Los mendocinos que viven en la memoria, a 6 años del hundimiento del ARA San Juan

Hernán Rodríguez y Fernando Santilli eran tripulantes del submarino hundido en 2017. El recuerdo imborrable de sus familias y el eterno pedido de justicia.

Los mendocinos que viven en la memoria, a 6 años del hundimiento del ARA San Juan
La implosión del submarino fue el 15 de noviembre de 2017. Después de un año hallaron los restos en lo profundo del mar.

¿En qué habrá pensado Hernán “El Moncho” Rodríguez durante esos 8 a 12 minutos que transcurrieron entre la explosión y la implosión del submarino ARA San Juan aquel 15 de noviembre de 2017? ¿Y Fernando Santilli, el otro mendocino que formaba parte de la tripulación? Nunca se sabrá...

Sin embargo, en una charla profunda y conmovedora, Claudio Rodríguez, que vive en General Alvear, sostiene que, seguramente, su hermano repasó toda su vida y pensó en su hijo Pancho, en su esposa, en toda su familia.

A seis años de la tragedia en la que desaparecieron 44 submarinistas, Claudio visitó a Tita, su mamá, quien vive en Real del Padre, San Rafael. Lloraron juntos y se desahogaron, como suelen hacerlo en cada fecha conmemorativa.

Hernán era jefe de máquinas del navío y toda una leyenda, asegura su hermano mayor. Agrega que también era consciente de lo que podía suceder si se iban al fondo. “Sin embargo, decidió tomar ese riesgo porque varias veces, como mecánico especializado, había logrado sacar del fondo a la nave”, cuenta a Los Andes.

Marcela Moyano, docente de primaria, esposa de “Moncho”, relata que su vida cambió a partir del 16 de noviembre de 2017 cuando la llamaron desde la Base Naval para avisarle que habían perdido comunicación con el submarino. “Dejé de ejercer mi profesión para comenzar con una lucha interminable, dolorosa y muy triste. Mis recuerdos son imborrables. Compartí con Hernán una vida llena de amor y acompañamiento”, expresa desde Mar del Plata.

Hernán Rodríguez con su esposa Marcela, en la última foto que se tomaron. | Gentileza
Hernán Rodríguez con su esposa Marcela, en la última foto que se tomaron. | Gentileza

“Mi lucha fue por él y sus compañeros. No podía aceptar que quedaran abandonados en el mar sin saber dónde estaban. Por eso decidimos, junto con otros familiares, dormir en la Base Naval durante seis meses, acampar en la Plaza de Mayo por 52 días, organizar actos y convocatorias... Finalmente, logramos que contrataran una empresa con la tecnología necesaria para que los buscaran y, con todo el dolor del alma, recibimos después de un año la noticia de que los habían encontrado en lo más profundo del mar”, relata esta valerosa mujer.

Sin embargo, Marcela nunca perdió la esperanza de que su esposo regresara. Tal vez un milagro. “Quizás estaba en algún lugar, quizás era sólo una pesadilla y seguía navegando en el mar”, recuerda que solía pensar en aquel momento de tanta desolación.

“Hoy lo sigo extrañando mucho, hay fechas importantes en nuestras vidas que cuestan atravesar, como este aniversario. Siempre lo honraré como mi gran héroe”, reflexiona, finalmente.

Amor por el agua

Claudio vuelve a repasar la vida de su hermano y asegura que desde muy niño amaba el agua. “Eramos muy humildes y en Real del Padre había un canal. Tuvimos que enseñarle a nadar porque estaba todo el día ahí como un pescadito”, evoca.

De familia muy humilde, a los 19 años “Moncho” buscó su destino en la Armada junto con un grupo de amigos, todos de Mendoza. Los llevó el padre de uno de ellos que tenía un camión. “Me acuerdo que me pidió una opinión. Vivíamos con mi mamá, mi abuela y un tío, yo era el mayor. Le dije que siguiera su vocación, lo alenté a seguir ese sueño y, cuando egresó, fui a dedo a acompañarlo”, recuerda.

