Los divorcios en Mendoza vienen aumentando sistemáticamente, año a año, después de la pandemia. Así lo reflejan los datos que arroja el Juzgado de Familia Provincial desde el 2021 hasta la actualidad.
Según las estadísticas oficiales, hubo 1.058 divorcios consumados durante el 2021; 3.642 divorcios durante el 2022, y 4.060 durante el 2023. Es decir, en tres años, el número de divorcios en Mendoza casi se cuadruplicó.
Y para sumar el número más reciente, en lo que va de este año se registraron 1.250 sentencias de divorcios. Por tanto, el número de rupturas en cinco meses ya supera la cantidad que hubo durante todo el 2021, cuando “estallaron” los conflictos de pareja después del encierro del 2020.
Lejos de pensar que la pandemia pudo traer consigo el pico de crisis maritales, después de la Covid-2019, las sentencias de divorcio siguen creciendo de manera sostenida, casi como una pandemia en sí misma. Y así lo ratifican los expertos consultados por Los Andes, quienes explican cómo son y por qué se divorcian ahora los mendocinos.
Los nuevos divorciados
El Juzgado de Familia solo lleva un registro de los números de divorcios que acontecen en la provincia, pero claro: allí no se encuentra el contexto ni las causas, ni las características de los nuevos divorciados en Mendoza.
Sobre ese punto, Beatriz Quiroga, abogada de Familia (Mat. 3189) y especialista en divorcios desde hace 40 años, coincide en que los divorcios son cada vez más frecuentes y los matrimonios cada vez más cortos. Según la abogada “cambió mucho” el perfil de las parejas rotas en los últimos años.
“La edad promedio ha variado en los últimos diez años, así como el caudal de divorcios. Los consultantes de hoy son, en su mayoría, matrimonios jóvenes, que pasaron los 30 o 40 años de edad, y llevan pocos años de casados; es decir, entre 7 y 10 años, como máximo, y con hijos muy pequeños”, señala la abogada, aunque asegura que después de la pandemia, los matrimonios en quiebra son aún más recientes.
Por otra parte, Quiroga afirma que a su oficina casi no llegan matrimonios añosos, no porque no tengan dificultades –aclara–, sino porque el divorcio en generaciones anteriores tiene más peso cultural. “Así, como hay menos compromiso con el otro en estos tiempos, también hay que decir que hay menos hipocresía en las nuevas generaciones; el divorcio ya no es algo que estigmatiza o que se ve como un fracaso”, agrega la aboga.
En esa línea, la psicóloga Ana Rizzo (Mat. 2043) también brinda un panorama interesante sobre el nuevo perfil de los divorciados: sus pacientes suelen ser menores de 40 años y con hijos en etapa preescolar.
Y aquí Rizzo, especialista en duelos, hace una división entre hombres y mujeres a la hora de abordar la pérdida del amor romántico: “Los varones comienzan terapia individual cuando ya están separados, mientras que las mujeres vienen haciendo el duelo mucho antes de plantear el divorcio”.
“Falta de educación emocional”, la causa más común
Según la abogada de familia, las causas “son las mismas de siempre”: el desamor y la falta de educación emocional para gestionar las diferencias en la convivencia y en la crianza de los hijos. Para Quiroga, el cambio de época, quizás, está marcado por el menor tiempo de tolerancia.
“Hoy no sabemos gestionar los desacuerdos. Seguimos sin educarnos en el manejo de las pasiones y de la ira. Y se ha naturalizado la violencia (no solo física) como respuesta a cualquier conflicto”, reflexiona la especialista.
Rizzo, coincide en que el patrón más recurrente en su consultorio es la falta de “gestión emocional”. Según la psicóloga, para construir una pareja debo tolerar mi propia emoción y la del otro. “Eso es fundamental y no está ocurriendo”, apunta.
La terapeuta plantea que la pandemia influyó en las crisis maritales porque el encierro extenso obligó a muchas parejas a reencontrarse y a reconocerse. “Fue durísimo. Hubo parejas que no se veían en todo el día, que no compartían nada y no se conocían realmente, hasta la pandemia. Muchas no tenían nada en común o se empantanaron en un problema ínfimo por no saber gestionarlo y en terapia pudieron verlo”, explica Rizzo.
