Noelia Poblete es una madre con todas las letras. Una madre que defiende a sus siete hijos y también a los niños de su barrio, Molina Pico, en Guaymallén, como si fueran los propios.
Por eso un día decidió albergarlos en su merendero cuando, en plena cuarentena, el hambre golpeó su puerta con crudeza. El desempleo y las familias necesitadas durante lo más crudo del invierno era el escenario diario.
Lejos de “achicarse”, cuando los niños deambulaban sin rumbo ni alimentación adecuada, comenzó a visitar los negocios aledaños para pedir leche, harina, té, yerba y otros comestibles. Reunió a un grupo de mujeres y juntas se pusieron manos a la obra.
En su casa no sobraba nada, al contrario. Tal vez por eso se puso en la piel de otras mamás desesperadas, que no pueden cubrir las necesidades de sus hijos y fundó Huellitas de Amor, un merendero que se encuentra en Bravo 3345 –entre Bolivia y Ecuador-, manzana 24 casa 3 del B° Pedro Molina 2, Guaymallén.
Allí comen muchos niños y también los suyos: Brandon, de 17 años; Lautaro (16); Alan (14); Sheila (11); Ian (8), Bautista (6) y Aisha (5). “Las sensaciones son extrañas y a veces contradictorias. Por un lado siento una gran satisfacción y orgullo por haber encarado esta obra, pero también una gran angustia al ver a muchísimas mamás que se sienten avergonzadas cuando se ven obligadas a pedir ayuda”, sintetiza en este Día de la Madre.
La tristeza y el pudor muchas veces quedan puertas adentro de los hogares carenciados, asegura Noelia, una mujer “golpeada por la vida” que confiesa no tener ya margen para que vuelvan a herir su corazón.
Pero eso es cosa del pasado. Hoy es un día de celebración: sus hijos están sanos y nunca les faltó la comida. “Eso sí: he hecho de todo, vendedora, asistente en un geriátrico, lo que se te ocurra. Hoy cobro una asignación de 20 mil pesos y me arreglo como puedo. De allí saco para el merendero. Hago malabares”, reflexiona.
Todavía recuerda intacta aquella tarde en que les comunicó a otras mamás que había que salir a tocar timbres: la cuarentena y el desempleo no daban tregua. Pidieron alimentos casa por casa y se pusieron a freír rosquitas para los chicos de la cuadra.
“Recibíamos una caja de té y nos poníamos felices. Vimos que daba resultado, que se acercaban, que en muchos casos era el único alimento diario de muchos niños”, recuerda. Poco a poco empezó a darse cuenta que la taza de leche no alcanzaba, era invierno y se necesitaba abrigo, ropa, calzado. Y la garrafa, aunque la cuidaban como oro y hacían vaquitas para comprarlas, se agotaba a la velocidad de la luz.
“Seguimos pidiendo tablones, sillas, vajilla, chapas. Todo a pulmón. Hoy las donaciones nos llegan a cuentagotas y por eso seguimos tratando de concientizar lo mucho que representa la ayuda que nos puedan brindar”, alerta.
Por ahora, la cocina familiar de Noelia es la cocina del “pueblo”. La ayudan Cecilia, Yamila, Erica, Maira y Daniela. Otra vecina, Florencia, brinda apoyo escolar y un papá que vive cerca puso un flete a disposición.
“Sabemos que mucha gente tiene lo que pedimos en sus casas, en desuso, y para nosotros sería importantísimo contar con eso. Insisto, muchas veces sentimos vergüenza de pedir y pedir”, manifiesta.
“Mamá Noe”, tal como la llaman, advierte que se siente orgullosa de poder ayudar al prójimo: ella muchas lo ha sentido en carne propia cuando recibió lo indispensable para vivir.
“Le pido a la sociedad que no mire hacia un costado y que sea solidaria. Es algo que debemos seguir inculcando porque contagia y brinda alegría, emoción, satisfacción. Es muy duro para una mamá no poder comprarle útiles escolares cuando los necesitan y sé que con poco se puede hacer mucho”, reflexiona.
Noelia no tiene casa propia y gran parte de su vida fue mudándose de un lugar a otro. “Rebotando”, como ella misma lo grafica. “Pero no bajo los brazos, sigo esperando una vivienda que no llega aunque estoy anotada”, se esperanza.
Cómo colaborar
¿Cómo donar? El contacto de Noelia Poblete es 2616 30-4301
¿Qué necesitan? Principalmente alimentos (la leche es indispensable), pero también tablones, mesas, sillas, vajilla, alimentos no perecederos, ropa, frazadas, zapatillas, útiles escolares y materiales para la construcción para cerrar un espacio.