los trastornos neurológicos. Mediante el desarrollo de proyectos globales de salud pública, cuyo propósito es aumentar la conciencia profesional y pública acerca de la frecuencia, gravedad y costos de los trastornos neurológicos, la OMS enfatiza en la necesidad de proporcionar atención a todos los niveles, incluyendo la atención primaria de la salud.
Para concluir, aunque la extensión de la esperanza de vida y el envejecimiento de las poblaciones a nivel mundial es un fenómeno inminente, el concepto de envejecimiento saludable ha tenido un impacto altamente positivo que permite predecir alentadores avances en la población mayor. Sin embargo, la inclusión de políticas de salud reales y efectivas que contribuyan a crear una calidad de vida de bienestar de las personas mayores con o sin secuelas neurológicas, sus familias y las comunidades en las que vive, es uno de los mayores desafíos que la salud pública mundial deberá enfrentar en los años futuros.