Cualquiera podría pensar que la vida de Natalia Acevedo se divide en un antes y un después de la tragedia que la dejó en silla de ruedas a los 16 años, cuando un accidente de tránsito que la despidió en la ruta dañó su médula ósea.
“¡No! ¡Ninguna tragedia!”, corrige, apurada. Y trae a la memoria aquel 29 de agosto de 1999, cuando un volantazo en la zona cercana al embalse Agua del Toro (al oeste de San Rafael), provocó el vuelco del vehículo en el que regresaba a Malargüe, su ciudad, junto con su familia y su novio.
Corrió mucha agua debajo del puente -señala hoy- y pese a algunos momentos duros, que ya “pasaron a la historia”, esta influencer de 37 años, licenciada en Sistemas de Información, bonita y carismática, concluye que todo sucede por algo y agradece a la vida cada amanecer.
“Sí, digo gracias y soy feliz. Me siento completa y afortunada: podría no estar en este plano”, advierte, con su risa sonora y su simpatía a flor de piel.
El mes pasado, a 22 años del suceso que la dejó sin caminar, pudo hablar de este tema con su papá: “Le dije que no se sintiera culpable porque todo lo que soy es gracias a lo que me sucedió”.
“Tenía que ocurrir y no me imagino de otra manera. Me ayudó a madurar, a ver la vida distinta, a ayudar a otras personas a partir de la fortaleza que tengo”, evoca.
Es que, antes del accidente, era una persona sumisa mientras que hoy, asegura, se lleva al mundo por delante.
“Naty Acevedo, influencer. Lesión medular-motivación-inclusión”, así se presenta en Instagram, con casi 6.000 seguidores, donde expone una vida plena y feliz.
“Empecé compartiendo mis historias en Facebook porque necesitaba demostrar que se puede, que con esfuerzo, actitud y tenacidad los logros aparecen”, reflexiona. Y así se fue perfeccionando en las redes.
Un curso sobre vida independiente que desarrolló en 2007 terminó por abrirle la cabeza definitivamente. Hoy, además de vivir sola y trabajar en una empresa de software, Naty lleva una vida completamente normal. Conduce su auto, se suma a excursiones en bicicleta y a otras muchas “cosas insólitas”, cuenta.
“Cuando empecé a mostrarme de otra manera, más segura de mí misma, más femenina, arreglada y con minifaldas, recién ahí empezaron a verme de modo distinto”, reflexiona.
Un vuelco en el auto y en la propia vida
Aquella tarde de agosto de 1999, la familia emprendió el regreso a Malargüe desde Mendoza. “Mi papá conducía, lo acompañábamos dos de mis tres hermanos y mi noviecito de entonces”, rememora.
Una camioneta que circulaba en sentido contrario y el “volantazo” para esquivarla, causaron el vuelco. “Me desperté y sentía el cuerpo raro, hinchado”, evoca. Pero jamás imaginó lo que vendría después.
Comenzó la peregrinación por hospitales, las intervenciones y la rehabilitación eterna. “Me sentía débil y el darme cuenta de que mis piernas no respondían sentí una tristeza que me la guardé para mí. Pero fue un momento, algo corto, no como una tragedia”, insiste.
Al poco tiempo, su historia de amor llegó a su fin. “Fue un noviazgo hermoso que decidí terminar porque, en cierto modo, sentía que inspiraba lástima”, confiesa.
Poco después, llegó el viaje de egresados a Córdoba y, más tarde, la carrera en la Universidad de Congreso de Mendoza. Una vez egresada, siempre supo ganarse un lugar en cada empresa donde se desempeñó.
“Soltera y sin apuro”, según se define, dice que no comparte el “desencuentro” que se observa entre hombres y mujeres que escapan al compromiso. “Me siento tan bien como estoy que no relegaría este momento sólo por el hecho de estar acompañada”, define.
Agradecida por su familia, formada por sus padres, Alicia y David, y sus hermanos Alexa, Fernanda y Esteban, Natalia admite, mirando hacia atrás, que el mal de Alzheimer que padece su madre resulta durísimo. Incluso mucho más de lo que le tocó padecer a ella. “Eso sí que es doloroso. Lo mío, en cambio, es una experiencia de vida de la que pude salir fortalecida”, concluye.
“Debemos naturalizar ciertas cosas”
Este miércoles, Natalia recibió en la legislatura una distinción por su aporte a la inclusión de personas con discapacidad. En el acto, a través de la diputada Tamara Salomón (UCR), fue mencionada como un ejemplo de perseverancia y superación.
En la fundamentación de su proyecto, la legisladora dijo que Naty “estimula a personas con discapacidad y las impulsa a vivir una vida plena, a la vez que expone un mensaje de empoderamiento a las mujeres con discapacidad a quienes anima a vivir de forma independiente”.
En la oportunidad también se recordó una de sus últimas publicaciones en Instagram: “La vida comienza donde termina el miedo. El miedo limita, paraliza y empequeñece. Nos roba vida. La cuestión es ser valiente y enfrentarnos a lo que tememos a pesar de ello. Los invito a animarse a vencer sus miedos, a intentarlo... créanme: se siente muy bien”.