Daniel Salomón tiene 67 años y es canillita desde hace 43. Y durante esas más de cuatro décadas ofrece las noticias en papel por las calles de Luján de Cuyo.
Dice que llegó a vender casi 1.500 diarios los domingos y que, aunque hoy la realidad es otra, sigue disfrutando del contacto con la gente, con clientes que, en muchas ocasiones, llegaron a ser sus amigos.
“Yo soy canillita desde el año 1978, desde antes del Mundial. Ahí arranqué porque tenía una distribución con un padrino de casamiento que tenía trabajo por la zona de Maipú. A la madrugada llevaba diarios y revistas por el centro de Maipú y también por Gutiérrez. Y al mediodía levantaba la devolución (de lo que no se vendía) y de paso, cobraba. Eso pasaba todos los días, de lunes a sábados. Los domingos solamente llevaba el diario”, contó Daniel.
Empezó en el oficio a los 22, después de haber pasado más de un año y medio haciendo la colimba con la Marina, en Ushuaia. Cuando volvió, le tocó trabajar con su padrino en el reparto. “Después, con los años, empecé el reparto en Godoy Cruz y se fue agrandando todo. Porque se vendían muchísimos diarios. Los domingos, por ejemplo, vendía 1.000 ejemplares de Los Andes. Y también 400 ejemplares del diario Mendoza. Los vendías todos, ¿eh?”, advierte el canillita, y agrega que los sábados vendía unos 400, mientras que eran 150 que vendía cada día el resto de la semana.
“Cornetear” por las calles
Daniel iba con su corneta por las calles de Carrodilla, circulando por las calles con su moto y su canasto lleno de diarios. “Corneteaba por Carrodilla. Vendía muchos diarios el día domingo, pero también tenía a mis clientes habituales, que compraban todos los días. Era raro que lo hicieran sólo el fin de semana”, aseguró el vendedor de diarios.
Continuando, dijo que sus clientes ya sabían que los iba a ir a visitar, y que luego de haber madrugado y hecho la recolección por la tarde, regresaba a su casa como a las 3.
“Me acuerdo de que en la época de Menem, muchos clientes pagaban en dólares. El diario costaba $1,20, y me pagaban con 50 dólares el mes. Siempre había un mate de por medio, pero yo trataba de no peder tiempo para completar el recorrido”, dijo. En su casa, después de un largo día de trabajo, lo esperaban sus hijos y su esposa, Diana. Cuenta que solo llegaba para verlos dormir porque eran muchas horas de trabajo para la cantidad de diarios que tenía. De hecho, tenía ayudantes durante los fines de semana porque era mucha tarea para una sola persona.
El cable, internet y el final de una época
Daniel cuenta que todo empezó a bajar cuando apareció el cable canal, y mucha gente que compraba el diario todos los días empezó a comprarlo sólo los sábado y los lunes. Y los que lo hacían el fin de semana, solamente el domingo. “Bajó el reparto. La gente tenía en esa época, en el cable, noticieros de forma permanente, y se volcó a ver la noticia en la televisión. Dejó el papel de lado”, recordó. “Y después nos terminaron de reventar internet y los teléfonos celulares”, señaló.
Pero Daniel es agradecido. Dice que en las épocas de “vacas gordas” aprovechó y logró que todos sus hijos pudieran estudiar y hacerse profesionales. “Es la herencia que les dejé a los cuatro, que pudieran estudiar”, destacó.
Igual, el canillita sigue trabajando. Tiene un escaparate en Carrodilla, en la puerta de un supermercado, y con eso puede pagar las cuentas. Dice que en esta época lo que más se venden son sopas de letras, crucigramas, mandalas y las colecciones de autos para armar. También les vende revistas de “chusmeríos” a peluquerías.
Trabajar en la calle
El canillita señala que trabajar en la calle es pasar frío, pero que con los años se fue acostumbrado. Detalla que muchas veces vio cosas que lo obligaron a llamar a la policía o que tuvo que asistir a personas que tuvieron un accidente. También encontró celulares, documentos o billeteras que siempre devolvió.
“También me asaltaron varias veces y dos veces me robaron las dos motos que tengo, pero por suerte las pude recuperar, porque uno, por el oficio que tiene, conoce gente y finalmente sabe donde puede recuperarlas. Aunque tuve que pagar”, aclara.
Para terminar, indicó que lo que más le ha gustado en más de 40 años de trabajo es la cantidad de gente que pudo conocer. “Son tus clientes, vivís de lo que te pagan, pero terminás siendo amigo de ellos. Y además ahora voy a salir en el diario. Una vez me hicieron una nota cuando era chico y jugaba en Independiente, pero ahora es una nota sólo a mí. Le voy a llevar el recorte a mi mamá, que tiene 96 años. Se va a poner contenta”, cerró.