Aunque Paola Giorgi y Andrea Fiore comparten el dolor más grande que puede sufrir una madre, el de tener niños enfermos, ambas mendocinas supieron obtener algo positivo tras largos meses en los oscuros pasillos del hospital. Encontraron, al fin y al cabo, a una verdadera hermana del corazón, una persona en quien confiar, con quien llorar, compartir momentos devastadores y también algunas alegrías.
Porque Paola, de 41 años, que vive en el barrio Dolores Prats de Huisi de La Estanzuela, en Godoy Cruz, halló en Andrea, oriunda de San Martín, la confidente que tanto necesitaba en esos momentos desgarradores. Y viceversa.
Todo empezó una tarde que ambas conservan grabada a fuego: la del 7 de febrero de 2017, en el segundo piso del hospital Fleming. En la habitación 10 permanecía internado “Joaco”, hijo de Paola, con un cáncer de pulmón. A unos pocos metros, en la 11, “Nachito”, que nació con numerosas dificultades, como traqueomalacia y laringomalacia entre otras, además de un retraso madurativo, luchaba por su vida.
“¿Cómo está tu bebé?”, le preguntó Paola a Andrea, que enseguida la invitó a conocerlo, dormido en la cama. Más tarde, su nueva amiga hizo lo propio. “Hubo una conexión inmediata y casi sin darnos cuenta ya no resultaba tan duro ni pesado ir al hospital”, relata Paola.
“Hemos compartido casi un año juntas y sólo nosotras sabemos de qué se trata sobrellevar el día a día con niños enfermos. Llorábamos, nos reíamos, tomábamos mate y hasta ingresábamos a terapia a visitar al hijo de la otra”, recuerda Paola.
Y agrega: “Joaco, que permanecía sedado, dormía muchísimo y me apoyé en Andrea, la hermana que nunca tuve”.
Andrea tiene 35 años y también es mamá de Milagros, de 13 años. “Paola llegó a mi vida cuando yo llevaba un año con Nacho en el Fleming. Fueron, y siguen siendo, momentos difíciles aunque es más fácil cuando uno está acompañado en la sala de espera, de día y de noche. En aquel entonces yo estaba muy sola y ese apoyo fue fundamental”, relata.
Y agrega, emocionada: “Cuando una madre atraviesa situaciones de esta naturaleza y encuentra una contención, es el mejor regalo que puede recibir. Los momentos más caóticos terminan transformándose en agradables”.
Nuevos desafíos y encuentros
Pero la vida iba a darle a Paola dos nuevas vivencias inesperadas: poco después del alta médica de Joaquín, le otorgaron la tenencia de una sobrina de 4 años cuyos padres están en la cárcel.
“Sufría una gran depresión porque el impacto de la enfermedad de mi hijo me afectó después de su alta. De repente, recibí un llamado de la Unidad Penal 3 de Mujeres de Godoy Cruz y al poco tiempo, cuando quise acordarme, Sharon llegó a nuestra familia. La vida me seguía poniendo a prueba”, señala.
Hoy la niña de 6 años está adaptada perfectamente a su entorno. Su mamá biológica cumple una pena de prisión perpetua.
Por fin, cuando todo parecía encontrar un cauce y cierta normalidad, aún en medio de numerosas necesidades económicas, Paola (que ya tenía otros dos hijos mayores, Lucas y Milagros), quedó nuevamente embarazada.
“Lupita llegó al mundo hace un año con todos los diagnósticos habidos y por haber”, resume. La niña, prematura, padece parálisis en la mitad del cuerpo, displasia en la cadera, extravismo bilateral grave y se alimenta por sonda nasogástrica. Sufrió siete paros cardiorespiratorios desde su nacimiento y lleva 11 cirugías.
Ironías del destino: Paola y Andrea volvieron a encontrarse en los mismos pasillos del Fleming. Lupita debe someterse a nuevos estudios en forma constante y Nacho nunca terminó de estabilizarse.
Por estos días “Nachito”, que también sufre hiperinsulinemia -por eso, al igual que Lupita, también debe alimentarse por sonda- agregó un nuevo cuadro a su salud: quilotórax, una complicación caracterizada por la acumulación de quilo en la cavidad pleural. Hoy se encuentra nuevamente internado. Si bien los médicos intentan compensarlo y extraerle líquido, el panorama parece complicarse.
Ayer Paola llevó a Lupita a un control médico y aprovechó la ocasión para visitar a su sobrino del corazón en el mismo centro médico. Al encontrarse con Andrea se dieron el abrazo habitual, ese que aprendieron a darse hace cinco años en los mismos pasillos. El abrazo que las “resetea”, como ellas mismas aseguran, muertas de risa. Porque, admiten, encontraron en la risa una manera de sanar.
Cómo ayudar
Los hijos de ambas tienen cobertura social, aunque aseguran que los gastos extra jamás se agotan. Casi a coro, concluyen que tener un hijo con dificultades acarrea, además de un sinfín de dolores en el alma y en el corazón, gastos impensados, interminables, eternos.
Por eso dejaron sus contactos para que todos aquellos que deseen ayudarlas, de cualquier modo, se comuniquen: 261-7503489 (Paola Giorgi) y 261-7006071 (Andrea Fiore).