La “prece” que inspira valores a través de juegos y desafíos en el aula

Silvana Arenas trabaja en una escuela alejada de la ciudad de San Rafael y sus innovaciones en el aula dan grandes resultados. Propone premios, juegos, colectas, “muñecos viajeros” y otros desafíos que la llenan de gratificaciones. Su historia.

La “prece” que inspira valores a través de juegos y desafíos en el aula
Una salida para llevar juegos a un hogar de niños.

Aunque tiene título docente, Silvana Arenas, de 50 años y residente en San Rafael, asegura que su verdadera vocación es ser preceptora. No cambiaría su rol en la escuela por nada del mundo.

Con más de 20 años en esta noble labor, Silvana se dedica al cuidado y seguimiento de sus alumnos, buscando su integración y acompañando a cada profesor en la formación del grupo. Pero no es una preceptora más: su entrega, dedicación e ingenio la distinguen.

“Jamás me casé ni tengo hijos, por lo que siento que debo inspirar y formar a los estudiantes que me cruzo en el camino. La gratificación que recibo es enorme; los resultados siempre sorprenden. Esta tarea es a puro instinto, no se aprende. Voy inventando desafíos todos los días, siempre con muestras de amor y cariño”, resume en diálogo con Los Andes.

Trabajando con juguetes para donar
Trabajando con juguetes para donar

Su campo de acción es la Escuela 4-241, ubicada en un distrito urbano marginal de San Rafael, donde muchos de sus estudiantes provienen de un asentamiento vulnerable. Silvana es responsable de 1ero, 3ero y 5to año, y adapta las actividades a las necesidades únicas de cada uno.

En agosto, cuando promovió el “mes del niño”, todo el establecimiento se unió a participar de una variedad de juegos, sorteos y competencias. “Estoy convencida de que cuando un alumno no es solo un número, sino una persona que observamos, la valoración y autoestima que sienten es inmediata. El secreto es involucrarse”, asegura.

Uno de sus inventos es el “muñeco viajero”, que va a los hogares de los chicos, incluso de los más grandes.

“El objetivo es que regrese al aula con un escrito donde se enumera todo lo que hizo ese día”, explica. Y sigue: “Es una forma de conocer la dinámica familiar y la actividad de cada adolescente fuera de la escuela. Muchos de ellos ayudan en las fincas, recogen basura o elaboran tortitas para vender. Todo eso es muy valioso y me encanta compartirlo en el aula”.

Un regalito creado en el aula.
Un regalito creado en el aula.

Las mamás también se comunican con ella, compartiendo historias que le permiten conocer mejor a sus alumnos. “Es crucial mirar a los chicos a los ojos, estar atentos si tienen inasistencias, si se comportan de manera extraña. Hay que llamarlos, visitarlos, averiguar por qué”, enumera.

Otro estímulo que implementa es la denominada “cajita”. “Todos deben traer una cajita cualquiera a principios de mes, que se irá llenando de mensajes, caramelos y sorpresas para entregarles el último día. Así, cada uno se da cuenta de los detalles positivos que han demostrado”, señala.

Las campañas y colectas son otras de las iniciativas que organiza. “Reparamos muñecos, los vestimos, o armamos juegos con tapitas recicladas para donar a la Residencia María Cristina. La primavera jamás pasa desapercibida; siempre hay flores, caramelos y poesías”, dice, orgullosa de la cálida respuesta que recibe.

La risa que contagia

El “show del chiste” es otra actividad que genera risas y premios, porque Silvana sabe que el humor es una potente herramienta para el aprendizaje. “El humor genera respuestas en el cerebro que despiertan emociones positivas. Una vez que te ríes, el cerebro quiere más”, explica.

Un recuerdo imborrable ocurrió cuando uno de sus estudiantes se recuperó de un grave accidente que lo mantuvo en terapia intensiva. A su regreso, prepararon una bienvenida multitudinaria y llena de amor.

Silvana cree firmemente que cada individuo es una historia en sí misma y merece ser escuchado y respetado. “Un buen preceptor debe ser un apoyo clave para el docente. Si un estudiante tiene un problema, hay que indagar y acercarse a la familia”, afirma.

La crisis económica golpea fuerte en la escuela, y reunir el dinero para la fiesta de egresados del 7 de diciembre fue una verdadera odisea. “Logramos sortearlo gracias a ferias de ropa, loterías y la venta de pochoclos. Pagamos todas las tarjetas, solo queda esperar el día y asistir a la fiesta en el club”, anticipa, con la esperanza brillando en su mirada.

La hora de las pizzas
La hora de las pizzas

Lo cierto es que ella, con su sonrisa, llega a la escuela cada día con un entusiasmo contagioso, y el amor que recibe de sus alumnos la impulsa a encarar nuevos proyectos. “El 18 pasado fue el Día del Preceptor, pero para mí es todos los días. Cada audio que recibo, cada muestra de cariño es el mejor regalo. A pesar de los casos difíciles, en esta escuela no hay violencia y eso me llena el alma. Los valores que enseño trascienden la escuela y llegan a los hogares”, reflexiona.

Elegir esta actividad fue un camino marcado por su propia experiencia en el secundario, cuando su preceptora la apoyó en momentos difíciles. “Mi papá sufrió un ACV, y ella fue clave para que yo finalizara la secundaria. Desde ese momento, supe que ayudar a otros a salir adelante sería mi destino”, concluye, emocionada.

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