Lila Kedrova, la “amiga del escándalo” que ganó el Oscar

El 17 de octubre de 1965, se publicó el articulo del entonces jefe de Espectáculos sobre la actriz de la película “Zorba el griego”, que llevaba tres semanas de éxito en la sala de cine Lavalle.

Lila Kedrova ganó la consagración que otorga el Oscar al interpretar a Madame Hortense, junto a Anthony Quinn.
Lila Kedrova ganó la consagración que otorga el Oscar al interpretar a Madame Hortense, junto a Anthony Quinn.

Aquella voz que era Chaliapin profetizó: “Serás una gran actriz un día. Yo, pequeña, te doy mi bendición”. Los ojos del bajo ardían de emoción, Elizabeth Kedroff -hija del cantante con quien él había interpretado “Fausto” y del director del Cuarteto Vocal Kedroff- acababa de recitar a Pushkin.

Mucho tiempo tardó en advertirse el cumplimiento del vaticinio. Pero ha sucedido, en recientes temporadas teatrales de París, con “La rosa tatuada”, “Una vista sobre el puente”, “Un sabor de miel” y “Los hermanos Karamazoff”; en Hollywood, 1965, con la película “Zorba el griego”.

Con su Madame Hortense ganó la consagración que otorga el Oscar. La pena, el desvalimiento, la divagación amorosa de Madame Hortense, el casamiento de piedad con el faunesco y misericordioso Zorba, su fin estremecedor y ridículo entre las garras de la rapiña colectiva, su soledad más allá del límite de la vida están ahora, intensamente comprobables, en una pantalla de Mendoza.

Michael Cacoyannis (“Electra”) que hizo “Zorba el griego” con la novela de Nikos Kazantzakis (premio Nobel) opina fogosamente: “Lila es sensacional. Ella es uno de esos raros modelos de artista extremadamente enterada y equipada, que trae la lozanía de la improvisación a todo lo que interpreta”.

El buen éxito del film -en tercera semana en el Lavalle- sugiere esta nota evocativa del momento, aún fresco, del premio.

El escritor mendocino Antonio Di Benedetto junto a la actriz Lila Kedrova luego de recibir el Oscar por su actuación en "Zorba el griego".
El escritor mendocino Antonio Di Benedetto junto a la actriz Lila Kedrova luego de recibir el Oscar por su actuación en "Zorba el griego".

Escándalos inocentes

Que Lila Kedrova (ya no, como en la infancia, Elizabeth Kedroff) estaba auténticamente sorprendida por su proclamación, en el Santa Mónica Civic Auditorium, y casi se derrumbaba, avanzando hacia las luces del escenario mientras balbuceaba: “Gracias… gracias… señores de la Academia… maravilloso pueblo…”, lo pudimos sospechar los invitados a un almuerzo previsto para el día siguiente.

Porque Lila Kedrova era sí, una de las actrices “nominadas”, pero resultaba poco menos que mundialmente desconocida y estaba en competencia con figuras como Gladys Copper (“Mi bella dama”), Grayson Hall (“La noche de la iguana”), Edith Evans (“El jardín de tiza”) y Agnes Moorehead (“Cálmate, dulce Carlota”).

El almuerzo, considerado antes de la noche de la Academia, parecía de rutina -”con una de las actrices de Zorba el griego”- y nada más que el punto de partida de una gira por los estudios. Tal vez, despedida, con periodistas de otras naciones compartiendo la mesa, pues la actriz dejaría Hollywood 20 horas más tarde de la distribución de estatuillas doradas y nada alentaba la creencia de que ella pudiera llevarse una a su casa de París.

Pero no fue de rutina, resultó un festejo. Se había convertido, por imperio del triunfo en que sólo confió un diario, entre los centenares de publicaciones que insertan pronósticos.

También ella estaba convertida: serena, autocontrolada, sin emoción ni alegría excesivamente manifiestas.

Quizás es siempre así, cuando no actúa o no recibe un premio relativamente imprevisible.

¿Lo es? Cabía preguntarlo y ella quiso aducir que no, afirmando que siempre ha sido “vivaz, expansiva y amiga del escándalo”. ¿Del escándalo? “Sí”. Era preciso conocer alguno, y ella contó: “Yo fui el cordero negro de la familia. Ingresé a la caravana de gitanos y la policía me trajo de vuelta a casa. Algo parecido, también en la niñez, ocurrió cuando conseguí trabajo en un circo y me pusieron a cuidar un oso que llevaba atado con una cadena. Corté mis estudios escolares por afición a dormir y a explorar los alrededores de la ciudad”.

Tal vez poseen mayor eficacia para conocer la personalidad de Lila otras referencias que ella confió en el diálogo: “Yo nací en Rusia. Conocí el exilio con los míos, pues mi padre había sido un artista favorito del zar. Primero estuvimos en Alemania, después nos establecimos en Francia.

Pasé una infancia llena de pobreza, de la pobreza más miserable. A menudo no tenía zapatos, siempre tenía hambre. Después nos recuperamos. Estudié piano y tuve la aprobación y el estímulo de Shostakovich. Di un concierto a los 8 años de edad.

“Pero después, a los 15, fui actriz, con una compañía que aplicaba los métodos de Stanislavsky. Hice danza, estudié dicción y drama con Pierre Valde. Filmé junto a Jean Gabin y Brigitte Bardot. Sin embargo, recién sentí que yo era lo que puedo ser cuando interpreté en teatro ‘La rosa tatuada’ de Tennessee Williams.

“Ahora ya no hago ‘escándalos’. Vivo con sencillez junto a mi marido en nuestro estudio departamento de Montparnasse. En verdad, los que ocupan permanentemente el espacio disponible son Eco y los extraviados.

-¿Y quiénes son ellos?...

Eco es mi perro lanudo. Los extraviados son la consecuencia de esto: En París hay gente que suelta al perro para que pueda correr un poco. A veces, el animal se pierde. Si yo descubro uno en esa situación, lo llevo a mi casa, lo baño y lo alimento hasta que hallo a quien obsequiarlo, si no tengo una orientación para favorecer el reencuentro con su verdadero amo”.

Lila, al describir su asilo de animalitos, estaba describiendo sus sentimientos tan blandos.

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