Los tan promocionados programas de Work and Travel son una tentadora alternativa para jóvenes estudiantes argentinos. Desde propuestas para ir a trabajar en el empaque de kiwis en Oceanía hasta programas para viajar a Estados Unidos, trabajar como niñera y –de paso- estudiar y perfeccionar el idioma inglés. Sin embargo, para la mendocina María Emilia Miño (26) esta experiencia quedará entre las peores de su vida, un trauma del que –poco a poco- se va animando a hablar y que, a su vez, les permite cerrar esa etapa.
“No digo que todas las experiencias vayan a ser malas. Yo sé que hay chicas que han ido y que les ha ido de maravilla, que ha salido todo bien. Pero a raíz de lo que me pasó a mí, busqué y he encontrado muchos testimonios similares. El tema es que no hay muchas notas en las que se cuente cuando las cosas no salen bien”, destaca Emilia en diálogo con Los Andes.
La joven llegó el 7 de enero a Washington (Estados Unidos) y regresó a Mendoza a mediados de febrero. En ese poco más de un mes traumático, fue expulsada de la casa donde vivía la familia que le habían asignado y debió prácticamente dormir en la calle con lo puesto, o escondida en otra casa hasta que intervino la Embajada Argentina en esa ciudad.
“Sé que hay gente a la que le va bien, y sé que tiene que ver con que –como todo en la vida- hay gente buena y gente mala. Pero sé que no soy el único caso, quizás soy la única que se ha animado a hablarlo públicamente. Pero a raíz de esto y lo que averigüé, me enteré de que hay chicas a las que les ponían cámaras ocultas en sus habitaciones y hasta las tocaban”, agrega la licenciada en Turismo, quien vive en Godoy Cruz, y ya está más tranquila.
“Mi propósito es contar la historia para que se sepa que pueden salir mal las cosas. Mi objetivo es que las chicas que están pensando en irse de intercambio en estor programas sepan que no es un viaje de egresados, sepan lo bueno y lo malo y que también pueden salir mal las cosas. Y que sepan cómo actuar y qué tener a mano”, insistió.
El peor viaje de su vida
Tras anotarse en uno de los famosos programas de “Work and Travel” (Trabajo y Viaje, en inglés) para ir a trabajar a Estados Unidos como niñera y perfeccionar su inglés, Emilia Miño llegó a Washington el 7 de enero de este año.
“Antes de que me asignen la familia y de viajar, había tenido una entrevista con esta familia. Eran muy amorosos, me habían prometido un montón de regalos (como un iPhone 13 Pro) y hasta me habían dicho que me iban a pagar más de lo que decía el contrato (la agencia fija que sean 200 dólares por semana, pero ellos me prometieron 250 dólares). Hicieron todo eso porque yo tenía varias familias candidatas para elegir, pero ellas me quisieron tentar así”, cuenta la joven quien, además, juega al futsal. Todas estas promesas, sumada aquella de que solo le demandarían 25 horas semanales de trabajo llevaron a que Emi se incline por esa familia. Pero no sabía que estaba por empezar a vivir los peores días de su vida. “Después de esto entendí ese refrán de que ‘cuando es grande la limosna, hasta el santo desconfía’”, se sincera en diálogo con Los Andes.
Ese 7 de enero fue toda la familia a buscar a la joven al aeropuerto de Washington y, a modo de bienvenida, salieron a comer. Un lindo gesto, hasta ese momento, y sin nada reprochable. Sin embargo, ya después de la cena, Emi tuvo un primer pantallazo de lo que le podía llegar a esperar. “Salimos y el hombre tomó muchos margaritas, mientras que su esposa tomó solo agua. Cuando vi eso, yo creí que iba a manejar ella a la vuelta. Pero no: manejó él, y estaba muy ebrio. Había una ola de frío y estaba la carretera congelada. Pero él manejaba a más de 200 km/h y frenaba para que el auto patinara”, rememora la joven. Antes de cumplir el primer día con la familia, la mendocina ya se había dado cuenta de que no quería seguir trabajando ni compartiendo techo con ellos.
“Algo raro vi desde el comienzo, sumado a que durante los días siguientes el trato era muy cambiante. Un día me saludaban, al otro me ignoraban y me gritaban. Empezaron a verse muchas actitudes de violencia, hasta que el tercer día me comuniqué con la agencia y les dije que me quería ir con otra familia, busqué la forma políticamente correcta de irme. Allí me dijeron que eso no era posible, que la única forma de que me sacaran era si la familia lo pedía. Para peor, desde la agencia le avisaron a la familia que yo me quería ir y ellos se pusieron más violentos y todo se puso peor”, cuenta Emilia, quien aclara que en ningún momento la agencia que se encargó de coordinar el intercambio y asignarle la familia se tomó el tema en serio. Hasta que intervino la Embajada, varias semanas después. “Me decían e insistían en que era parte del ‘shock cultural’”, agrega.
