A sus 11 años una trompeta llegó a su vida por herencia familiar, pero él quería ser futbolista. Ahora, su frase para definir el valor de la música en su vida es: “la música va a morir media hora después de que yo muera”. Así se presenta Víctor Antonio Nicotra.
Por causa de una “adolescencia no tan rebelde como la de ahora”, según expresó Víctor, los instrumentos de viento comenzaron a quedarse en su vida pero a fuerza de una decisión personal que se maduraba con el tiempo.
51 años tocando hasta hoy no se hicieron solos. Encontró en la música su pasión, su vocación y tuvo el privilegio de poder “vivir” de ella después de mucho esfuerzo dedicado a seguir perfeccionándose. Sus primeros pasos los dio como discípulo de Carmelo Ducci, una eminencia de la música mendocina, que fue director de la Agrupación Sinfónica. A través de él, ingresó a la Escuela de Música (ahora Facultad), volcándose así a la música popular.
A los 16 años formó una banda llamada Barracuda Show. “En en la década del 80´, hacíamos cumbia, salsa, temas como Pedro Navaja y también temas propios”, contó a Los Andes. La joven banda alcanzó varios premios y salió de gira llegando hasta países vecinos. “El destino hizo que viviéramos en Mendoza, si hubiésemos sido de Córdoba, seguro llegábamos a ser más grande que Banda XXI”, aseguró entre risas.
Mientras continuaba sus estudios, entró como agente a la Banda de la Policía de Mendoza.
Tras once años de carrera, se recibió como Licenciado en Trompeta y así se convirtió en el primer agente licenciado universitario dentro de la banda policial y ascendió al cargo de director del conjunto. Dentro del ámbito académico y artístico, comenzó a ejercer como docente y pasó a ser solista suplente de la Orquesta Sinfónica y la Filarmónica. Su curiosidad y ganas de aprender lo llevaron a incursionar también otros instrumentos como el saxo tenor y el alto.
Tras 14 años dedicados a la docencia, a Víctor se le hizo difícil continuar con su trabajo en la banda policial en paralelo al de las aulas, y llegó el momento de tomar una decisión que deja entrever los valores del hombre. “La Policía me dio la oportunidad de recibirme como licenciado, por eso cuando tuve que optar la elegí, porque me bancó mientras estudiada. No podía abandonarlos una vez recibido”, expresó.
“Al principio me daba vergüenza que mis compañeros de la facultad o vecinos me vieron con el uniforme policial, pero al final mi título universitario lo fui a recibir con el uniforme de gala”, contó orgulloso.
Su impronta marcó una nueva etapa dentro de la banda. “Cuando ingresé sólo se hacían marchas, chacareras, zambas, tango. Cuando fui director agregué guitarra, bajo eléctrico, teclado y cantante. Si íbamos a un colegio y pedían canciones infantiles, lo hacíamos, si pedían un reggaetón, también. Incorporamos música de películas”, transmite con su gran frescura. Al frente de la banda, su prontuario musical indica participaciones junto a Pocho Sosa, y con el ganador de un reality musical, Cristian Soloa.
Actualmente, se dedica a escribir música, a dar clases a niños –cuatro de ellos tienen una discapacidad visual- y adultos a los cuales busca transmitirles las ganas de tocar, de investigar el instrumento. Además, “para despuntar el vicio” colabora en la banda de retirados del Ejército. Su lema es que las reglas para tocar no pueden ser inflexibles, que se pueden adaptar a las capacidades de quienes deseen hacer música. Hoy, aunque con carreras profesionales que van por otro camino, sus tres hijos a través de diferentes instrumentos continúan el legado paterno.