El último sábado 18, cuando Lina Tornello se sentó frente a una hoja en blanco para redactar su cuento como postulante de la beca “Dr. Adolfo Calle 2023″, agudizó el ingenio y la “rompió” con una historia corta, sencilla y con un final que la convirtió en la ganadora.
La representante de la Escuela Nº 9-030 Normal Tomás Godoy Cruz, de Ciudad, tiene 13 años recién cumplidos, es hija única de Rodolfo (saxofonista, clarinetista y escritor de género policial) y de Marcela (bromatóloga).
Lina sueña con dedicarse al arte. Escribir siempre está y estuvo en sus planes, aunque solo como un entretenimiento, según advierte. Su abuela Raquel fue quien la alentó desde hace tiempo para presentarse en el concurso, que en esta ocasión reunió a 35 estudiantes de distintas escuelas.
“Ahora mi abuela está re feliz con este triunfo”, dijo Lila, en diálogo con Los Andes. La noticia de su triunfo se la dio su papá apenas llegó de la escuela, el martes pasado. “Están todos orgullosos”, señala.
No es la primera vez que Lina da la nota en un concurso de cuentos. En otra oportunidad, tiempo atrás, también obtuvo un premio, aunque, claro, la beca “Dr. Adolfo Calle” representa un halago muy especial, ya que será recompensada con una ayuda económica durante toda la secundaria, siempre y cuando sus calificaciones sigan siendo adecuadas y cumpla con otros factores, como asistencia y comportamiento.
En el medio de la espera para conocer al ganador del certamen, Lina celebró su cumpleaños junto a un grupo de amigas con su torta favorita, selva negra. Luego se fueron al Parque Cívico, se sentaron en ronda, hablaron y se divirtieron en los juegos.
“Tenía esperanzas, porque siempre hay que pensar en positivo”, advierte, con su rostro serio. De todos modos, la sorpresa cuando le anunciaron que era ganadora, fue “enorme”.
“El cuento se improvisa en el momento de acuerdo con un disparador. Se me ocurrió que sea la cabra quien cuenta la historia por tratarse de un animal de montaña y yo asocié la montaña con el eco”, relata.
Si bien intentó dejar que el propio lector se diera cuenta de que se trataba de un animal quien acompañaba a Jeremías (ver aparte), luego se decidió a expresarlo en el final. “Tenía miedo de que nadie se diera cuenta”, aclara.
Lina concurre al primer año de la secundaria y asiste a un doble turno porque de tarde tiene clases de arte. Ama pintar y dibujar. “Creo que lo mío irá por ahí en el futuro, me inclinaría por las artes visuales”, advierte.
De todos modos, para eso todavía falta. Ahora es momento de disfrutar de este presente y del clásico reconocimiento que se otorga cada año a los estudiantes que sorprenden con sus cuentos.
El criterio del jurado
Terminada la selección del trabajo ganador, los miembros del jurado ofrecieron su mirada acerca de los escritos de esta edición de la beca: Los textos presentaron variedad de temas, muchos de ellos fuertes y truculentos. También aparecieron diversos mundos y portales o alteraciones de la temporalidad (el Mundial y la montaña como espacio idóneo de la frase propuesta).
El eco aparece como fenómeno acústico, pero también, en su acepción más metafórica, de resonancia auditiva y emocional. El nivel fue parejo, dentro de la variedad de resoluciones que los participantes dieron al tema propuesto, encarándolo desde ópticas variadas, si bien prevalecen los desarrollos narrativos.
“En cuanto al espectro de temas, en general se expresaron valores positivos. Varios relatos dieron cuenta de la lucidez, compromiso y conciencia de esta pequeña población infantil que tanto tiene para decirnos y hacernos ver, hablando de sus miedos, temores, esperanzas compromisos sociales y del poder y empoderamiento de personajes que no esperan ser rescatados por otras personas, que se valen de sí mismos para transitar su existencia”, dijo el jurado.
Respecto de la producción ganadora, “la voz narradora, en primera persona y desde la posición de testigo y ayudante, crea un universo afectivo y vincular en el que priman el cuidado y el respeto”, señala.
Agrega: “Aunque la historia parece sencilla, su desarrollo discursivo no sólo es ingenioso, sino que demuestra un dominio técnico sorprendente en cuanto a la dosificación de información para ocultar la identidad del personaje narrador y darlo a conocer en la última frase, estrategia que, además, produce un efecto humorístico cargado de frescura. La voz narradora utiliza un registro coloquial y cronolecto adolescente que agiliza el relato y conduce al lector a hipotetizar una identidad humana que, finalmente, el remate desmiente cuando se devela quién es ese ser particular que cuenta la historia”.
Señala que se destacan la autonomía y la independencia del personaje narrador en cuanto a sus decisiones, elecciones y sentido de sus acciones. “El escenario del relato toma elementos de nuestra geografía y cultura provincial, sin caer en lugares comunes, costumbristas ni folclorizantes”, concluyeron los evaluadores.
Se decidió otorgar una mención especial a las producciones de Paloma Albornoz Corso, que representó a la Escuela Nº 1-151 Teniente General Rafael Aguirre (Guaymallén) y Luz Peñaloza Oliver, del Colegio Norbridge (Ciudad).
El jurado de este año estuvo integrado por Cecilia Tejón e Ivana Carrizo Peñas (Facultad de Educación, UNCuyo), Silvina Juri (EDELIJ, Espacio de Literatura Infantil y Juvenil), Carmen Elizabeth Cuevaz (Colegio “Agustín Álvarez”), Alejandro Frías (periodista y escritor), Marta Castellino (Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo), Alejandro Cobo (Medios en la Educación) y Raúl Pedone (editor general de Los Andes).
El cuento ganador
Autora: Lina Tornello
A Jeremías nunca le gustó la montaña. Decía que vivir en Monte Hermoso o Mar del Plata sería mejor. Eso comentó todo el día, mientras se quejaba. No podía creer que se había perdido tan fácilmente.
- ¿Qué me seguís? –gritaba enojado-. Dejame solo, ojos de “resta”.
No lo iba a abandonar. Estoy hace mucho acá como para que un nene venga a dársela de copado y se pierda. Tenía que ayudarlo, aunque no me tomara en cuenta.
No parecía recordarme. Cuando era muy chico, yo lo visitaba mucho, aunque no sé muy bien cómo llegar a su casa.
Jeremías tenía hambre y le dolían las piernas. Rompió en llanto y pidió ayuda a gritos.
El eco se multiplicó en el aire, sin respuesta alguna.
Ya había intentado ayudarlo, pero no me había entendido, así que lo pateé y corrí. Me persiguió, como yo quería.
Una sonrisa apareció en su cara y, desde lejos, puedo ver a su papá arreglando ese corral viejo en el que, alguna vez, viví.
Él gritó y su papá corrió hasta nosotros. Se abrazaron muy fuerte y Jeremías se disculpó por perderse. Su papá le dijo que era su culpa, por no haberle explicado bien adónde debía ir.
Me dieron comida y me invitaron a quedarme. La propuesta era buena pero no quise.
Los visito muy seguido y me reciben amorosamente pero, si alguien se pierde, siempre va a haber una cabra que lo acompañe.