Mendocino por adopción: el peruano que eligió nuestra provincia y la ama pese a la discriminación

Se llama Robinson Tamariz Medina y en 1991 arribó a Mendoza para estudiar una carrera universitaria. Hoy es un destacado odontólogo y docente, y un mendocino más, a pesar de que las dificultades sociales.

Mendocino por adopción: el peruano que eligió nuestra provincia y la ama pese a la discriminación
Robinson Tamariz es odontólogo y profesor en la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Cuyo. | Foto: José Gutiérrez / Los Andes

“Fue amor a primera vista”, dice Robinson Tamariz Medina cuando recuerda aquella vez, en 1991, cuando a bordo del colectivo que lo traía desde Perú, llegó a la Ciudad de Mendoza. “Al entrar por el Acceso Sur y ver el cóndor, al pasar por las calles y ver el paisaje, sentí como si estuviera ante el amor de mi vida. Por eso justamente tengo a mi familia, a mi hija y me quedé a estudiar”, asegura.

La historia de este “mendocino peruano” (tal como él se autodenomina) se parece a otras de inmigrantes de distintos países que eligieron nuestra tierra para hacer su futuro, atraídos por la oferta educativa de alto nivel, por las bondades del clima, por la bonhomía de la gente, incluso. Pero se asemeja también en otro sentido, más oculto y que tenemos menos asumido: la difícil permeabilidad y, a veces, la discriminación que sufren.

Robinson nació en Aija, departamento de Ánchash (Perú), en febrero de 1973. Luego se mudó a Huaraz, donde terminó la secundaria. Sus padres, los docentes Zenaida Medina Roldán y Rey Eduardo Tamariz Quiñones, pensaron que sus hijos debían trazar su propio futuro y los acompañaron en cada decisión que tomaron. En el inicio de los años 90, Perú atravesaba tiempos difíciles, y la búsqueda de un futuro en un país como la Argentina parecía buena propuesta.

Por ese tiempo, dos hermanos de Robinson ya estaban en Mendoza (Eduardo y Rey Eduardo). Además, una tía (Mariana), monja que fundó el Colegio Santa Rosa de Lima en Rodeo del Medio, también vivía acá, así que, aunque Robinson analizó la posibilidad de instalarse en Buenos Aires, prefirió la “tierra del sol y del buen vino”. Aquí podría estudiar alguna carrera relacionada con la Medicina, tal era su interés.

“Para mis padres fue muy difícil ver que sus hijos se fueran. Allá quedaron con dos hermanos, pero nos dejaron elegir, nos dieron las alas para poder volar. No nos obligaron ni a quedarnos ni a irnos. Nos dieron la elección de buscar nuestro futuro”, cuenta Robinson.

Cuando este peruano llegó a nuestra provincia, ya tenía un hogar destinado: una casa del barrio Cementista I de Las Heras, con dos curiosos dueños. “Era un matrimonio sin hijos y, aunque no lo creas, se llamaban don Ramón y doña Florinda”, apunta. Esos dos lasherinos no se parecían en nada a los personajes del Chavo, pero tenían mucho cariño para dar y ya habían alojado a los dos hermanos de Robinson que se le adelantaron en su elección de futuro.

Luego, el aún adolescente Robinson se dedicó a organizarse y ponerse al día con lo necesario para afrontar sus estudios. Él lo resumen en pocas palabras: “Tuve que revalidar mi título secundario y cursé en el Colegio Agustín Álvarez; me preparé y rendí en la Universidad Nacional de Cuyo para el ingreso a Medicina y Odontología. Al final, ingresé a Odontología”.

Pero, aunque había sido fuerte el impacto, el amor inicial por Mendoza empezó a tener algunos inconvenientes que lo pusieron a prueba. “Debo decir que comenzó un derrotero de luchas: académicas, sociales y hasta económicas”, reconoce. Y explica: “Lo que pasa es que al principio fue difícil integrarse a la sociedad mendocina. Hoy en día me siento un mendocino más y por eso lo puedo decir: somos montañeses y muy cerrados. En la facultad, por ejemplo, había discriminación contra los extranjeros. Tengo que decir que yo nunca me sentí perjudicado realmente por esa discriminación o la pude superar, pero la había”.

La manera en que pudo afrontar ese problema Robinson fue el apoyo de sus hermanos y la relación con una comunidad religiosa. “Como estábamos en el barrio Cementista íbamos al oratorio Ceferino Namuncurá y allí hicimos nuestros primeros amigos, que nos permitieron cambiar el lazo e integrarnos más. Esos amigos hasta hoy nos duran”, dice con orgullo.

