El levantamiento de una muralla de hormigón pretensado en el lateral Norte del predio universitario fomentó un enfrentamiento, especialmente entre arquitectos. Las posturas.
El levantamiento de la muralla se realiza sobre el área donde se han registrado los mayores hechos de inseguridad. Representará el 25% del cierre de todo el predio. | Fotos: Delfina Álvarez / Los Andes
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Todo lo que sucede en las universidades genera debate. Es bueno. También para esto se cultiva el pensamiento. Y también por eso la construcción de un muro en el límite Norte del predio de la Universidad Nacional de Cuyo generó discusiones. Todas las posturas tienen razones suficientemente argumentadas y atendibles.
En esencia, desde la UNCuyo se sostiene que el muro es para brindar mayor seguridad al predio, sin aislarlo de los dos barrios aledaños ni del uso público general.
Los críticos, especialmente un numeroso grupo de arquitectos, sostienen que la obra dificulta el acceso a la universidad del resto de la comunidad y también genera un impacto ambiental severo. Después, cada posición tiene sus adherentes y sus detractores.
Estefanía Villarruel, secretaria general de la UNCuyo, explicó: “La obra que está realizando la universidad en este momento es un cierre perimetral en la parte Norte del predio, que da al canal Papagallos y un tramo de la avenida Champagnat”, es decir del ingreso del predio hacia el Norte.
“Lo que motiva la construcción de este cierre es la necesidad de brindar mayor seguridad y poder velar por la integridad y la vida de las personas”, agregó Villarruel. “Esa zona (por el área donde se está instalando el muro) es el lugar en donde hemos tenido los hechos delictivos de mayor violencia”, completó.
Además, adujo que la resolución de este problema “ha sido un pedido de todas las unidades académicas y dependencias que se encuentran sobre ese límite”.
Según Villarruel, la decisión de levantar el muro llegó después de que “una comisión de expertos nos asesoró para generar un plan integral y nos aconsejaron que la mejor forma de resolver el tema era con la construcción de este cierre”.
Con respecto al aislamiento en que quedaría la UNCuyo con relación a los barrios cercanos, Villarruel indicó que el muro “no da hacia ningún barrio”, y agregó que “no hay ningún cierre hacia el barrio Flores y Olivares”.
También la voz oficial subrayó que “la vinculación con esos barrios es la misma de siempre; sus habitantes hacen uso de los espacios comunes de la universidad, pueden asistir como siempre a los consultorios gratuitos de la Facultad de Odontología y también acceder a la atención del centro de familia que tiene la Facultad de Ciencias Médicas”.
Además, se indicó que los vecinos siguen teniendo acceso libre “al uso micro dentro de la universidad”.
La secretaria general de la UNCuyo finalmente indicó: “Esto es también una forma de proteger a estos vecinos, que muchas veces han sido víctimas de situaciones de inseguridad. El resto del perímetro de la universidad va a continuar con el cierre que tiene”, es decir que sólo el 25% del predio estará delimitado con el polémico muro.
Una postura que está respaldada por 25 firmas de profesionales vinculados con el arte de la arquitectura cuestiona duramente la construcción del muro.
“La muralla terminará confinando y escindiendo a la UNCuyo del tejido urbano y territorial”, sostuvieron en un comunicado estos profesionales, entre los que se destacan Eliana Bórmida y Graciela Moretti, entre otros.
Estos profesionales, varios de los cuales son parte del Conicet, advirtieron que “la obra se opone con lo planeado urbana y arquitectónicamente” para el complejo de la UNCuyo.
Así, advirtieron que “la elevación de un muro perimetral ciego, de paneles de hormigón premoldeado, sujetos por una doble viga de hormigón armado realizada colisiona fuertemente con el planteamiento urbano-arquitectónico del centro universitario”.
También, con cierta ironía, indicaron que el cuerpo docente de la propia universidad podría aportar “soluciones más creativas, amigables con las naturalezas, la Ciudad y el territorio, en articulación social y energéticamente más eficientes y, por tanto, soluciones para una universidad más sostenible”.
A mayor abundamiento, los arquitectos también hicieron hincapié en el impacto ambiental del muro y calificaron que con el muro se configurará “una isla de calor urbana que, en contextos de cambio climático, adquiere ribetes de mayor dramatismo”, y sostuvieron que “en verano se podrá alcanzar una temperatura superior a los 80ºC” dentro de la superficie delimitada por el muro.
El muro en cuestión, que tiene un presupuesto de $469 millones y es levantado por la empresa PREAR Pretensados Argentinos S.A., es justamente de hormigón premoldeado, más económico y más rápido de levantar que con los métodos tradicionales de columnas de hormigón y bloques o ladrillos, y también permite removerlo más fácilmente si llegara a ser necesario en algún momento.
Una obra muy parecida se realizó hace unos cinco años en Palmira. Con presupuesto municipal y de Trenes Argentinos, se “encerró” la playa de maniobras del ferrocarril, separándola de la ciudad.
Históricamente esa playa estuvo delimitada con alambre tejido romboidal, pero nunca fue suficiente para evitar hechos de inseguridad y toda la playa de maniobras era considerada insegura por los vecinos de la ciudad jarillera.
Con el levantamiento de este muro premoldeado se logró darle seguridad a la playa, realizar una gran parquización el área que le corresponde a la ciudad y también realizar un paseo ciclístico por todo el contorno junto al muro.
En Palmira funcionó. El tiempo dirá que sucederá en la UNCuyo.
