Marcelo Dabián. “Estoy orgulloso de haber podido llegar a los 50 años de trabajo”

Entró a los 13 años como cadete de diario El Andino y desde entonces pasó por diferentes secciones hasta llegar a Diagramación. Admite que la responsabilidad y el don de gente la heredó de sus padres. Agradece especialmente a su familia que lo bancó.

Marcelo Dabián. “Estoy orgulloso de haber podido llegar a los 50 años de trabajo”
Marcelo Dabián cumplió 50 años de trabajo en Los Andes. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Hablar de su vida es prácticamente una misión imposible sin desandar la historia de Los Andes. Es que Marcelo Dabián arrancó desde muy chico en el medio de comunicación ícono de Mendoza. Este escenario fue su primer y único trabajo; y, aunque a principios de diciembre cumplió 50 años en la misma empresa, logró esa versatilidad laboral que tantos jóvenes procuran actualmente a la hora de pensar en su carrera.

Empezó como cadete, se desempeñó en el archivo fotográfico y donde estaban las colecciones de las ediciones antiguas para la consulta de los mendocinos, hizo algunas entrevistas para la sección de Espectáculos y llegó a Diagramación.

“Siempre me metí en todo, iba y averiguaba cómo se hacían las cosas”, dice y admite que esa curiosidad le permitió adaptarse a las diferentes innovaciones.

Entre los cambios de puestos, la llegada del color a las páginas del diario, los rediseños, el paso de la diagramación en papel a las Mac y luego a las PC, la digitalización y el nuevo formato, Marcelo creció, cursó la secundaria, se puso de novio, se casó, vio nacer a sus hijos y a los hijos de sus hijos (Benjamín, Emma y Baltazar) con los que disfruta el título de “abuelo”. Como él mismo suele decir “en dos palabras... Im Presionante”.

Marcelo Dabián se ha adaptado a todas las innovaciones tecnológicas para la diagramación de las páginas de Los Andes. Mariana Villa / Los Andes
Marcelo Dabián se ha adaptado a todas las innovaciones tecnológicas para la diagramación de las páginas de Los Andes. Mariana Villa / Los Andes

Sentado en el comedor de su casa de Godoy Cruz junto a Rosa, su esposa y compañera desde los 17 años, repasa los momentos que le han permitido llegar hasta donde está hoy; las personas con las que compartió tantas jornadas laborales; sus “maestros” -Alberto Gamino, Bermúdez, Juan Carlos Gutiérrez, entre otros-.

Habla con la misma precisión y cantidad de detalles que le pone a cada una de las páginas que maqueta por estos días. Explica con la misma paciencia que usa cuando le toca armar una página con algún periodista nuevo en la tarea. Y, si bien no todo fue color de rosa y varias veces llegó a su hogar con la incertidumbre propia que generan las transformaciones tan profundas, jamás se quejó. “El nunca trajo un problema del trabajo a la casa”, ratifica Rosa.

Si bien aquella curiosidad es parte de su personalidad, es consciente de que la responsabilidad y el don de gente lo mamó de sus padres Pocha y Marcelo Rogelio. Por eso mismo es el orgullo de sus hijos -Ramiro, Laura y Juani- que le agradecen por ese ejemplo y porque nunca les hizo faltar nada.

Él también les agradece porque lo “bancaron”. “Por motivos de trabajo no los pude acompañar y perder algunos momentos lindos de la crianza de mis hijos”, admite en su Facebook.

Los primeros pasos

El ‘72 fue de esos años económicamente difíciles en el país y en la provincia en particular -vale recordar que había arrancado con el Mendozazo- y los padres de Marcelo le pidieron que diera una mano con el ingreso familiar. Por ello, don Marcelo Rogelio, que era el subjefe en el área de Intendencia de Los Andes, le consiguió un lugar como cadete. “En esa época éramos dos hermanos nada más”, cuenta y detalla que entonces sólo estaban María y él, y luego nacerían Alejandro y Mario.

En plena adolescencia, mientras cursaba los primeros años de la secundaria vespertina en la Gregorio Las Heras para poder trabajar durante la mañana, dio sus primeros pasos laborales en El Andino que circulaba al atardecer.

Enrique Sánchez junto a Marcelo Rogelio Dabian (derecha), padre de Marcelo Dabián
Enrique Sánchez junto a Marcelo Rogelio Dabian (derecha), padre de Marcelo Dabián

“Cuando yo entré hacía poco que había empezado el sistema offset en El Andino. Habían comprado una máquina, que no sé si tendría unos 50 metros, pero imprimía lindo”, recuerda a la vez que aclara que cerca de ésa estaba la otra “re-larga que tenía tres pisos” donde se imprimía Los Andes. También en 1972, en junio/julio “cuando se inauguró la Terminal de Ómnibus de Mendoza” se habilitó formalmente la nueva construcción -contigua a la casona de San Martín 1049, donde había un patio- para la planta impresora.

