Leandro Cesetti es oriundo del distrito de Villarino, en la provincia de Buenos Aires, y se asentó en Tupungato en plena crisis de 2001. Su idea siempre fue devolverle a la sociedad lo mucho que recibió a través de su educación pública: tras su infancia en Mayor Buratovich, estudió kinesiología en Buenos Aires y siempre supo que iba a dedicar buena parte de su tiempo a ayudar al prójimo.
Esta vez no es la excepción: como integrante de Hands with heart foundation, la semana próxima viajará nada menos que a la selva de Talamanca, en Costa Rica, para ayudar a niños de una comunidad indígena con discapacidad que no pueden acceder a tratamientos.
La propia fundación llevará a los profesionales que harán esta misión y Leandro está entusiasmado. “No es la primera vez, al contrario, he ido varias veces al Impenetrable Chaqueño y he vuelto con el corazón en mil pedazos. También fui a Indonesia. Soy un convencido de que debo devolver lo que recibí”, dijo en diálogo con Los Andes.
Leandro se recibió en el año 2000 y empezó a mirar a Mendoza como posible destino ya que sus padres se habían trasladado, por cuestiones laborales, a esta provincia.
“Fue en el 2001 en que decidimos casarnos con mi esposa Alejandra y mudarnos a Tupungato, donde la tranquilidad y la amabilidad reina en cada uno de los pobladores y en donde no se conocía la rehabilitación y la kinesiología por la zona”, recuerda.
Más tarde, gracias a un posgrado que realizó en la Escuela Osteopática de Buenos Aires durante cinco años, conoció al doctor Jorge Aranda Beltrán, un osteópata español con quien comenzó a compartir ideas y proyectos vinculados con la solidaridad y el altruismo.
“En 2016 Jorge creó en España Hands with heart, una fundación cuya traducción sería Manos con corazón, algo así como Médicos sin Fronteras pero de la rehabilitación. Tiene como finalidad ayudar a personas en situación de discapacidad, en especial niños que por razones geográficas, económicas e incluso religiosas, no pueden acceder a un tratamiento”, señala.
Leandro se sumó al equipo en 2020, poco antes de la pandemia. De inmediato viajó a Bali, una isla hindú de Indonesia con muchos tabúes y problemas religiosos vinculados con la discapacidad. Fue, así, el primer argentino en formar parte de este tipo de misiones. “Y con orgullo mostré nuestra bandera argentina a todo el mundo”, rememora.
Al servicio de los demás
De todos modos, hasta antes del aislamiento obligatorio por la pandemia de Covid-19, todos los miércoles de mañana este altruista profesional de la medicina se dedicaba a realizar consultas sin cargo y a evaluar funcionalmente a todo paciente que necesitara orientación sobre tratamiento kinésico/osteopático.
Los turnos se daban por orden de llegada y el slogan era “tu dolencia ayuda a los problemas de los demás”.
“Decidí dedicarme toda una mañana por semana a la comunidad y cobrar mis servicios con alimentos para donarlos a quien más lo necesitara para después llevarlos a los comedores y merenderos de la zona y a las escuelas de montaña”, cuenta Leandro.
Cada entrega que hacía trataba de ir acompañado de sus hijos Ludmila, Giuliana y Francesco. “Para que vean y valoren todo lo que tienen y que sepan que hay niños de sus edades que la pasan muy mal”, evoca.
Cuando Leandro habla de “devolver” se refiere, específicamente, a todo lo que la sociedad le dio a lo largo de su vida. Principalmente en cuanto a estudios. Y así llegó la pandemia y la cruda consecuencia. “Me hizo reflexionar sobre lo mal que lo estarían pasando las comunidades del Impenetrable Chaqueño, y es por eso que comenzamos a planificar con realizar una misión para esa zona con la fundación”, relata.
Fue recién en febrero de este año en que decidieron encarar esa experiencia. La comunidad necesitaba el servicio de un kinesiólogo de manera urgente. “Lo que encontramos fue impactante: la miseria e inhumana realidad en su máxima expresión”, dice Leandro.
Y agrega: “Mis compañeros europeos no imaginaban lo que vieron y aseguraron que no deja de ser diferente a lo que se vive en África”.
Durante esa misión, entre la atención a domicilio campo adentro y el hospital, atendieron a 88 personas, muchos de ellos niños con discapacidad sin su correspondiente certificado y, por ende, “a la buena de Dios”, con malnutrición, pobreza e indigencia.
“La realidad supera a la ficción. La falta de agua, el dengue y la vinchuca sumados a la falta de alimentos y al escaso acceso sanitario, hacen un cóctel explosivo y mortal para los más vulnerables”, reflexiona.
El compromiso de Leandro Cesetti con esa sociedad marginada hizo que regresara en forma solitaria en octubre, pero en este caso no sólo para atender sino para llevarle una propuesta al Estado provincial.
“Llevamos herramientas legales y un proyecto concreto de relevar, registrar y atender a todas las personas con criterios de discapacidad. Una vez relevado, se informa al Instituto Provincial de Discapacidad y se hacen las gestiones para entregar el certificado, una herramienta imprescindible para quedar dentro del sistema con todos los beneficios que desconocen, entre ellos, jubilaciones, programas, tratamientos y otros”, enumera.
Leandro se sigue entusiasmando como el primer día con cada una de sus cruzadas y está convencido de que el dolor ajeno es un impulso para seguir trabajando.
“Solicitamos lo básico, como alojamiento, comida y traslado al inhóspito Impenetrable. Del resto nos ocupamos nosotros”, señala.
Mientras aguarda la respuesta del gobierno Chaqueño al proyecto elevado, se alista para su próxima campaña, que será a la selva de Talamanca, a una población indígena de Costa Rica. Allí irá con su decisión, su voluntad y su corazón enorme.