Después de vivir en el Cementista y pasar por otros lugares, Robinson obtuvo su título universitario. Sus hermanos ya habían hecho lo propio: Eduardo se recibió de médico y se dedicó a la oncología. Rey Eduardo empezó Economía, pero pasó al Marketing y luego, con el tiempo, abrió un restaurante de comida peruana.

Tras recibirse como odontólogo, llegó el amor a la vida de Robinson. Y, poco después, la tragedia. “Una vez terminados mis estudios universitarios en la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Cuyo, comencé mi trayectoria profesional en un consultorio particular en el barrio Cano. Allí fue donde conocí a Cecilia, mi esposa, con quien tuvimos a Santiago, nuestro Ángel, quien falleció después de nacer prematuramente”, cuenta con tristeza, y también con fortaleza. Sin embargo, el tiempo y la vida le dieron otro regalo: “Luego tuvimos a nuestra amada hija Lucía, que es la luz de nuestra vida”.

El odontólogo peruano, en familia: aquí, con su hija Lucía y su esposa Cecilia.
El odontólogo peruano, en familia: aquí, con su hija Lucía y su esposa Cecilia.

En cuanto a lo profesional, el camino de Robinson continuó. “En la facultad, más allá de lo difícil que haya sido por la discriminación, me hice grandes amigos y pudimos seguir adelante. Además de ejercer como odontólogo, soy docente en la Cátedra de Diagnóstico por Imágenes. También soy el referente de educación a distancia en la universidad y estoy a cargo del taller de informática”, cuenta. Y agrega: “También soy docente en la Universidad de Mendoza”.

Cuando habla sobre su nación elegida, sobre su vida en estos 32 años mendocinos y sobre las dificultades superadas, este odontólogo deja traslucir una íntima emoción. Y también orgullo, porque al parecer Robinson Tamariz Medina siente que está siguiendo el camino de otros peruanos en Mendoza y continuando viejos lazos que unen esta tierra con aquella. “Por si no lo sabían, Toribio de Luzuriaga era nacido en Áncash, el mismo lugar donde yo nací. Y llegó a ser un militar destacado en lo que iba a ser Argentina, además de gobernador de la Intendencia de Cuyo después de San Martín, al que ayudó en la campaña de los Andes”, comenta, probando que conoce muy bien nuestra historia.

Y suma: “Hay que decir que Luis Lagomaggiore, el gran sanitarista de Mendoza y el que le dio nombre a un hospital, era también peruano”, recuerda. Y, para terminar de poner ante nosotros los lazos que él siente como inalterables, resalta: “Además, el Patrón Santiago, que es el santo de Mendoza, también lo es de Aija, mi lugar de nacimiento”.

En la imagen, con sus colegas en el Centro de Salud 224 Costa Flores, en Perdriel Oeste.
En la imagen, con sus colegas en el Centro de Salud 224 Costa Flores, en Perdriel Oeste.

Asumida su condición de “argentino peruano” y mientras recuerda ese camino recorrido desde 1991 hasta ahora, Robinson Tamariz no deja de recomendar algo a todos aquellos “que quieran habitar el suelo argentino” (tal como reza el Preámbulo de nuestra Constitución”. “Mendoza es mi hogar. Ojo, no puedo decir mi segundo hogar: es el primero. Y la Argentina es mi segundo país, mi país por elección. Por eso agradezco a Argentina y a Mendoza, porque me dieron una profesión, mi estudio, mi familia, me dieron un hogar y un buen pasar”, dice.

Y concluye: “A los que elijan Mendoza les digo que no se van a arrepentir. Por ahí uno cree que es duro, y al principio a mí me resultó difícil también, pero cuando le encontrás la vuelta a Mendoza y conocés a su gente, te das cuenta de que es una provincia con personas buenas, acogedoras, bonachonas. El mendocino te brinda todo y los amigos que hacés acá, son para toda la vida”.

Festejos por la independencia

Perú celebra su día de la independencia este viernes 28 de julio, con una fiesta nacional en honor a los 202 años de esa nación.

En Mendoza, esos festejos serán a las 11.30, en la plaza San Martín de Ciudad. La organización está a cargo del Consulado de aquel país en nuestra provincia y están invitados todos los residentes peruanos.

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