Luchar juntos: el lazo que une a terapistas mendocinos y sus pacientes de Covid

Médicos especialistas de terapia intensiva contaron cómo viven el día a día teniendo que dar malas noticias y acompañando a las familias. Afortunadamante, los agradecimientos abundan.

Los profesionales reconocen que las historias de sus pacientes y sus familias se cuelan en sus vidas y les afectan.
 / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Los profesionales reconocen que las historias de sus pacientes y sus familias se cuelan en sus vidas y les afectan. / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Del cansancio, del estrés y del colapso de sus espacios de trabajo se ha hablado mucho y probablemente todavía merezcan más párrafos. Sin embargo, poco se ha contado sobre la relación que establecen con sus pacientes y quienes los rodean. Los médicos de terapia intensiva que atienden, principalmente, casos de Covid-19 cuentan que una vez que una persona ingresa en una Unidad de Terapia Intensiva (UTI), se convierten en el lazo directo con las familias de ellos. Son quienes los contienen y quienes, lamentablemente, también les llevan malas noticias.

Pero no todo es triste. También generan vínculos afectivos que trascienden la enfermedad. Así, llegan cartas, fotos y agradecimientos de quienes lograron salir del hospital pero también de los familiares de las personas que no pudieron hacerlo. La palabra “gracias” se repite como si fuera un cálido abrazo y es para los especialistas una recompensa que va más allá de lo económico y de las energías que dejaron por sus pacientes.

Luchar juntos: el lazo que une a terapistas mendocinos y sus pacientes de Covid / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Luchar juntos: el lazo que une a terapistas mendocinos y sus pacientes de Covid / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Es como la heladera del servicio de terapia intensiva del hospital El Carmen, por dar un ejemplo, que reboza de cartas con palabras felices, llenas de afecto y que, al menos por unos minutos, les hacen olvidar el duro contexto que viven desde hace un año debido a la pandemia. Estas son las historias de algunos de los médicos de terapia intensiva que dialogaron con Los Andes.

Los ojos de la familia

Marcos Marengo (36) es médico de terapia intensiva del hospital El Carmen. Cuenta que la relación que tiene con sus pacientes es “corta” porque una vez que la persona entra a una terapia, si bien está despierta y lucida, es dormida para poder intervenirla, por lo que es la familia la que entra en contacto con el especialista.

“Son cosas que la sociedad no conoce, que es el entorno más allá de la enfermedad. A veces pasa que tenés al padre internado en un lugar, la madre en otro y los hijos están aislados. Todo ese sufrimiento vive la familia y uno lo va cargando; vas trabajando con ellos y les vas transmitiendo tranquilidad”, explica el profesional.

El médico asegura que sus palabras son los ojos de la familia. Porque es a través de ellas que la familia está en contacto con el enfermo internado. “En el hospital El Carmen armamos un protocolo para visitas reducidas, pero por lo menos hay posibilidad de verlos. Pero hemos tenido situaciones que realmente te golpean porque vos sabés que le estás dando un informe a una hija que lo único que tiene es su madre, que es el pilar de la familia. Para colmo, hoy es todo más complicado porque los pacientes que ingresan son jóvenes”, detalla.

Marengo cuenta que es por esto que su preparación como médico de terapia tiene mucho que ver con el diálogo con los familiares, para poder darles una mala noticia o saber cómo dirigirse a la familia. De hecho, detalla que hay colegas de otras especialidades que lo han llamado para pedirle sugerencias respecto a cómo tratar con la familia de un paciente que está grave.

“Uno de los casos más tristes es el de una señora de 40 años que falleció y que tenía dos hijas, una de 25 y otra más chica. Esas son cosas que como equipo de salud te pesan y a eso se suma lo frustrante de la realidad, donde vemos gente que sigue saliendo a hacer vida social como si nada”, relata el médico.

No recordar más nada

Gonzalo Álvarez (44), delegado de la Regional Cuyo Sociedad Argentina de Terapia Intensiva, describe que la relación con los familiares de los pacientes es compleja ya que, al no tener la posibilidad de establecer un vínculo cara a cara, se pierde mucho de lo gestual y los médicos se quedan con la incertidumbre de saber si se ha interpretado correctamente el mensaje que se pretendía transmitir. “Sólo permitimos el ingreso para el último adiós, cuando la situación es avanzada y terminal. Pero todo lo demás es telefónico. Es compleja esta relación”, advierte.