Como la propia Emilia destaca, cuando la familia supo ella quería irse, las actitudes violentas se intensificaron. “Les cayó mal la situación y empezaron a inventar cosas. Me dijeron que manejaba mal y me obligaron a tomar clases de manejo. El instructor era un hombre grande que me tocaba la pierna cuando manejaba, me gritaba y maltrataba. Además se quejaron con la agencia, le dijeron que yo hablaba mal inglés y pidieron que me tomen otro examen. No querían que siga con ellos, pero tampoco querían que me asignaran otra familia”, recapitula Emi.
A raíz de esto, desde la agencia que se encargaba del control y monitoreo de la joven le tomaron no uno ni dos, sino tres veces el examen de inglés. Y siempre lo aprobó. Ya lo había rendido antes, en la Embajada y previo al viaje, y hasta había tenido una primera entrevista con la familia en inglés y en un diálogo fluido en el que no había habido malentendidos. Todo eso fue mientras duró el encanto. “Se quejaban, me decían a los gritos que no me entendían porque yo no sabía inglés. Pero no tenía sentido, si yo entendía absolutamente todo lo que me estaban diciendo mientras me gritaban”, sigue Emilia.
Covid-19: positivo
Si algo le faltaba a la pesadilla de Emilia Miño en su tristemente inolvidable experiencia dentro del programa de Work and Travel, eso era contagiarse de Covid-19. Pero, acorde al martirio que sufrió durante ese mes, también resultan increíbles e indignantes las condiciones en que se contagió.
“En la tercera semana que llevaba en el lugar, me empecé a sentir mal. Pensé que era estrés, pero cuando me testeo me da positivo en Covid-19. Cuando le dije a la familia, me confesaron que ellos tenían Covid-19 y que me habían ido a buscar al aeropuerto apenas llegué estando contagiados. Pero me dijeron que ellos no creían en la pandemia, por lo que dijeron que todo lo que me pasaba es porque venía ‘mañosa’ y no porque estaba enferma”, agrega la joven, que viajó con las primeras dos dosis de la vacuna y tenía pensado aplicarse el refuerzo en el país del Norte.
Fiebre alta (40°), pérdida del olfato y del gusto y hasta la sensación de que se le cerraban los oídos fueron algunos de los síntomas que evidenció Emi. “Como se enojaron creyendo que les estaba mintiendo, me cambiaron el régimen de trabajo y me exigieron que sean 10 horas diarias (entre tantas promesas, me habían dicho que iban a ser solo 5). Uno de los hijos del matrimonio hacía ejercicio y, como sabían que yo acá jugaba al fútbol, me mandaron a jugar al fútbol en la nieve. Hacía 15 grados bajo cero y querían que yo fuera a jugar al fútbol en la nieve, teniendo Covid-19 y con el pulmón comprometido. Yo les dije que no quería salir a la nieve y morirme allí Y en ese momento se burlaron y dijeron que últimamente los latinos veníamos ‘mañosos’”, destaca Emilia Miño.
Para ese momento ya todo estaba roto en el viaje de Emilia y lo único que quería era salir de esa casa del terror. Pero, según ella misma agrega, la agencia seguía sin darle prioridad a su situación y “minimizando” todo.
Cuando habían transcurrido cerca de 20 días desde su llegada, la joven mendocina ya tenía en claro que se iría del lugar, y que si no le asignaban otra familia, se iría a vivir a un hostel hasta que pudiera regresar a Mendoza. Mientras tanto, la agencia solo había aparecido para que ella rindiera 3 veces el examen de inglés –por pedido de la familia anfitriona-, y en las 3 oportunidades Emilia dejó en claro que estaba más que apta en el idioma.
“Un jueves, cerca de las 22, el hombre de la casa me empezó a gritar y me echó. Me sacó el teléfono que me habían regalado, y a mí no me importaba por el modelo del teléfono, sino porque ahí yo tenía línea y conexión para poder pedir un Uber, por ejemplo. Además tenía la plata, porque me manejaba con una billetera virtual. Estaba en crisis y me quebré en llanto, me encontré a mí misma en la calle, con la valija cerrada, el pasaporte en la mano y sin manera de pedir un auto para ir a dormir a algún lugar”, recapitula Emilia. Y recuerda los ojos desorbitados del dueño de la casa y esa actitud que la llevó a creer que la golpearía.
La ayuda necesaria
En medio de tanta desesperación, apareció –como una especie de ángel de la guarda o algo similar a un milagro- en la vida de Emilia Miño otra chica argentina que estaba de intercambio y dentro del mismo programa, también en Washington. “Esa chica me pasó a buscar y me llevó a la casa de la familia con la que estaba trabajando. Si bien me dijo que le había contado a la familia y ellos la habían autorizado a que me llevara a la casa, recuerdo que entramos por el garaje y medio a escondidas. Lo importante es que pude pasar esa noche en una casa y bajo techo”, sigue Emi.
