La secuencia es en blanco y negro. Siete hombres de triste semblante contemplan las exequias de un amigo. Están frente al sepulcro que dos sepultureros terminan de cubrir con tierra, la lápida ya colocada. Uno de ellos dedica palabras al recuerdo del que ya no está y dice al viento: “Donde habite el olvido, ahí estará mi tumba”.
La tumba de Mendoza como polo audiovisual estuvo preparada, con lápida incluida y la tierra del sepulcro bien asentada durante décadas: las que transcurrieron entre 1956 y este 2022, en el que el olvido parece estar sacudiendo el polvo de una vez por todas.
Y es que 1956 fue el año de la última producción firmada por Film Andes S.A., la productora audiovisual que había nacido 12 años antes por el impulso de un grupo de empresarios vitivinícolas convencidos de que era un buen negocio apostar por ser “la California Argentina” (en alusión al Hollywood estadounidense), en una provincia ideal, por su clima y su paisaje, para producciones de este tipo.
La primera escena de la primera película producida por Film Andes, y titulada El gran amor de Bécquer (1946, con guion nada menos que de Rafael Alberti y su esposa, María Teresa León), es la descrita en el primer párrafo. Y en esos primeros minutos se dice la frase que hoy parece un presagio para la andadura de ese objetivo que ha tenido tradición, olvido y renacimiento en nuestra provincia: el de convertirla en un polo audiovisual que atraiga producciones de todo el mundo.
Con la inauguración, hace 10 días, de un gigantesco set cinematográfico en el llamado Distrito 33 de la Ciudad de Mendoza (el espacio que supo ser el predio ferial de la UCIM), la provincia parece, por fin y en serio, querer quitar la tierra del olvido de encima a la posibilidad de hacerle echar humo a las chimeneas invisibles de la industria audiovisual.
“La industria audiovisual en particular y la económica creativa en general, vienen siendo una interesante fuente de recursos y desarrollo en muchas ciudades del mundo. Por ejemplo, la industria creativa es el 7% del producto geográfico del Estado de California, en EEUU. Genera diversidad de empleo calificado, en blanco y una gran oportunidad para los jóvenes. Es una industria que incluye distintas profesiones y oficios”, dice, convencido, Lorenzo Nieva Dinerstein, director de Desarrollo Económico de Capital, para dar sustento a la decisión de construir el set cinematográfico que ya luce flamante en el Parque San Martín.
Y subraya: “Creemos, desde la gestión municipal que lidera Ulpiano Suárez, que esta actividad puede ampliar la matriz productiva y complementarse con las otras actividades de Mendoza”.
En el mismo sentido opina Marcelo Ortega, quien fuera encargado de la cartera cultural en Mendoza y actualmente es el presidente de FilmAndes, la asociación civil que no sólo lleva en su nombre el homenaje a aquella iniciativa de los años 40 en Mendoza, sino que ha motorizado algunos de los “pasos necesarios” para ese camino a volver a ser la “California” del oeste argentino. “Mendoza tiene diversidad paisajística, conectividad, recursos humanos formados, capacidad instalada, infraestructura y servicios. Todo sumado al vino como símbolo y marca. Hoy está en camino a consolidarse como una plaza para el desarrollo de la industria audiovisual y el camino es seguir fomentando políticas públicas, incentivos para atraer inversiones, estado presente y dinamismo del sector privado”, puntualiza.
Según el también diseñador gráfico, “la estrategia es entender que esta actividad genera empleo, riqueza, cultura e identidad. Es una gran herramienta para mostrar al mundo el lugar donde vivimos”.
Sergio Sánchez es productor audiovisual, presidente de Fundacine y coordinador general de Proyecto Celuloide, que rescata material cinematográfico histórico. Para este mendocino, hay algo más que termina de “cerrar el círculo”, de “desenterrar al muerto” que supo ser el proyecto audiovisual mendocino. “Además de la gran cantidad de locaciones naturales, de un set de filmación que no es pequeño, sino que tiene más de 1.000 metros cuadrados de superficie, tenemos una ley”.
Sánchez se refiere a la 9.402, que, como explica él mismo, “permite apoyar la inversión de capitales, devolviendo el 40% de lo invertido en efectivo (‘cash rebate’). Es una especie de Mendoza Activa, que, en vez de devolver en beneficios impositivos, devuelve en efectivo, siempre y cuando la producción se realice acá y dé trabajo a mendocinos. Este es el momento en que se combinan un montón de elementos, y estamos listos para transformarnos en un polo de producción de esta industria”.
En un artículo de 2004 publicado en la revista Universum, el sociólogo mendocino Javier Ozollo escribía, a propósito del lance que había representado Film Andes S.A.: “La capacidad económica de diversificación, sumada a una cultura propiamente industrial, permitieron que la clase económicamente dirigente de la provincia pudiera apostar a una ‘aventura’ económica como el cine. Y son, justamente, estas características las que autorizan la existencia del cine en Mendoza y no en otra provincia del interior (...). Sin embargo, estas cualidades son escasas sin un marco político económico, que permita su supervivencia. El caso de Film Andes es una muestra significativa de esta afirmación”.
¿Qué es lo que falta entonces para terminar de que el olvido no impere? Ahondar en las políticas públicas. Y, como opina Sergio Sánchez, “que empiece a funcionar como tal una Film Comission, con representación del Estado y del sector, para trabajar con políticas que empiecen a atraer producciones y a atraer inversiones”.