Álvarez afirma que es frecuente que les lleguen mensajes con videos y fotos agradeciendo y que, como tiene la suerte de trabajar en el área post Covid, también tiene momentos más agradables. “Ahí sí hay un vínculo más fuerte con los pacientes que están aún ventilados o conectados al respirador. Los que salieron del post Covid crítico vuelven a nacer; te cuentan que la experiencia es traumática”, asegura.

El terapista apunta que, si bien la medicación que les ponen a los pacientes para sedarlos hace que se olviden de gran parte de lo sucedido, por el efecto amnésico además de sedante, cuando se empiezan a despertar y toman conciencia de dónde están, la situación es muy fuerte. “Se despiertan luego de estar dormidos y de que su último mensaje era que iban a estar sedados. No recordar nada más y encontrarte con un tubo que te entra por la boca, que no te permite hablar y conectado a cables con alambres y gente enferma a tu alrededor. O ver al personal vestido con todos los elementos de protocolo es algo traumático”, detalla.

Situaciones felices

El doctor Marengo asegura que no todas son noticias tristes. También hay gente que sale muy agradecida de terapia intensiva y que, como habitualmente tienen contacto a través de sus teléfonos particulares, les suelen llegar fotos del festejo de los cumpleaños, de una nieta o cartas con palabras de agradecimiento.

“Antes de todo esto por ahí también pasaba pero ahora la gente se está dando cuenta de lo que pasa con las enfermedades graves. Y la gente te agradece el trabajo que uno hace por ellos. De hecho, hasta nos llegan palabras de familiares de personas que han fallecido por la contención que les dimos”, señala el médico del hospital El Carmen, agregando que muchas de estas cartas están en la heladera del servicio.

Marengo relata que la vida particular inevitablemente se ve afectada. Sobre todo porque en su caso los pacientes graves con los que le toca trabajar son el 100%, por el área donde se desempeña. “Entonces uno empieza a tener discusiones internas con los familiares. Porque les pedís que dejen de salir por como están las terapias y porque veo que personas de 40 años fallecen. Eso me genera enojo y frustración. Al mismo tiempo ves que todo sigue como si no ocurriese nada y te da miedo por tus familiares”, concluye.

“Nos impactan los pacientes jóvenes”

Laura Luján, terapista del hospital El Carmen, relata que lo que más les impacta son los pacientes jóvenes. Y que verlos salir de la muerte casi les “obliga” a sentir alegría. “Todos los pacientes jóvenes son los que más nos impactan. Una se pone a la par. Hay pacientes jóvenes al borde de la muerte que logran salir y verlos, que nos vengan a visitar o que nos manden una foto es como que no hay manera de no sentir alegría. Es lo que nos da energía”, dice.

La especialista reconoce que este ha sido un año muy complicado y que, si bien están acostumbrados a dar malas noticias o a tener comunicaciones respecto a pacientes críticos, la formación en este sentido suele ser limitada. “Nuestra comunicación tuvo que cambiar. Es diferente. Ahora es una llamada de teléfono y uno intenta ser empático con el familiar pero no hay manera de evitar de no sentir su angustia e incertidumbre”, remarca. Y agrega que la comunicación no verbal es muy importante en estos casos.

“Agarrar la mano o el hombro es un contacto mínimo que contiene y por teléfono se hace muy difícil. El año pasado terminamos todos llorando y angustiados. No hay forma de pensar que no es un familiar nuestro”, dice recordando el protocolo actual para que el familiar pueda despedirse del paciente y que eso les llevó a mejorar bastante la relación y el clima laboral ya que, aunque son pocas las buenas noticias, ya no hay tanta angustia.

“Más allá de los desenlaces fatales, generalmente están muy agradecidos porque intentamos ponernos en su lugar. Nos traen obsequios o algo para comer y nos mandan mensajes escritos. Eso nos da fuerza para salir adelante y sentimos que vale la pena tener esto bueno. La mayoría de las familias nos dice ‘gracias’ cuando cortamos a pesar de la mala noticia”, cierra Luján.

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