Hernán se especializó como mecánico y fue el mejor. “Un día le propusieron ser el mecánico del ARA San Juan y nuevamente me pidió que le dijera qué pensaba yo. Le dije que me parecía arriesgado, aunque sabía que tenía todas las condiciones, era petiso y de contextura ideal”, rememora orgulloso su hermano.

Hernán Rodríguez y su hermano Claudio. | Foto: gentileza
Hernán Rodríguez y su hermano Claudio. | Foto: gentileza

“Mi hermano era excepcional, buena persona y muy querido por todos sus compañeros. Llegó a dar la vuelta al mundo en la Fragata Libertad, viajó mucho a Brasil y estuvo 14 meses en la Antártida Argentina. Se profesionalizó, evolucionó y se destacó, logró salir de la pobreza en la que estábamos inmersos. Hacía 10 años que era mecánico del ARA San Juan, pero ojo, un mecánico de lujo y un ser muy especial”, lo describe con amor.

Hoy, algunos de sus hermanos están fuera del país y su madre, Tita Ramos, sigue viviendo en Real del Padre, donde el 15 de noviembre pasado participó del acto en la réplica del submarino.

“¿Cuál fue nuestra última charla? Me dijo que la nave no estaba para 40 días de misión, pero él era un ‘supersoldado’”, grafica Claudio, y pide justicia. “Todavía no sabemos qué sucedió, nadie hizo nada y no sabemos por qué. Queremos que citen a los posibles responsables y pedimos justicia por las 44 almas valiosas que ya no están”, reflexiona.

Fernando Santilli, el chico aplicado de Palmira

Fernando Gabriel Santilli era oriundo de Palmira, San Martín, lugar donde sigue viviendo su familia de origen, formada por sus padres Silvia y Orlando y sus hermanos Giselle, María Emilia y Ricardo.

Casado con Jésica Gopar, tuvo un hijo, Stéfano, hoy de 7 años. Si bien Jesica participó en Necochea -donde vive- del acto por los seis años de la tragedia, prefiere guardarse su dolor de manera íntima.

Es Silvia Sosa, mamá del marino, quien lo recuerda con cariño y admiración en diálogo telefónico con Los Andes. “En julio de 2017, meses antes de que embarcara, estuve con mi hijo por última vez en Mar del Plata, donde celebramos el bautismo de Stéfano y su aniversario de bodas. Nada hacía suponer que iba a ser la última vez que lo vería”, señala su mamá, quien lo recuerda como un amante de las carreras de Turismo Carretera y alumno ejemplar.

Silvia cuenta que su hijo Fernando Santilli “era brillante” y lo recuerda con admiración. | Foto: gentileza
Silvia cuenta que su hijo Fernando Santilli “era brillante” y lo recuerda con admiración. | Foto: gentileza

“Antes de ingresar a la Armada hizo el pre para ingeniería electrónica en la Universidad Tecnológica Nacional y entró. Era un chico brillante que siempre sacaba buenas notas, inteligente, habilidoso, estudioso y que se daba maña para todo”, evoca.

En 2008 cumplió con el curso para ser submarinista y antes de iniciar su misión en el ARA San Juan trabajó en el Salta.

Aquel 15 de noviembre de 2017 fue un día “terrible” para toda la familia. Recién el 23, recuerda Silvia, le comunicaron oficialmente que el sistema de comunicación había sufrido un desperfecto. También que no había suficientes pastillas de oxígeno.

“Comenzaron a pasar los días y la desesperación aumentaba. Estuvo mal manejado, con muchas mentiras y eso lo hizo aún más doloroso”, reflexiona la mujer.

Para Silvia y Orlando, que además de Stéfano tienen otros dos nietos, aceptar la trágica desaparición del ARA San Juan fue extremadamente difícil e injusto. “Siempre participamos de todos los actos en los memoriales; es una de forma de honrarlo y homenajearlo. Hoy miro hacia atrás y recuerdo intacto el día en que me dijo que quería ser submarinista”, rememora.

Y concluye: “Las pruebas no fueron fáciles y eso es lo que más temía yo en su momento. Sin embargo lo cumplió al pie de la letra sin imaginar jamás lo que el destino le iba a deparar algunos años después”.

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