Cuando leemos sobre los avances que la ciencia ha tenido a lo largo de los años, en ocasiones no vemos quiénes están detrás de la construcción de esos conocimientos, y mucho menos que esa contribución estuvo a cargo de mujeres. En este artículo les cuento la historia de dos grandes científicas que hicieron aportes muy valiosos para lo que actualmente conocemos como neurociencia moderna, Marian Diamond y Rita Levi Montalcini.
Marian nació en Glendale, Estados Unidos. Ese día su padre llevó a sus 5 hermanos al hospital para que se despidieran de su madre. Un tumor uterino había acompañado el desarrollo del embarazo y los médicos pensaban que sólo una se salvaría. ¡Afortunadamente las dos sobrevivieron! De esta forma llegó al mundo quien sería un importante eslabón para el estudio del cerebro y el conocimiento de este complejo órgano. Se graduó en Ciencias Biológicas y posteriormente se doctoró en Anatomía. En 1948, comenzó a investigar sobre el sistema nervioso, convirtiéndose en la primera estudiante de posgrado en el departamento de Anatomía de la Universidad de California, en Berkeley.
Trabajó toda su vida como investigadora y docente. Fue una científica pionera en el campo de la neurociencia y es considerada una de las fundadoras de la neurociencia moderna.
Hasta la década de 1960 la comunidad científica consideraba que una vez alcanzada la adultez, el cerebro se volvía estático e inmutable, y que simplemente se degeneraba a medida que envejecíamos. En 1964, Marian Diamond publicó, junto a otros colegas, la primera evidencia científica de que el cerebro adulto cambia anatómicamente con la experiencia. Realizó experimentos con ratas adultas y descubrió que, al ser criadas en un entorno enriquecido de estímulos (tales como jaulas equipadas con ruedas, escaleras y túneles) se producían cambios anatómicos en la corteza cerebral, es decir que el cerebro tenía plasticidad aún en la etapa adulta. Actualmente sabemos que la plasticidad cerebral implica la capacidad de renovación y potenciación de conexiones neuronales. Este descubrimiento cambió el entendimiento que las científicas y científicos tenían hasta el momento sobre el proceso de envejecimiento del cerebro.
Desafortunadamente pasaron muchos años hasta que Marian Diamond fuera reconocida, y no fue precisamente por sus hallazgos sobre la plasticidad cerebral. Su nombre apareció en la historia por estudiar el cerebro de Albert Einstein. En 1985 publicó un artículo con evidencia de que el cerebro de este famoso científico estaba conformado por una mayor cantidad de otro tipo de células del sistema nervioso llamadas células de la glía. Tras muchos años de investigación y experimentación, junto con sus colaboradores, logró explicar que las células de la glía aumentan en condiciones enriquecidas, con estímulos recibidos desde el entorno. Estos aportes ampliaron la comprensión sobre la función de estas células en el sistema nervioso. Marian decía que “el cerebro representa la masa de protoplasma más compleja en la Tierra y, quizás, en nuestra galaxia”.
Otra gran investigadora
La construcción de lo que hoy entendemos como neurociencia, fue el resultado del esfuerzo que hicieron investigadores e investigadoras, destacándose los valiosos aportes de Rita Levi Montalcini. Rita nació en Turín, Italia y tuvo que superar muchas dificultades para desarrollar sus estudios: por ser mujer, por lo cual su padre consideraba absurda la idea de que recibiera educación superior y por ser de origen judía, ya que gran parte de la sociedad de la época los discriminaba. A pesar de todo, estudió Medicina y se doctoró en Neurocirugía. En el año 1938, las leyes de la Italia fascista obligaron a todas las personas judías a abandonar sus puestos de docencia e investigación. Pero nada le impidió a Rita seguir, por lo cual montó su laboratorio en su habitación, y continuó sus estudios sobre el sistema nervioso. Tiempo después emigró a Estados Unidos en donde continuó investigando. Rita compartió el Premio Nobel de Medicina de 1986 junto a su colega Stanley Cohen, por el trabajo en la identificación del factor de crecimiento nervioso (NGF, por sus siglas en inglés, Nerve Growth Factor), que habían publicado treinta años antes. Fue la octava mujer en recibir el premio Nobel y la cuarta en la categoría de Medicina.
Se preguntará el lector por qué descubrir el NGF les valió un premio Nobel. Ocurre que las neuronas se comunican entre ellas de varias formas, una de los más importantes es utilizando señales químicas como el NGF, cuya función es promover el crecimiento de fibras nerviosas. Su trabajo fue clave para tener una comprensión más profunda acerca de estos mensajeros químicos y su función en el desarrollo del sistema nervioso. Rita Levi siguió investigando hasta su muerte. Lo que hace aún más grande a esta científica es que, además de trabajar en su laboratorio, contribuyó con la sociedad al crear la fundación Levi-Montalcini, que ayudaba en la escolarización y educación de niñas, niños y mujeres africanas. Rita fue, tanto a nivel humano como investigadora, una de las grandes personalidades que ha tenido la ciencia y muy pocos investigadores e investigadoras han llegado a su nivel.
Actualmente es conocido que las contribuciones de Marian Diamond y Rita Levi Montalcini están relacionadas, debido a que la plasticidad neuronal es promovida por NGF y otros mensajeros químicos. Estos conocimientos han permitido el desarrollo de una gran cantidad de investigaciones sobre el sistema nervioso, relacionadas por ejemplo, con patologías neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer.
Espero que esta historia interese y que sirva de motivación para que muchas mujeres elijan estudiar carreras científicas, sobre todo teniendo en cuenta que en Mendoza tenemos a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo, de la cual soy egresada y docente.
*Texto y producción Miguel Títiro