Que si era Feriado Nacional, que si no. Que si Mendoza adhería, que si no. Que si se pagaba doble en el trabajo, que si no. En medio de tantas dudas, idas y vueltas, la realidad de este martes fue una sola: Argentina salió campeona del mundo en Qatar, sumó su tercera estrella en el escudo –una por cada Copa- y el plantel que toco el cielo y la gloria con las manos desfiló durante más de 3 horas por las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en una emotiva y multitudinaria caravana que partió desde el predio de la AFA en Ezeiza.
En total, casi 5 millones de argentinos salieron a la calle para recibir a sus héroes, aunque el festejo terminó de manera anticipada, ya que -luego de que algunos hinchas saltaran de los puentes para caer en el colectivo que llevaba a los jugadores-, se dio por finalizada la caravana terrestre y los jugadores sobrevolaron la CABA en helicóptero para luego regresar a sus provincias y hogares.
En Buenos Aires, que adhirió al feriado nacional, se vivió una verdadera locura y la marea humana que esperó y siguió al micro con los campeones del mundo invadió autopistas, avenidas y calles de CABA. Y entre esas millones de personas que participaron de la caravana (que se extendió durante gran parte del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)- estuvo el mendocino Marcos Dell’Agnola (31).
El mismo que a fines de octubre, con una diferencia de dos días, pudo ver gratis los recitales de Wos y de Coldplay sin haber adquirido ninguna de las dos entradas. Pero sin tampoco haber ideado una trabajada estrategia para colarse, sino que simplemente “las puertas se le fueron abriendo” para estar en el lugar indicado en el momento justo. Y si de puertas abiertas y de estar en el lugar indicado y en el momento justo se trata, Marcos vivió un martes épico. Porque salió durante la madrugada del martes con destino a Buenos Aires, y completó el viaje a dedo, apelando a la solidaridad rutera de dos camioneros que lo trasladaron durante los más de 1.000 kilómetros que separan Mendoza de Buenos Aires.
Un micro de línea y dos camiones para llegar a Buenos Aires
Marcos no quería perderse por nada en el mundo la fiesta popular que se viviría en Argentina cuando la Selección Nacional pisara nuevamente este suelo. Por esto mismo, apenas terminó la infartante definición por penales de la Final contra Francia –ese mismo domingo por la tarde y luego de que Gonzalo Montiel convirtiera el cuarto y último penal- comenzó a planificar el viaje, antes de saber el día y hora exacta en que llegaría “La Scaloneta” al país.
Les propuso a su hermano y a algunos amigos ir en auto propio, pero no los notó muy convencidos y muchos que habían dicho que sí, se bajaron a último momento. Y cuando se confirmó que llegarían este martes por la madrugada, averiguo para sacar un pasaje aéreo. Pero no había lugar en los aviones que volaban.
“No podía perderme este momento, por lo que empecé a ver distintas posibilidades. El primer plan fue ‘armar’ un auto con más gente para hacer el viaje, pero no conseguí quórum. Entonces averigüé para irme en avión, pero no había pasajes”, resume Marcos todavía desde Buenos Aires. Y es que regresará a Mendoza a las 17 de hoy.
Sin nada que perder, el joven llegó hasta la Terminal de Ómnibus de Mendoza el lunes por la tarde-noche, con la idea de comprar un pasaje hasta Buenos Aires y “bancar la parada” –como suele decirse-, viajando toda la noche y gran parte del día de hoy. Pero, una vez más, los astros se alinearon de tal manera que tampoco pudo cumplir ese tercer plan, el “Plan C”.
“Quise comprar el pasaje a Buenos Aires, pero no me recibían Mercado Pago y no pude comprarlo de forma virtual. Eran las 20:30 y me fui caminando, con la camiseta de Argentina, por el costado del Acceso, hacia el este y haciendo dedo para ver si conseguía a alguien. Pero no me levantaba nadie, así que llegué a la altura de la Universidad Maza y de ahí me tomé un micro que me dejó en una estación de servicio al costado de la ruta, cerca de calle Tirasso”, rememora.
Luego de caminar algunos kilómetros más desde el lugar -sin bajar el pulgar ni la mano flexionada en ningún momento que le permitiera avisar que buscaba alguien que lo llevara-, transcurrieron otras dos horas, hasta que -ya cerca de la medianoche-, un automovilista lo acercó a otra estación de servicio, ya en San Martín.
Ya en la madrugada del martes, Marcos llegó al departamento del Este y se instaló en esa estación de servicio. Allí estuvo hasta que, cerca de las 3 se cruzó con Sebastián, un transportista que se ofreció a llevarlo en su camión hasta el Arco de Desaguadero.
