Si nos rigiéramos por la numerología, el 7sería un número tristemente significativo. Hoy, 7 de febrero, se cumplen 7 años del trágico accidente que tuvo lugar en la Ruta 7, en San Martín. “Es un número horrible”, reflexiona en voz alta Mónica Gautier (47), viuda de Santiago Hernández, uno de los dos choferes que falleció la tarde del viernes 7 de febrero de 2014, en una de las mayores tragedias viales de la historia mendocina.
Esa tarde, un camionero brasileño que conducía su vehículo en contramano por la ruta nacional –con casi cinco veces más de lo permitido de alcohol en sangre- se estrelló de frente contra un colectivo de la empresa Mercobús. El terrible saldo todavía duele: 15 de los ocupantes del ómnibus fallecieron, y el 16 fue el camionero (Mariano Genesio). Sólo hubo un accidente más trágico en Mendoza, y fue el vuelco de un colectivo de Turbus en Horcones, el 18 de febrero de 2017 y con 19 víctimas fatales.
“Jamás se nos pasó por la cabeza que podía haber un accidente así, ¡y menos con un tipo a contramano!”, agrega Mónica, quien trabaja como empleada pública. Y para quien cada 7 de febrero es un día de mucha tristeza.
“El 25 de febrero es mi cumpleaños, pero no es una fecha feliz. Para nosotros, este mes es complicado, se revive todo”, agrega Dora Blanco (48). El jueves 25 cumplirá 49 años, y su esposo era José Nievas, el otro chofer que viajaba en ese colectivo que quedó destruido en el kilómetro 1.010, a la altura del autódromo Jorge Ángel Pena.
Las mujeres son apenas dos de los familiares de víctimas y de los sobrevivientes que cada 7 de febrero se reúnen para recordar el día más triste de sus vidas. “Esta vez nos juntamos a las 17.45, la hora a la que fue el accidente, y vamos a celebrar una misa. Va a ser algo para los familiares y tomando todos los cuidados. Ni la pandemia puede con el amor”, sostiene Mónica.
Nada volvió a ser lo mismo
Ese 7 de febrero de 2014, el día transcurría con total normalidad rutinaria para ambos matrimonios. Por la siesta, Santiago Hernández –quien tenía 44 años- se preparaba para cumplir su servicio, mientras que Dora esperaba con ansias la llegada de José Nievas, quien tenía 42 años y venía en viaje.
“Ese día él no quiso que lo llevara a la empresa, en el carril Rodríguez Peña. Teníamos una hija de 6 meses y me dijo que lo dejara en San Martín, que se iba en un micro, y que yo me quedara con la nena”, recuerda Mónica sobre los instantes finales que compartió con su esposo. “Una trata de estar firme, pero llega esta fecha y se quiebra”, agrega.
Vicky, quien hoy tiene 7 años, es la niña que Mónica se quedó cuidando aquella tarde. Junto con Priscila (16) y Mica (21) son las tres hijas de Mónica y Santiago. “Estamos muy unidas, llegar a esta fecha es muy movilizador. Mis tres hijas son mi motor”, agrega.
José Nievas venía en viaje y regresaría a San Martín en el colectivo que salía a las 20 desde la Terminal de Mendoza. En La Dormida (Santa Rosa), donde vivía, lo esperaba su esposa Dora. “Estaba en lo de mi suegra, esperando que me llamara. Había problemas con la señal y estábamos sin comunicación desde las 13. En eso, llegó una amiga y me preguntó si José Nievas era mi marido. Me dijo que había tenido un accidente y que lo estaban operando. Pero después me enteré de que murió en el acto”, recapitula –también con dolor- Dora Blanco, quien agrega que ha visto una y otra vez el video del siniestro. “Quedan muchas dudas”, repite.
Desde ese momento, se encontró a sí misma sola como contención de sus dos hijos y de la familia de su esposo. “Todo el pueblo quedó destruido, José era muy querido por la gente acá”, agrega.
De no haber sido por los problemas de comunicación, Dora hubiera coordinado con su marido para abordar ese colectivo. “Me tomaba el colectivo cuando pasaba por La Dormida y me iba con él. Pero ese día no se pudo. Dios quiso que fuera así, sino quizás mis hijos hoy estarían huérfanos”, acota.
Recuerdo eterno
Cuando Mónica habla de Santiago, se emociona. Estuvieron 28 años juntos. “Era muy amigable, un papá muy presente y muy trabajador, hasta el punto de dejar la vida en el trabajo (su voz se quiebra). Lo que más extraño es su compañía, el proyectar el resto de nuestras vidas o la crianza de nuestros hijos”, cuenta la mujer.
“José era una persona muy compañera. Nunca te recuperás del todo”, rememora a su turno Dora.
Incondicionales
Quienes sobrevivieron al accidente y los familiares de quienes no lo lograron comparten un grupo de WhatsApp. “La Municipalidad de San Martín colocó en 2019 un cenotafio en el lugar. Allí están los nombres de los fallecidos, y las familias pueden ir y sentarse. Tiene un valor sentimental, allí dejaron su último respiro nuestros seres queridos”, explica Mónica.
Procesos judiciales
En cuanto a los procesos judiciales que se abrieron después de la tragedia, la situación de cada una de las viudas es distinta. “El año pasado se atrasó todo con la pandemia. Nosotros accionamos contra la ART, porque mi esposo se había subido en la terminal de San Martín a tomar su servicio 15 minutos antes del accidente. Y estamos a la espera”, sostiene Mónica.
“Lo que corresponde a la ART, lo pagaron. Ahora el reclamo es contra la empresa del colectivo. Se fue a la quiebra y nunca me pagaron los años que José estuvo en la empresa; ¡ni siquiera el sueldo de ese mes! Pasaron siete años y todavía no lo puedo cobrar”, concluye por su parte Dora. Desde la empresa en la que se desempeñaba el camionero que impactó de frente contra el colectivo, en tanto, nunca se contactaron con ellas.
La acción judicial que ya tuvo su desenlace fue la vinculada al accionar de efectivos policiales que habían recibido una llamada telefónica advirtiendo que un camión circulaba en contramano por el Acceso Este. Fue antes del choque, y no se activó ningún protocolo.
“A quienes tomaron el llamado les dieron seis meses de inhabilitación y una sanción económica: fue realmente una burla. Necesitábamos una condena para que a nadie le vuelva a pasar esto. Siete años después, el 911 sigue trabajando mal y pasan cosas como la de Florencia Romano. Quienes ocupan ese lugar tienen que saber que hay vidas en juego”, concluye Mónica.