La meseta de contagios ya es historia y la situación epidemiológica dejó el amarillo para empezar a tornarse rojo. Los contagios diarios se están acercando a los picos máximos de septiembre y octubre y a nivel nacional ya se están manejando posibilidades de nuevas restricciones y cierres. En la Provincia el gobernador Rodolfo Suárez mantendrá mañana una reunión con los intendentes. El tema que los ocupa (y preocupa) es la suba de contagios y la posibilidad -o no- de que a nivel provincial se implementen restricciones.
Mientras tanto, varias sensaciones se mezclan entre los mendocinos. Un grupo consultado por Los Andes se define entre la incertidumbre, el temor y la preocupación por cualquier posible cierre o limitación. Sin embargo, coinciden en que será muy difícil llegar a un “confinamiento total” como ocurrió durante los primeros meses de la pandemia.
Salud
Roberto Díaz Cortez es jefe de terapia del hospital de Malargüe y se mostró en alerta por la segunda ola de Covid-19. “La situación epidemiológica ha empeorado como consecuencia de las conductas. Ha quedado demostrado que en países con recursos y alta tasa de vacunación no se pudo evitar la segunda ola por la conducta social. Veo a la ciudadanía despreocupada por el coronavirus y preocupada por su economía doméstica”, sintetizó el especialista.
Para el médico, la sociedad no tomó conciencia de lo que sucedió en 2020, a excepción de quienes estuvieron mal o perdieron a un ser querido. “La sociedad evolucionó en algunos aspectos, como aprovechar más el tiempo y hacer más lo que le gusta luego de tanto encierro. Pero involucionó al no materializar la experiencia y prepararse mejor para lo que vendrá”, reflexionó.
Para Díaz Cortez, es factible que el 2021 presente un escenario más crítico que el del año pasado. “No es posible que hoy en día se tome del mismo vaso, se comparta el mate, se salude con un beso, no se use mascarilla, no se respete la cantidad de personas. Fue un error pensar que con la vacuna todo terminaría. Lo único que puede ser más eficaz con el coronavirus es reducir la transmisibilidad y eso depende de la gente”, se explayó.
Desde lo epidemiológico, Díaz Cortez pronosticó que en los meses venideros puede darse una situación crítica debido a que la transmisibildad aumenta con el hacinamiento en invierno. “Luego de la primera ola, el sistema quedó tensionado y desfinanciado. Con un recurso humano escaso, con bajas, no reconocido y con dudas para enfrentar otra batalla. La gente debe tener en cuenta que la única manera de salir sano es cuidándose. Ojalá tengamos los medios para afrontar esta segunda ola; ya que sin ellos, los resultados serán los que ya vimos”, concluyó.
Bares y restaurantes
Fernando Barbera, empresario gastronómico, confía en que, de definirse algún cierre, no gire en torno al rubro gastronómico y hotelero. “La CABA tuvo restaurantes cerrados ocho meses y, cuando abrieron, los casos siguieron bajando. No hay relación entre la curva de contagios y la gastronomía”, destacó.
El empresario señaló que Mendoza ha evidenciado los mismos indicadores e incluso mejores que otras provincias que cerraron todas las actividades a pleno. “Mientras hubo turismo en Mendoza, los casos bajaron. Los focos de contagio no son las actividades con protocolos, sino las que no tienen control (fiestas clandestinas)”, agregó Barbera.
“La sociedad, desde lo emocional y lo económico, no toleraría un cierre como el del año pasado. Y también está demostrado que no sirven”, sumó.
En la misma sintonía se mostró el dueño del Believe Irish Pub, Gonzalo Rodríguez. “El año pasado, Mendoza demostró que buscaba defender la economía. Si nos cierran de nuevo, realmente estoy en el horno. El año pasado tuve que vender cosas para mantener el bar y no sé si este año tengo la fuerza mental para hacerlo”, explicó.
Para Rodríguez, la problemática es más compleja. “Abrieron los bares, pero la gente no tiene plata. Una pandemia es algo peligroso y nos hemos olvidado de la economía”, indicó. “En octubre, noviembre –cuando las cosas estuvieron algo mejor- no se consiguieron vacunas ni ampliaron hospitales y ahora se pagan esas consecuencias”, concluyó.
Educación
Gastón Morales es profesor de Historia y resume que en las escuelas hay “varias sensaciones”. “El retorno a la presencialidad con burbujas es dificultoso para la organización de la comunidad educativa. Hay familias docentes que deben amoldarse a un calendario complejo basado en muchas variables (estudiantes por curso, horarios escalonados, integrantes de burbujas, factores de riesgo) que la escuela organiza. A pesar de la complejidad de estas exigencias, hay una percepción de que la presencialidad en las escuelas es fundamental y que, en comparación al año pasado, debería ser una de las últimas actividades en cerrarse”, destacó el docente.
Morales agregó que docentes, estudiantes y familias prefieren la presencialidad -aún parcial- antes que volver a la virtualidad. “El último año representó para los docentes trabajar sin horarios y condicionados por la conectividad, garantizada únicamente por las posibilidades de cada trabajador. Para los estudiantes hay procesos que dependen de la secuencia didáctica que se desarrolla en el curso y por más pedagogía que se aplique en la virtualidad, el contacto directo en los procesos educativos y el acompañamiento en la formación de capacidades es insustituible”, agregó.
Para el profesor, una de las sensaciones más evidentes entre el personal educativo es la frustración al ver que en las escuelas se cumplen protocolos pero cuando los estudiantes salen del colegio son ignorados. “Desde el Estado y la sociedad siempre se le atribuyen al docente responsabilidades que van más allá del proceso educativo. Y, en este caso, es notable la exigencia en cuanto al cumplimento de protocolos; mientras que otros ámbitos se flexibilizaron y carecen de controles”, resaltó Morales.
“La incertidumbre es generalizada, sobre todo al ver que llegan noticias de colegios que aíslan estudiantes y docentes por casos. A pesar de ello, no hay ánimos de volver a un confinamiento total que implique virtualidad por un tiempo muy prolongado”, sintetizó.
Adultos mayores
Ana Torres tiene 77 años, vive en Luján y recibió la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus a mediados de marzo, algo que la entusiasma. Como integrante de los denominados grupos de riesgo dice estar muy preocupada por lo que pueda llegar a venir. “Nadie sabe bien lo que exigen las circunstancias; se dan pasos en modo error–acierto”, destacó.
La mujer desconfía de la posibilidad de que se aplique una única dosis. “La gente tiene una sensación de que está por encima de la ley. Pero el efecto puede ser terrible. Cuando dicen que no hay que salir a la calle, es porque no hay otro medio. Uno puede vacunarse, pero hay montones de riesgos al salir a la calle”, destacó Ana, quien lamentó que la gente vea “como un desafío al Gobierno” quebrantar las reglas.