Magdalena Ruiz Guiñazú y su entrevista más icónica: un insólito viaje en auto con Borges

La reconocida periodista falleció este martes a los 91 años. Durante sus años en actividad fue protagonista de entrevistas históricas y una de ellas fue la que mantuvo con el célebre escritor.

Magdalena Ruiz Guiñazú con Jorge Luis Borges. / Foto: Gentileza
Magdalena Ruiz Guiñazú con Jorge Luis Borges. / Foto: Gentileza

La reconocida y querida periodista Magdalena Ruiz Guiñazú falleció este martes a los 91 años. Su impecable trayectoria está llena de entrevistas icónicas, las cuales ella misma en más de una ocasión compartió con sus seguidores.

En este caso, este medio tomó una nota que la propia Guiñazú escribió para Clarín sobre el encuentro que tuvo con el célebre escritor Jorge Luis Borges.

“Aquella tarde otoñal, la Asociación de Amigos del Museo Mitre me había pedido que fuera a buscar a Jorge Luis Borges, cuya conferencia había despertado un fuerte interés”, comienza la periodista. “Tan es así que frente a aquella tarde lluviosa decidí utilizar mi ágil Fiat Europa para asegurar la protección necesaria al ilustre pasajero que puntualmente me esperaba en la esquina de Maipú y Marcelo T. de Alvear”, agrega.

Magdalena Ruiz Guiñazú y su insólito viaje en auto con Borges.
Magdalena Ruiz Guiñazú y su insólito viaje en auto con Borges.

A continuación de estos párrafos iniciales, Magdalena detalla el diálogo que mantiene con el literario:

“–Muchas gracias por venir a buscarme – sonrió Borges con su cortesía habitual–. Me parece que va a diluviar...

Tenía razón. El tráfico lucía más desordenado y lento que de costumbre. Pese a encontrarnos en el Centro de la ciudad avanzamos muy lento hacia San Martín al 300, entrada del Museo. Tan lento que advertí cuando Borges murmuraba algo que imaginé un comentario dirigido a mi persona.

-Perdón, Borges, ¿usted me decía?

–En realidad no le estaba hablando. Estaba rezando.

–Disculpe mi franqueza, ¿usted es una persona religiosa?

Sin embargo, me sorprendió no comprender las palabras que pensé me estaban destinadas.

–Perdón, Borges. ¿usted me decía...?

Una sonrisa irónica le alegró su expresión lejana.

–En realidad no le estaba hablando. Estaba rezando...

La sonrisa comenzó a acentuarse.

–Sí, no es una broma. Cuando siento que puedo impacientarme, acudo a un útil Padrenuestro.

Cometí la torpeza de interrumpir la marcha del auto.

–Pero disculpe mi franqueza, Borges, ¿usted es una persona religiosa?

Seguramente aquel príncipe de las letras consideró que debía ser indulgente con una ignorante como yo. Acentuó la sonrisa y, con paciencia, explicó:

–¿A que no se imagina que estaba recordando el Padrenuestro en rúnico?

–Borges, discúlpeme, ¿pero qué es el rúnico?

–Es lógico que no lo sepa –aceptó–. El diccionario diría “...perteneciente o relativo a las ruinas. ¡Habitualmente escrito en las ruinas!”

–Usted es un genio, Borges, ¡pero también absolutamente desconcertante!

A esa altura de la conversación yo también opté por reírme y aprovechar el embotellamiento para mejorar mi instrucción personal.

–Por favor, cuénteme cómo descubrió todo esto. ¿Qué significa el término “rúnico”?

Borges también se rió y explicó pacientemente:

–En una remota antigüedad los escandinavos empleaban esta palabra para referirse a todo lo perteneciente a las ruinas. A lo que estaba escrito en ellas y (al ver mi expresión azorada) para ser franco le estoy transcribiendo lo que el diccionario de la Real Academia española adjudica a estas palabras. Si no recuerdo mal dice algo así como: “Siglos atrás los primitivos escandinavos llamaban ‘Runa’ a cada uno de los caracteres que empleaban en la escritura”...

Magdalena Ruiz Guiñazú y su insólito viaje en auto con Borges.
Magdalena Ruiz Guiñazú y su insólito viaje en auto con Borges.

Tanta sabiduría estimuló mi curiosidad:

–¿Cómo se llegó a traducir aquellas palabras?

–Ah, le diría que son versiones aproximadas...

Suelo ser insistente y, como excusa, también imaginé que aquella conversación bajo la lluvia no volvería seguramente a repetirse:

–Los siglos las han hecho aproximadas, Borges. Pero me llamó la atención la fluidez con que usted las pronuncia...

El insistió en sus palabras anteriores:

–Créame: antes de la impaciencia suele ser útil y deseable acudir a la oración. En este caso –y aquí Borges me observó con seriedad– el Padrenuestro sigue siendo una expresión universal que recomendaría no desechar.

Y mientras el tránsito volvía a moverse con lentitud, la sonrisa de Borges apareció nuevamente, pero en silencio. Es probable que, con su enorme sabiduría, conociera las palabras con tanta intensidad que su memoria nunca las desecharía”.

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