Tras pasar su primera noche tranquila desde que llegó a Estados Unidos, a la mañana siguiente Emilia llegó a una especie de estación de servicio acompañada de la misma chica que la había rescatado la noche anterior. “Nunca me había curado bien del Covid-19, sumado a que pasé muchos días encerrada por la enfermedad. No tenía noción de los días, pero sé ese día era viernes. No había podido conseguir ropa térmica y me estaba congelando, además de que sentía que me faltaba el aire. Estando en ese lugar, llamé a la Embajada Argentina en Estados Unidos y me atendió un hombre que me dijo que fuera. Y si bien cerraban por la tarde, me dijo que me iba a esperar en el lugar hasta que llegara.
Cuando Emi llegó a la Embajada, efectivamente el hombre con quien había hablado por teléfono la estaba esperando en la vereda. La hizo ingresar, le dieron mantas térmicas y le ayudaron a quitarse la ropa que tenía para calentarse. Fue en ese momento en que Emilia Miño terminó de quebrarse y estallar en llanto, más allá de que hasta entonces se había mostrado por demás entera. “En la Embajada me dijeron que eso que me estaba pasando era más común de lo que yo creía y una mujer me abrazó, me dijo que me tranquilice y que todo iba a estar bien. Me dieron un plato de comida caliente (hacía 4 días que no comía nada caliente yo) y tenía la cara y las manos partidas por el frío yo”, rememora Emilia.
Desde la Embajada Argentina se comunicaron con la agencia que se encargaba de hacer el seguimiento de la mendocina en su intercambio y, según recuerda Emilia, fue recién en ese momento en que la agencia cambió su actitud de ‘ya va a pasar, ya te vas a acostumbrar’ para ocuparse de lleno del tema. “Ahí, de repente, empezaron a portarse de mil amores. La chica que estaba en la agencia me llevó a su casa para que me quede y empezaron a ver el cambio de familia que yo tanto había pedido”, manifiesta la licenciada en Turismo mendocina.
En ese momento, Emilia supo que había dos posibles solicitudes para ser reasignada, una en Minnesota y otra en Carolina del Norte. Pero la pesadilla de su anterior familia no había llegado a su fin, puesto que sus antiguos anfitriones se encargaban de amenazarla por las redes sociales, de compartir las páginas de redes sociales de la joven en otros sitios y de escracharla con mentiras inventadas.
“Cada vez me sentía más estafada, porque ni siquiera el intercambio de estudio es lo que a uno le venden. Te ofrecen 6 créditos para estudiar inglés, pero en realidad son 72 horas. Tres días y listo. Viendo todo eso, que la familia me seguía amenazando y que no me había curado bien del coronavirus, decidí desestimar las dos ofertas y me volví a Mendoza. Todo esto después del 14 de febrero”, reconstruye.
Mientras estuvo en Estados Unidos, Emilia se aferró mucho en su mejor amigo y su mejor amiga, ambos de Mendoza. Como podía les iba contando las novedades, pero no quería que su padre y su madre lo supieran todavía. “Mi mamá había sido operada de una aneurisma, no le podía contar a ella porque podía hacerle mal. Mi papá también es mayor y yo tenía miedo de que le diera un infarto a mi papá. Luego de pasar por la Embajada, me mandaron dos días a un hotel y ahí recién pude contarle a mi papá. Él se preocupó mucho y me pidió que me volviera. De regreso a Mendoza estuve varias semanas calladas, sin poder contar nada. Recién ahora estoy pudiendo hacerlo, para exteriorizarlo y cerrar esa etapa”, concluye.
Recomendaciones
Emilia Miño enumeró una serie de recomendaciones (tips) para que las chicas que estén interesadas en viajar como parte de estos programas de intercambio tengan en cuenta. E, incluso, dispongan de esta información siempre a mano.
Tip 1: Siempre llamar a la embajada/ consulado correspondiente
Tip 2: Conocer los derechos -hasta la letra chica-. Preguntar sobre todos los casos hipotéticos en caso de que no estén mencionados, y hacerlo siempre vía mail o por escrito.
Tip 3: Investigar los impuestos y tasas del estado al que se vaya a viajar, además del costo del nivel de vida. No es lo mismo tener un sueldo de 200 dólares en un estado que en otro.
Tip 4: Hablar siempre con un amigo o conocido y asesorarse con gente de afuera del programa.
Tip 5: Conocer los derechos de inmigrantes y tenerlos impreso.
Tip 6: Tener los números de la policía local o del Departamento de Estado.-911. Número para denunciar el tráfico de personas: 1 888 373 7888 (24 horas). Número de explotación laboral: 1 888 428 7581 (de lunes a viernes de 9 a 17, horario de la costa este)
Tip 7: Ir con más plata de la recomendada (la agencias recomiendan 200 dólares), porque una queda presa del lugar al que viajás. Siempre llevar la plata equivalente al costo de un pasaje de vuelta.
Tip 8: Tener siempre dinero y el pasaporte en mano.