María del Carmen Scherl tiene 72 años y cinco hijos: cuatro de ellos son biológicos y el último, al que también ama con todo su corazón, es un hijo simbólico: lleva el nombre de comedor estudiantil Santa Faustina, que cumple 20 años brindando una ración de comida a numerosos niños en la Unión Vecinal del barrio Covipa, en Guaymallén.
“Lela” (así la llaman) representa, además, una histórica destinataria del Banco de Alimentos de Mendoza, institución que nació durante la crisis de 2001 y que contribuye a reducir el hambre a partir del trabajo conjunto de donantes, socios, voluntarios, empresas y organizaciones sociales que se siguen sumando en la lucha contra el hambre.
Jovial, alegre y con un empuje digno de imitar, relata que un cáncer de mama en 1989 la llevó a acercarse más que nunca a la parroquia Nuestra Señora de la Trinidad de Guaymallén, donde comenzó a recibir niños que necesitaban alimentarse.
Fue un año después cuando la Unión Vecinal del barrio Covipa, en el distrito Las Cañas, le abrió las puertas de un mundo nuevo que hoy sigue disfrutando y sosteniendo con alegría. Una mañana de marzo de 2003, en plena refacción del salón que le habían asignado para recibir a los niños –obra costeada por el entonces supermercado Wal Mart– conoció a una empleada del lugar que le habló del Banco de Alimentos de Mendoza.
“Habíamos empezado a trabajar intensamente de lunes a viernes de 9 a 14, siempre junto a mi hermano, mi sobrino y algunos socios, y necesitábamos ayuda. Nunca me voy a olvidar de tres grandes personas que estaban a cargo del banco por aquel entonces, Sebastián, Lorena y Virginia, quienes nos dieron una mano enorme y nos recibieron como a los dioses”, recuerda, como si fuese ayer.
El trámite para lograr recibir alimentos se cumplió rápidamente porque Lela contaba con la personería jurídica de la Unión Vecinal, uno de los requisitos que solicita el banco a sus organizaciones.
“¡Cómo no amarlo cuando me dieron el apoyo inicial que tanto necesitaba!”, exclama. En los inicios le brindaron casi la mitad de la mercadería, además de fruta, carne y verduras. Con el correr del tiempo, debido al aumento de la pobreza y la gran cantidad de organizaciones civiles que fueron sumándose, esa cifra se redujo. “Sin embargo, sigue siendo importantísima la colaboración para poder sostenernos. No me alcanzará la vida para agradecer”, insiste.
“Santa Faustina”, comedor que no tiene ningún tipo de subvención estatal ni colores políticos, sólo cuenta con la ayuda de voluntarios. “Hace años que cuento con la participación de cuatro mujeres que cumplen una tarea increíble y, sin embargo, no he logrado que reciban un solo peso. Sigo luchando por ese objetivo”, dice.
En su camioneta, la misma con la que recorre el domicilio de numerosas empresas y particulares, Lela se acerca una vez al mes al depósito del Banco de Alimentos. “Vuelvo feliz por lo mucho que recibo, valoro tanto todo lo que puedo darles a las mamás que se acercan para retirar la vianda de sus hijos, sea el postrecito o la verdura fresca. Es que la fila de personas que necesitan ayuda nunca se agota, al contrario, se va sumando a raíz de la pobreza”, asegura.
Más allá de otras empresas o particulares, al menos el 30 por ciento de lo que Lela brinda en el comedor proviene del Banco de Alimentos.
Siempre solidaria
Aunque siempre fue una persona solidaria y de corazón enorme, esta mujer, madre de cuatro hijos, abnegada y luchadora, dice que se acercó mucho más a las personas necesitadas luego de una cirugía por un cáncer de mama en 1989.
“Hasta ese momento mi diezmo era ayudar en comedores e instituciones. Un día me pidieron colaborar en Cáritas. Lo hice por un año y luego me volqué de lleno a este maravilloso comedor Santa Faustina de la que, además, soy devota”, relata.
Por entonces, en 2003, el pequeño salón de la Unión Vecinal era muy precario y necesitaba acondicionamiento. “Fue el puntapié inicial. Luego llegaron las donaciones y la rueda comenzó a circular. Miro hacia atrás y no puedo creer lo que hemos logrado, siempre junto a mi sobrino Mauricio y sus socios, que me convencieron para ser el puente directo con los chicos”, aclara.
La obra excede lo alimentario, ya que en el lugar se reúnen abuelos una vez por mes a quienes se les brinda atención médica y un exquisito chocolate. También acuden psicólogas y asistentes sociales.
Quienes deseen colaborar con el comedor de Lela pueden hacerlo llamando al teléfono 2615 45-7597.
La historia en Mendoza
Los primeros pasos de la Fundación Banco de Alimentos Mendoza están ligados al contexto sociopolítico que atravesaba el país en diciembre de 2001. Los centros comunitarios, comedores y demás organizaciones sociales estaban desbordados a causa de la situación que se desarrollaba. Además del deterioro de la economía, existía un hecho puntual que empeoraba la situación: los planes provinciales de alimentación llevaban 3 meses sin llegar a los comedores.
Esta sensación de emergencia colectiva movilizó a un grupo de empresarios, quienes, a través de la fortaleza de cada una de sus empresas, sintieron la necesidad de apoyar a la comunidad y al derecho a la alimentación de los niños.
Se generó entonces un gran vínculo de confianza, con un emprendimiento bien gerenciado y participativo en su gestión, conformado por un consejo asesor, integrado por referentes de las organizaciones sociales, y una comisión directiva que delineaba los pasos del proyecto.
El 10 de abril de 2002 quedó oficialmente creada la Fundación Banco de Alimentos Mendoza. Un año después Lela golpeó sus puertas. Hoy la institución posee 79 organizaciones destinatarias.