Pesadillas, recuerdos repentinos que azotan la mente, angustia, emociones alteradas... y la lista sigue. Todo ese estrés postraumático es con el que tiene que lidiar una persona que fue víctima de abuso sexual, en algún momento de su vida. Hablar es, quizás, la única llave para liberar el dolor pero no es fácil, ya sea por culpa, vergüenza o miedo. Quienes más tratan con esos pacientes son los sexólogos, especialistas que abordan una temática que la sociedad a veces deja de lado.
En las últimas semanas, el país se vio sorprendido por la detención del productor de Gran Hermano, Marcelo Corazza, envuelto en una causa por corrupción de menores, abusos y pedofilia. Días más tarde, el conductor Jey Mammón fue denunciado por Lucas Benvenuto, un joven que lo acusa de haberlo abusado cuando era menor de edad.
Estos hechos mediáticos sirven como disparadores para que muchas víctimas acudan a buscar ayuda porque poder contar lo que han vivido es un acto de valentía y el primer paso para una terapia que ayude a sanar. Si no, las víctimas pueden caer en un infierno mental que se desencadena en secuelas como adicciones, autoestima muy baja y hasta el suicidio.
Consultas y abusos reprimidos
Por lo general, las víctimas no acuden al sexólogo llevando el trauma del abuso y buscando hablar de ello, sino todo lo contrario. Quieren encontrar la solución a su deficiencia sexual obviando el peor episodio de sus vidas.
“Los pacientes asisten a consulta por cualquier motivo que tenga que ver con ellos a la hora del sexo, no van derecho a contar el abuso, pero a veces terminan desahogándose y cuentan cosas tremendas que necesitaban soltar”, explica a Los Andes Marian Cruz, psicóloga, sexóloga y coordinadora del centro médico Ginest.
Los abusos sexuales no son sólo a menores, también ocurren de grandes con novios o maridos que creen tener poder sobre el cuerpo de su pareja por el mero hecho de tener un vínculo sexo-afectivo. “Hay muchos abusos de maridos y mujeres que se callan. No lo dicen y eso en la cabeza queda y hace mucho daño”, resalta Cruz.
Muchos pacientes sufren lo que en psicología se denomina amnesia psicogénica, es decir, una persona encapsula el terrorífico recuerdo en su mente y cree haberlo olvidado. Sin embargo, el trauma queda y busca manifestarse de algún modo, generalmente a través de emociones castigadoras.
“A veces el abuso está tan enquistado que hace que el paciente tenga trastornos en la sexualidad o con su imagen personal, se siente mal con su propio cuerpo. Algunos lo reprimen y luego aparece el recuerdo en terapia. Mientras que para otras personas está latente y les dificulta la sexualidad”, explica Carolina Gerzon, licenciada en psicología y orientadora en sexualidad.
Respecto a las consultas, muchos de los pacientes que llegan son derivados de algún especialista en medicina, a quien el paciente acudió primero en busca de una solución a su problema sexual desde lo físico. “Muchos son derivados por dolor coital, no disfrutan del sexo, no se excitan, no tienen erecciones, no sienten deseos o ganas. Y el 95% de ellos son personas que han sufrido algún tipo de abuso en algún momento de su vida”, detalla Cruz.
La especialista resalta que, del total de los pacientes que atiende, entre el 50% y 60% son víctimas de vejámenes y, en su mayoría, son mujeres. “Del total de los pacientes que llegan por algún problema sexual a consulta y comienza una terapia, entre un 50 y un 60% han sido víctimas de abuso sexual. En su mayoría son mujeres”, detalló Cruz.
Consultada sobre la cifra a la que refirió su colega respecto al porcentaje de víctimas, la licenciada Gerzon coincidió con limitadas palabras, pero con firmeza: “Sí, es así”.
Hablar, el paso más valiente
Los casos de abusos sexuales que se vuelven mediáticos hacen que por un instante toda la población tome consciencia de la existencia y el impacto de esos delitos. Cuando una víctima se anima a hablar, otras también y es entonces que se naturaliza el problema, dejando de ser tabú.
“Los casos mediáticos ayudan muchísimo. Es como decir: ‘Ay, a mí también me pasó’. Y si lo hizo Jey Mammón, a mí también me lo pudieron hacer, no soy la única víctima. En cambio, si la persona no habla se vuelve esclava de su dolor. Hablar es liberarse”, resalta Cruz, quien agrega que, en su mayoría, estos episodios sexuales se dan en contexto intrafamiliar o con personas que, previo al hecho, generaron confianza con la víctima.
Su colega difiere un poco respecto a la repercusión mediática de estos casos. “Sirve como espejo para hablar y pedir ayuda, sí. Pero, cuando se hace tanto manoseo del tema, confunde al paciente y ahí no quiere hablar porque le genera confusión y no distingue si es real de lo que se está hablando en la televisión o no”, apunta Gerzon.
Las víctimas llevan la crisis en silencio y no piden ayuda a nadie por miedo a que no les crean o los rechacen. La vergüenza y la culpa son los principales enemigos de quienes están esclavizados por su silencio.
“Pasar ese proceso en silencio es un infierno mental. Necesitás que tu cerebro se duerma, que no se acuerde, que no sepa. Busca salir de la realidad, entonces buscás algo que te saque y te haga sentir fuerte: como las drogas, el alcohol, los suicidios. Cada persona reacciona como puede”, ahonda Cruz en la importancia de buscar ayuda.
La persona que ha atravesado un abuso a veces no habla por temor a sufrir una doble victimización: el episodio en sí y que la juzguen por lo sucedido. “Tiene sentimientos de soledad, autoestima baja, dificultades en el área sexual o se castiga con culpa, que no debería sentir”, agrega Gerzon.
El proceso de terapia es lento y conlleva un acompañamiento de mucha empatía porque cada víctima reacciona como puede o con las herramientas que tiene en ese momento, pero en todos el silencio castiga.
“No hay una estadística. Algunos se suicidan, otros caen en adicciones, hay quienes no logran tener un vínculo sexual placentero, otras son madres sumamente aprensivas que no dejan salir a los hijos a ningún lado, otros adictos al sexo y así. Depende de cada persona”, detalla la licenciada Cruz sobre los comportamientos que pueden tener las víctimas a modo de secuelas.
Salud pública
Las terapias por sexólogos sólo se pueden dar en el ambiente privado, pero eso no significa que una persona que necesite ayuda no pueda obtenerla desde la salud pública. En Mendoza, todos los hospitales tienen servicio de salud mental, en los que cualquier paciente puede llevar adelante una terapia psiquiátrica o psicológica.
“La depresión y la ansiedad son los cuadros que más vemos en todas las edades, dadas por distintas causas, una de ellas por el abuso, que no es algo que se pueda hablar abiertamente como si habláramos de una fractura de brazo. Por eso entendemos la importancia de la contención”, explica Elizabeth Liberal, médica psiquiatra y directora de la Dirección de Salud Mental y Adicciones de la provincia.
Datos oficiales aseguran que después de la pandemia ha aumentado un 30% la demanda de los servicios de salud mental en los hospitales y los centros de salud públicos.
“Estamos trabajando para que haya una red de contención que incluya a los centros de salud, por eso hemos capacitado a los médicos de familia para que brinden una primera escucha a los pacientes, porque que busque hablar es fundamental. También con agentes sanitarios para intentar llegar a la mayor cantidad posible”, cerró la funcionaria.