Y las redes sociales ¿influyen en los pactos de pareja? La abogada fue contundente. “Hoy las redes sociales cooperan en tanto exponen el conflicto marital, pero no son un desencadenante. Simplemente catalizan la situación de desamor o incompatibilidad que estaba de antes”.
La sexualidad, solo “un síntoma más”
El sexólogo Germán Gregorio Morassutti (Mat. 2395) asegura que los problemas sexuales en una pareja suelen ser “sólo un síntoma más” de un problema de base más grande entre ambos cónyuges.
“Los matrimonios que llegan a mi consultorio suelen venir por derivación de un terapeuta de parejas y vienen a ver temas puntuales porque el sexo que no funciona en esa instancia es, en general, un síntoma más de la pareja en crisis. Previamente se vio afectado el vínculo con la convivencia y con otras expresiones de afecto”, explica el psicólogo especialista.
Los problemas sexuales más recurrentes en el matrimonio suelen ser más o menos los mismos que antaño, pero potenciados en un contexto donde “todo se mueve muy rápido y no hay tiempo para desconectarse lo suficiente y encontrar ese tiempo y espacio sexual tan importante”, dice Morassutti.
En los hombres, asegura el especialista, la disfunción sexual más común es la eyaculación precoz y, en las mujeres, la dificultad más frecuente es la falta de deseo sexual.
“En las parejas en crisis es común que uno hace cargo al otro de los problemas, pero el sexo es un espacio compartido. El hombre está demasiado acelerado, estamos en una cultura de lo inmediato y, bajo estrés, el varón busca el sexo como un lugar también de ´descarga´ inmediata”, asegura Morassutti.
El sexólogo afirma que es muy distinta la reacción de las mujeres ante el mismo escenario. “Bajo altos niveles de estrés, la mujer pierde el deseo sexual, generalmente, porque debe ocuparse de muchas cosas a la vez (hijos, trabajo, casa, etcétera). Ahí suele haber un primer desencuentro”, plantea.
Sin embargo, en épocas de redes sociales y app de citas que rinden homenaje al concepto de “amor líquido” (acuñado por el filósofo polaco Zygmunt Bauman), los expertos consultados coinciden en que hay luces en el camino de las relaciones amorosas.
Por un lado, la autenticidad en los vínculos. Por el otro, mujeres que deciden qué les gusta y qué no del vínculo amoroso, como también varones que se replantean el estereotipo de masculinidad en los tiempos que corren.
“Los pibes jóvenes, de 20 años, quieren resolver la disfunción sexual, pero también se cuestionan su deseo sexual y la nueva masculinidad que les toca. Eso es muy bueno”, asegura Morasutti.
“Las mujeres están más empoderadas ahora. Trabajan, tienen hijos, viajan con sus amigas, van al gimnasio… a los hombres los veo más desconcertados en ese sentido y ahí es donde, también, se puede negociar”, concluye Rizzo.
¿Decisión unilateral o de mutuo acuerdo?
Desde que se modificó el Capítulo 8 del Código Civil y Comercial, en 2015, las formas de plantear una separación legal cambiaron completamente. La infidelidad ya no es una causal y, por otro lado, el divorcio puede solicitarse de forma unilateral; es decir, solo uno de los cónyuges debe estar dispuesto a hacerlo y el otro, simplemente, debe aceptarlo.
Según datos del Juzgado de Familia, existe una mayor cantidad de divorcios unilaterales que bilaterales, aunque el porcentaje entre una y otra modalidad no es significativo, ya que no supera el 10 %, al menos, en los últimos años.
Para la abogada de Familia, Beatriz Quiroga, la posibilidad de divorcio unilateral ha sido clave, sobre todo, en el caso de las mujeres víctimas de violencia de género, ya que han podido salir de ese matrimonio violento y, por ende, de esa situación de vulnerabilidad mucho más rápido.
Según Quiroga, hay cada vez más parejas con hijos y bienes en común que buscan divorciarse mediante un acuerdo, debido a los largos tiempos de espera y las dificultades en el funcionamiento de la Justicia de Familia provincial. “Se trata de llegar a la solución de los conflictos a través de mediaciones y acuerdos. Los que van con todo, a la larga, también terminan en acuerdos. Están los que van al divorcio como a la guerra y los que buscan el divorcio para vivir con más paz”, concluye la abogada.