El miércoles 6 de julio por la mañana, el femicidio de Agostina Trigo (22) –cometido en San Martín- conmocionó a todo el Este mendocino. A primera hora de ese día, en el interior de un galpón abandonado del distrito de Buen Orden, se confirmó el hallazgo del cuerpo sin vida de la joven, quien se encontraba desaparecida desde el domingo 3 de julio por la noche y luego de que saliera de su casa en dirección a una entrevista de trabajo.
Pero la fatalidad y la inconmensurable angustia de la familia de Agostina no quedaron solo allí. Y es que mientras la madre, el padrastro y el hermano de la joven participaban de los rastrillajes que culminarían con el macabro hallazgo, la casa donde ellos vivían –también en Buen Orden- fue usurpada por gente del lugar, y a la familia de Agostina le robaron absolutamente todo.
“Cuando estaba pasando lo de Agostina, entraron a la casa donde vivíamos y la usurparon. Nosotros habíamos salido a buscar a Agostina y se metieron y nos robaron todo. Era una casa de una señora, quien nos la estaba prestando. A ella le usurparon la casa y a nosotros nos quitaron todo”, destacó durante la mañana de hoy Ivana Araya (42), mamá de Agostina, a Los Andes.
“En ese momento nos prestaron un departamento amueblado en el barrio Venier, frente al aeródromo de San Martín. Y como yo estaba muy enferma, no me importó demasiado lo que había pasado porque conseguimos donde quedarnos. Pero ahora nos hemos tenido que ir de ese departamento y me estoy dando cuenta de que no tenemos nada”, agrega la mujer, en medio de la desesperación. Ivana está transitando una fuerte depresión y se encuentra bajo tratamiento psiquiátrico desde 2012, cuando –también de forma fatal- falleció su hijo más chico, quien tenía 3 años por entonces.
Actualmente Ivana Araya, mamá de Agostina Trigo, y su familia necesitan de forma urgente ayuda para poder seguir viviendo bajo un techo. Porque, tras abandonar el departamento que les prestaron luego del femicidio de su hija y de perder todo en la casa donde vivían y fue usurpada, ahora consiguieron otra casa para alquilar. Pero no han podido hacerle frente al pago del alquiler y se encaminan a volver a quedar en la calle los 3.
“Necesitamos todo lo que tiene una casa, pero más que nada una cocina. Nos habían donado una a la que le anda una sola hornalla, pero ya confirmaron que pierde y no tiene arreglo. Este mes no hemos podido pagar el alquiler”, destaca la mujer, quien vive junto a su esposo Diego y su hijo Leandro, quien tiene 9 años y es diabético insulinodependiente.
Quienes puedan y deseen colaborar con Ivana Araya y su familia en esta situación crítica que atraviesan, pueden contactarse telefónicamente al 5492634938279. “Tengo un teléfono viejo y no tiene Mercado Pago. Pero si alguien puede ayudar, ese es mi número para que se comuniquen conmigo”, destaca la mamá de la joven que fue asesinada a principios de julio.
Una vida difícil
Ivana Araya tiene 42 años y es empleada municipal. Su categoría es baja, por lo que percibe un sueldo básico. Y actualmente está con licencia psiquiátrica y bajo tratamiento, que se acentuó en julio y tras el femicidio de su hija.
A las dificultades económicas para hacerle frente al alquiler y al equipamiento de la casa, se suman las complicaciones para poder cumplir con el tratamiento que debe completar. “Necesito seguir con un psiquiatra. En el Hospital Perrupato, el área de Salud mental me ha estado atendiendo muy bien. El problema es que tengo una obra social en la que no hay prestadores de psiquiatría que trabajen con ellos, por lo que no me pueden atender. Eso lleva a que cada consulta particular tenga un costo de 5.000 pesos, que se suma a la medicación”, resume Ivana.
“Desde que pasó lo de Agostina, desde que murió mi hija, estoy tirada en una cama. Ella es la segunda hija que pierdo de manera trágica. En 2012 falleció Santino, mi hijo más chico y que tenía 3 años y medio. Se ahogó en una pileta. He tenido dos pérdidas de hijos con muertes trágicas. Todavía no me puedo recuperar de lo de Santino y ahora menos de lo de Agostina”, destaca entre lágrimas y con la voz cortada la mujer, quien acara que comenzó con depresión luego de la muerte de su hijo hace ya 10 años.