Nadie más que ella conoce el sacrificio y el valor del estudio para progresar y ser alguien en la vida, como suele decirse. Porque, a pesar de sus carencias materiales y de haber sido educada bajo la cultura de los trabajadores golondrina, es decir, trabajar de sol a sol en la cosecha, siempre supo que su destino final sería estudiar una carrera en la universidad.
Mabel Santos es hija de trabajadores golondrina que llegaron a Mendoza para cubrir la necesidad de mano de obra en las fincas emplazadas en El Zampalito (Tupungato) para levantar ajo, tomate, papa y flores, entre otros cultivos. Obtuvo su título de licenciada en Administración de Empresas. Sin prisa ni pausas y sorteando obstáculos -económicos en la mayoría de los casos- nunca dejó de tener en claro que la única salida para desarrollarse era a través de los libros y el estudio
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Mabel es hija de Feliciano, nacido en Jujuy, y de Justina, boliviana y radicada desde muy pequeña en nuestro país. Sus hermanos -Denis, Malco y Jeanette-siguen sus mismos pasos en distintas carreras.
“Más allá de que la cultura de mipadre es un poco cerrada, supo entender que el mejor futuro se construye estudiando y que era lo mejor para nosotros, por eso nos alentó. Tengo la suerte de tener una gran familia que nunca me hizo faltar nada relacionado con la escuela”, recuerda, emocionada. Agrega: “Faltaron cosas, sí, pero jamás útiles escolares”.
Entre idas y vueltas, en 2019 finalmente obtuvo su título en la UTN. Luego llegaría la pandemia, que demoró la entrega. Y ese día, por fin, después de un tiempo largo, se tomó una fotografía y se la envió de inmediato a quienes la sostuvieron durante el proceso: por un lado, sus padres. Por otro, sin dudas, los referentes del Fondo de Becas de Mendoza (Fonbec), organización que, mediante un sistema de padrinos, le posibilitaron los medios económicos para alcanzar la meta que se había propuesto.
Las vueltas de la vida: Mabel hoy se desempeña en esa misma organización. La misma que le posibilitó estudiar. Conoce el trabajo como la palma de su mano porque alguna vez estuvo del otro lado. “Tenemos en Mendoza alrededor de 700 becarios y es muchísimo trabajo. No alcanza con gestionar la ayuda económica, sino que hay que contener desde otro lugar. No podemos mirar hacia el costado”, reflexiona.
Cumplió la primaria en la escuela rural Juan García del Río de El Zampalito y la secundaria en la técnica Ejército Argentino de Tunuyán.
Mabel recuerda:”luego me orienté a la economía, aunque tenía grandes limitaciones económicas. Fue durante la licenciatura cuando llegó a mis oídos la labor de Fonbec y, luego de una serie de pasos, finalmente me becaron”.
Fueron varios los padrinos que la cobijaron durante el último período de su carrera. La joven reconoce ese esfuerzo:”Lo valoro mucho porque son personas comunes, incluso algunas de ellas anónimas y a las que no les sobra nada, excepto solidaridad”.
Los cinco hermanos Santos lograron finalizar la secundaria y, a excepción de Sonia, la mayor, que se volcó al trabajo, el resto sigue carreras universitarias. “Mis padres son trabajadores incansables, casi extremistas, pero siempre han tenido la visión de que, sin estudio, no hay progreso”, reflexiona Mabel, desde su oficina.
Muy creyente en Dios, Mabel dice estar convencida del valor del esfuerzo y de la importancia de “no tener todo servido en la vida”. Y vuelve a aquel día de felicidad extrema cuando le hicieron entrega del título, algunos meses después de rendir la tesis. “Representó un orgullo para todo mi entorno. Lo tuve en mis manos y pensé en las personas que me ayudaron. Por eso la foto fue para mis padres y, por supuesto, para Fonbec”, evoca.
Con su sonrisa pegada a la cara, Mabel es consciente de que nada le llegó de regalo. Pero no se queja. Por el contrario, disfruta de un presente que es pura recompensa. Su esfuerzo dio frutos.