“En el medio, hasta que llegué a San Martín, les pregunté a más de 12 camioneros brasileños, jujeños, porteños, paraguayos. Incluso, hasta pasó justo un grupo de locos de mi edad y estatura en un Clio. Eran 4 y 3 estaban de acuerdo con llevarme. Pero uno de ellos me dijo que iba a estar un poco incómodo, así que no me llevaron. Y ahí se me vino la ‘messiliencia’, que creo que es uno de los valores más fuertes que nos dejó Messi; el de luchar y luchar”, recapitula Marcos con su siempre infalible e infaltable espíritu aventurero, acompañado de la simpleza característica.
“Me encantaría que la ‘Messiliencia’ se pudiese incorporar en el sistema educativo, que tomen valores de este plantel. Y entender que en la vida hay que seguir los sueños con Lionel Messi, no como ni por, sino con él”, se anima a soñar.
Durante ese primer tramo en que Sebastián llevó a Marcos Dell’Agnola en su camión, el conductor le dio la segunda mejor noticia del viaje (hasta entonces). “Cuando estábamos llegando a Desaguadero, llegó la gloria eterna: el hombre me dijo que había conseguido que un colega me llevara hasta Buenos Aires. Conecté con un colega de él y, re buena onda, salimos hasta Buenos Aires. Y ahí empezó todo”, describe con humildad.
Tras más de 12 horas de viaje, Marcos y el segundo conductor que lo llevó llegaron a Buenos Aires a las 15 del martes. Sin embargo, entre que pudieron llegar e instalarse, se hicieron las 17. Y, viendo que todo estaba llegando a su fin anticipado ya en la zona de mayor concentración, Marcos decidió quedarse en las inmediaciones del predio de la AFA, en Ezeiza.
“Sabía que iban a volver al lugar después de la caravana. Esa era la idea si no hubiera sido por los disturbios. Pero cuando se complicaron los festejos, terminaron en el helicóptero y volvieron rápido a sus casas, por lo que terminó todo antes de lo previsto”, cuenta Dell’Agnola.
Un mendocino con el Cuti Romero y en el cuarto de Messi
Sin demasiado equipaje a cuestas, aunque con un sobre donde llevaba un elegante traje con corbata por si llegaba a cumplir el sueño de cualquier argentino -lograr toparse con la Copa del Mundo en el predio- y podía tomarse una foto, Marcos llegó al imponente predio de la AFA en Ezeiza.
Como soñar no cuesta nada, se calzó la ropa de gala, y consiguió ingresar a las instalaciones de la Asociación de Fútbol Argentina. Por su cuenta, había planificado incluso algunas estrategias que -con suerte- le permitirían “abrir algunas puertas” si era necesario. Pero todo quedó trunco con el imprevisto final de los festejos y el abrupto cierre de la jornada festiva.
“Había llevado el traje para sacarme una foto con la Copa, si se llegaba a dar, de forma presentable. Y estando adentro del predio, me lo calcé. Pero cuando pregunté e insistí por poderme sacar la foto, me dijeron que estaba bajo llave en presidencia”, lamenta. Aunque lo que no lamenta es haberse adentrado en una nueva aventura en su ya poco rutinaria vida.
“Pude entrar a la habitación en la que había dormido Messi la noche anterior, donde le sacaron la foto con la Copa apenas llegó a Ezeiza. ¡Estuve en el baño de Messi!”, cuenta, entre risas.
Incluso, Marcos llegó a estar cara a cara y saludar en una de las habitaciones a Cristian “Cuti” Romero, uno de los baluartes de la defensa de la Selección Argentina campeona del mundo y quien aún estaba en Ezeiza, ya que fue uno de los últimos jugadores en regresar a su provincia (Córdoba).
También conoció a Marcelo “Daddy” D’Andrea, fisioterapeuta de la Selección Argentina y quien hasta le obsequió una remera de la selección. “Pude charlar con el Daddy, a quien me crucé en la zona. Le di un abrazo, le agradecí por lo que nos habían dado, lo que habían hecho de unir a generaciones enteras y me contó que era su sexto mundial. Muy humilde es, realmente. Me regaló una remera de Argentina que había usado él”, recapitula.
Mientras reconstruye lo que fue una de las mejores noches de su vida -como si hubiera sido un niño que queda encerrado en una juguetería-, a Marcos Dell’Agnola se le vuelve a dibujar una sonrisa en la cara. No se le ve, pero se nota por la manera en que habla mientras viaja en tren y disfruta sus últimas horas en Buenos Aires antes de regresar a Mendoza.