Por entonces, lo que hoy es el auditorio Adolfo Calle, era la parte denominada “caliente”, porque allí estaban las linotipos y los mesones donde se armaban las páginas.

“Como cadete era el que llevaba los materiales al taller para imprimir y después cuando empezó la modernización de las páginas y llevaba las páginas. Luego las pasaba a Corrección”, rememora como si estuviera recorriendo los pisos donde funcionaba cada área. Entre esas idas y vueltas, prestaba atención a la diagramación de las páginas que hacía Alberto Gamino.

Marcelo cuenta que al repetir segundo año, debió cambiarse de colegio y terminó en el Instituto Avellaneda a la noche, de 20.30 hasta la medianoche “porque allí estudiaban los que trabajaban”.

En esos años mozos, cuando contaba 17, conoció al amor de su vida. Rosa vivía al frente de la Unión Vecinal de El tapón de Sevilla y coincidieron en el grupo de amigos de la parroquia Perpetuo Socorro. Gracias a la intercesión de uno de los muchachos -marido hoy de la prima deRosa-, Marcelo tanteó el terreno y, una semana después, el 18 de setiembre Rosa aceptó ser su novia.

Cuando Marcelo cumplió los 18, debía convertirse en “peón de patio”, pero fue designado al archivo y estaba dispuesto a realizar todo tipo de tarea. Por eso, cuando la periodista de Espectáculos Luz Zain le preguntó si se animaba a hacer entrevistas, no lo dudó. Con grabador y una lista de preguntas encaraba -junto a Rosa- a artistas como María Rosa Gallo y luego Luz escribía la nota.

Reestructuración y familia

Con el cierre de El Andino en el ‘83, Marcelo pasa a Los Andes y con 23 años debuta en el horario nocturno para diagramar las páginas del diario. Los cambios también se notaron en la familia, con la llegada del primer hijo en el ‘84, Ramiro, y luego, en el ‘87, de Laura.

Para esa época se da la “gran reestructuración”: se deja de lado totalmente el uso del plomo y las primeras computadoras reemplazan a las tradicionales máquinas de escribir en la redacción.

Pero uno de los grandes debates en la industria gráfica que también estuvo presente en Los Andes fue con la llegada del color. La discusión tenía, entre otras cosas, puesto el foco en el logo. ¿Azul o borravino? Marcelo recuerda que un estudio de mercado determinó que el azul era el mejor color para incorporar a la marca. En 1993, se imprime la primera tapa a color. “Antes, Avelino Prieto había hecho un suplemento a color que se imprimía en la máquina de El Andino”, apunta.

Ese año se agranda la familia de Marcelo y Rosa con la llegada del benjamín: Juani.

Elvira Calle entregó la medalla de reconocimiento por los 25 años a Marcelo Dabián en 1997. Archivo Los Andes
Elvira Calle entregó la medalla de reconocimiento por los 25 años a Marcelo Dabián en 1997. Archivo Los Andes

Esos primeros 25 años en Los Andes, cierran con la satisfacción de recibir de manos de la propia Elvira Calle la medalla de reconocimiento en el hall de entrada bajo la mirada orgullosa de toda la familia -padres, suegros, hijos-. “Fue una emoción muy grande”, acota Rosa a la vez que aegura que sus hijos han heredado esa responsabilidad.

Hacia fines de los ‘90, la tecnología sigue sumando desafíos. Luego de aprender a usar las Mac para la diagramación, hubo que aprender los pormenores de las PC, del Atlas y del programa Quark específico para el trabajo de los diarios para lo cual estuvo en la capacitación que se desarrolló en Córdoba.

La pandemia de Covid-19 modificó la vida cotidiana del mundo entero. Marcelo, considerado de riesgo, debió quedarse en casa para desarrollar sus tareas. Este sacudón no fue el único, el objetivo del 2020 en Los Andes era un cambio radical en su plataforma impresa y en su plataforma digital: convertir el tradicional formato sábana en tabloide en un nuevo programa y adoptar otra metodología de trabajo para fortalecer la edición web.

Todo se hizo con gran parte del trabajo virtual. Como muchos, Marcelo reconoce algunas ventajas de las tareas remotas, pero no duda en señalar que extrañó el contacto con la gente desde la rutina de tomarse el colectivo hasta compartir la jornada en la Redacción.

-¿Cuál es tu sueño?

-Sé que un día me va a llegar a la jubilación y no me va a quedar otra, pero la verdad es que no estoy desesperado por jubilarme. Me gustaría hacer algunos viajecitos, aunque algunos pudimos hacer...

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