Una beca consistente en ayuda mensual y acompañamiento, por parte del Fondo de Becas para Estudiantes (FONBEC Mendoza); una computadora nueva de un valor de 42 mil pesos; teléfono celular para ella y su hermana y gran cantidad de ropa, zapatillas y mercadería, fueron apenas algunas de las “alegrías” que recibió, entre ayer y hoy, Lucía Parra, la adolescente que sueña con ser escritora y que vive en condiciones de extrema pobreza.
Apenas se dio a conocer en Los Andes la historia de Lucía, que concurre a la Escuela Champagnat de El Challao y que carece de conectividad para cursar en este contexto de pandemia, las muestras de solidaridad fueron -y son- incesantes.
Más allá de la gran cantidad de gente que acercó todo cuanto pudo, el Fondo de Becas para Estudiantes incorporó a Lucía y a su hermana Milagros, de 15 años, al programa. La madrina será una organización de Buenos Aires llamada Sacs (Send a Child to School).
“Nos conmovió muchísimo la historia y descontamos que cumplirán el requisito de continuar estudiando”, dijo Graciela Sanz de Barranco, directora de FONBEC Mendoza, para agregar que la entidad ha becado, a lo largo de su trayectoria, a más de 600 chicos.
“No es la primera vez que gracias a notas como la que leímos el domingo podemos ayudar a estudiantes destacados de bajos recursos”, expresó.
Ya durante el mediodía de ayer y en el predio del santuario Nuestra Señora de Lourdes -el mismo lugar donde antes de la cuarentena solía cuidar coches para juntar unos pesos- recibió de parte de una vecina anónima una orden de compras por un monto de 42 mil pesos para retirar una computadora de un conocido local céntrico.
“Estoy tan feliz. No lo puedo creer”, confiesa Lucía, abrumada de emoción, mientras atiende un llamado detrás del otro en el viejo teléfono de su mamá. “Nunca me imaginé todo esto”, agrega, todavía asombrada por el valor de la computadora.
¡Por fin!
Ahora Lucía podrá redactar sus cuentos desde su propia PC y también podrá conectarse con las clases online.
Es que muchísimos vecinos armaron campañas solidarias. Incluso en Dalvian, el mismo domingo ya se habían gestionado dos teléfonos modernos con sus respectivos planes.
Esto sin contar mercadería, ropa, frazadas y zapatillas para la familia numerosa que vive en condiciones muy humildes en Campo el Molino.
Ayer, quien también se mostró feliz y sorprendida fue la directora de la escuela, Belén Donoso, quien anticipó que recibió llamados de todas partes y que Lucía tendrá, además, su escritorio propio y su Tablet.
“Me han ofrecido varios celulares, hablaremos con estas personas para administrárselos, si es que aceptan, a otras familias que también necesitan y no están conectadas. En campo El Molino suelen prestarse los teléfonos porque son pocos los que tienen”, comentó.
Una alumna ejemplar
Con este aislamiento obligatorio Lucía perdió prácticamente la única posibilidad que tenía de salir de la situación en la que vive, la educación.
“Antes jamás faltaba, pero ahora no estoy conectada”, contó el domingo, en una larga charla en la que confesó que sueña con ser escritora.
El año pasado fue premiada por su cuento “La princesa y el vagabundo” y pasa muchas horas del día redactando en su casa, un habitáculo oscuro que se cae a pedazos y donde conviven ocho personas.
No es la primera vez que Lucía se vio obligada a interrumpir su educación. Hace un tiempo retomó después de dos años: vivía en otro barrio y no le alcanzaba siquiera para el colectivo.
Después, cuando retomó, ella y su hermana se las ingeniaron: los fines de semana se acercaban al estacionamiento del santuario de Lourdes y cuidaban coches. Aunque sea, dijo, juntaba para lo mínimo que había que llevar al colegio. Pero eso ahora forma parte del pasado. Porque si esta cadena solidaria sigue dando frutos, Lucía podrá soñar con un mundo más justo.