El 17 de enero de 1817 es recordado como “el primer hito de la epopeya monumental que fue el cruce de los Andes”, manifestó Juan Marcelo Calabria, ensayista y miembro de la Academia Nacional Sanmartiniana. Es que esa jornada se oficializó como la fecha de partida de la campaña libertadora del Ejército de los Andes, para darle la independencia a Chile y Perú. En Mendoza fueron tiempos de mucho trabajo dedicado a los planes del General José de San Martín, que luego agradecería al pueblo mendocino por su vital protagonismo en que la campaña fuera posible.
En realidad, el momento en que el Ejército de Los Andes salió rumbo a Chile no es tan claro, mucho menos si se tiene en cuenta que fueron seis columnas de hombres las que cruzaron la cordillera, todos por diferentes pasos y, probablemente, diferentes momentos. Más allá de eso, según Carlos Eduardo Larrosa, investigador del Instituto Nacional Sanmartiniano, se toma como referencia el 17 de enero por la partida de la columna al mando del General San Martín.
Fue el mismo prócer quien, sin saberlo en ese instante, inmortalizó la fecha, al mencionar el día en una carta que le escribió a su amigo Tomás Guido, en la previa de la campaña libertadora. “El 17 empieza la salida de la vanguardia: las medidas están tomadas para ocultar al enemigo el punto de ataque. Si se consigue y nos dejan poner pie en llano, la cosa está asegurada. En fin, haremos cuanto se pueda para salir bien, pues si no todo se lo lleva el diablo”, le contó San Martín a su hombre de confianza.
“Hay autores que mencionan el 18 y hasta el 19, pero no es relevante la fecha exacta. ´Un día 17 del primer mes de 1817´ refuerza la significación simbólica-histórico-jurídico-política de esa partida de un Ejército Libertador de una Nación Independiente, compuesto mayormente por argentinos y chilenos, para garantizar el cumplimiento de un Plan Continental que aseguraría la Independencia de la Argentina y se proponía lograr la de Chile y de Perú”, analizó Larrosa. Otros incluyen la fecha de su muerte, el 17 de agosto, como otra referencia de este número en la vida del Gran General.
DÍAS AGITADOS EN MENDOZA
“Lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”, escribió José de San Martín el 14 de junio de 1816, en otra carta a su amigo. Y para sortear esa y otras preocupaciones, fue que el prócer se apoyó en su tan querido pueblo de Mendoza.
Por eso, en su obra “El Santo de la Espada”, el escritor Ricardo Rojas dice que “los primeros días de Enero de 1817 fueron de gran agitación para Mendoza, lo mismo que para todos los pueblos y caminos de la región cuyana”. Es que después de su renuncia como Comandante del Ejército del Norte, el Padre de la Patria eligió asentarse en Mendoza para planificar la campaña libertadora, por ser un territorio muy bien organizado económica y logísticamente gracias a la actividad vitivinicultora.
Así fue que, según archivos oficiales, de a poco fue cambiando la fisonomía de la ciudad, “pareciéndose cada vez más a un cuartel militar”: se instalaron talleres de artillería, almacenes de acopio de alimentos, fábricas de pólvora y campos de entrenamiento. De hecho, los preparativos de la expedición también significaron sacrificios y cambios en la vida cotidiana de la comunidad, ya que la sociedad mendocina realizó colectas de dinero donde aportaron desde un arriero hasta un terrateniente; cedieron terrenos para la instrucción militar, se donaron materiales de construcción y los carreros se ofrecieron para hacer traslados.
Los archivos de Cultura de la Nación datan que “fueron donadas astas de las reses, las niñas y mujeres cosieron ropas o se dedicaron junto a los niños y ancianos a las tareas de correo y acopio de materiales”. Es así que el ejército se abasteció, más que nada, gracias al compromiso y entrega del pueblo mendocino, que colaboró con convicción para la campaña libertadora. Juan Marcelo Calabria resalta que fue el mismo José de San Martín quien agradeció “a quienes han dado lo que no tenían para que la América pueda ser libre”.
Así quedó demostrado en las palabras que el Libertador le dedicó a Mendoza y su gente antes de salir hacia Chile: “Sería insensible al atractivo eficaz de la virtud, si al separarme del honrado y benemérito Pueblo de Mendoza no probara mi espíritu toda la agudeza de un sentimiento tan vivo como justo. Cerca de tres años he tenido el honor de presidirle y sus heroicos sacrificios por la Independencia y prosperidad común de la Nación pueden numerarse por los minutos de la duración de mi Gobierno”.
El mensaje, tan firme como emocionante, continuó: “A ellos y, a las particulares distinciones con que me han honrado protesto mi gratitud eterna. E indeleble en mi memoria sus ilustres virtudes, será de los habitantes de esta Capital, en todas circunstancias, y tiempos el más fiel y verdadero amigo”. Para Calabria, “Mendoza ha sido su ‘Ínsula Cuyana’, el lugar en el que ha podido sentir el calor de hogar junto a su esposa Remedios y su pequeña hija Merceditas, pero también donde ha desplegado todo su genio contra las adversidades, y además donde deja amigos y recuerdos imborrables”, concluyó.
EJÉRCITO CUYANO
Los relatos históricos cuentan, con algo de ponderación, que la población de Mendoza “se quedó sin hombres” por el cruce de los Andes. Aunque tal hecho no es literal, sí es cierto que la provincia -y Cuyo en general- aportó un gran capital humano a las filas del General José de San Martín.
La creación del Ejército de los Andes se conformó con parte del Ejército del Norte, del Litoral y con la incorporación de civiles, gauchos, mestizos, esclavos libertos, indígenas y voluntarios de todas las clases sociales, predominando los sectores populares de Mendoza, San Luis y una parte de San Juan; y todos ellos recibieron adiestramiento militar en los cuarteles del Campo de Plumerillo.
Además, se dispuso la liberación de los esclavos varones entre 16 a 30 años para ser incorporados al Ejército Libertador, estableciendo que quedaban libres con la única obligación de servir en el ejército hasta un año después de concluida la guerra. “La salida de las distintas columnas significaba la salida de los padres, hermanos y abuelos; es decir, de gran parte de la población masculina”, explicó Juan Marcelo Calabria.
El miembro de la Academia Nacional Sanmartiniana resaltó que “para la población de estas provincias, que no tenía una gran cantidad de personas como otras urbes, el movimiento de una masa de 5.423 hombres, 10.000 mulas, 700 reses en pie y 1.600 caballos de guerra significó todo un espectáculo y una movilización enorme de recursos, muchos de los cuales habían salido de estas provincias”.